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Título original: Mother & child. |
SINOPSIS
Karen dio en adopción a la niña que tuvo de adolescente ante la insistencia de su madre. Treinta y seis años después, mientras continúa lamentando la pérdida de su hija, conoce a Paco, un hombre atento y considerado dispuesto a darle una familia y aportar algo de alegría en su vida. Elizabeth es la hija perdida de Karen, una mujer aparentemente segura de sí misma pero que esconde un vacío interior que la lleva a cambiar frecuentemente de trabajo y establecer relaciones sin vínculos emocionales. En sus vidas se cruzará Lucy, una joven que quiere ser madre a toda costa y cree estar preparada para ello, pero pronto descubrirá que ser madre implica mucho más que dar a luz a un bebé.
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CRÍTICAS
[María Dolores Valdés, CinemaNet]
Bajo la dirección de Rodrigo García (Cosas que diría con solo mirarla, Nueve vidas) volvemos a encontrar una película de historias paralelas que confluyen a partir de un punto, donde las auténticas protagonistas son las mujeres y en la que se trata de reflejar sus problemas, decisiones, traumas…y en el fondo lo que atormenta sus almas. En este caso el hilo conductor del argumento es la maternidad y más concretamente la adopción, a través de un centro regentado por religiosas católicas. Se inicia la trama con una relación adolescente que conlleva un embarazo, y la entrega en adopción del bebé no por decisión propia, sino por la de su madre.
Partiendo de esa base se tratan temas tan interesantes como la adopción, los problemas de pareja, el compromiso que supone criar un hijo y el poder curativo que puede tener la maternidad, desterrando completamente el aborto como «solución» a un embarazo indeseado. Además muestra cómo las relaciones sexuales no solucionan las cosas sino que las empeoran cuando son mantenidas como evasión o mero placer. Y no deja de lado el tema de la trascendencia ya que la pregunta sobre Dios aparece en boca de los personajes a lo largo de la cinta.
A pesar de lo positivo de los planteamientos iniciales, la película no es totalmente honesta con el tema de la adopción. Parece que el hecho de ser adoptada es lo que lleva a Elizabeth (Naomi Watts) a una vida traumatizada, cerrada a todo afecto y centrada en una sexualidad casi enfermiza unida al deseo de hacer daño a otras parejas. Es cierto que la película matiza que no se llevó nunca bien con su madre adoptiva, pero en todo caso se debería haber resaltado más que la adopción en sí misma no tiene por qué producir esos efectos negativos así como la necesidad de que los padres adoptantes estén preparados para ello y no lo vean como un juguete que desean y consiguen (tema también interesante y a tener en cuenta).
Una película por tanto bien interpretada y valiosa en muchos aspectos como es el valor de la maternidad y su problemática, pero un algo tramposa en su planteamiento de la adopción, que le sirve como hilo conductor de la trama. Abusa un poco del tema sexual con escenas que sobran y quita todo el protagonismo a los hombres, padres de las criaturas, que aparecen muy poco y con unos personajes muy estereotipados. Las dos únicas figuras masculinas con cierta entidad sí se preocupan de sus hijos, pero casi todas las familias que aparecen son monoparentales, y aunque esto pudiera ser una reivindicación de la importancia de la figura paterna en la educación de los hijos, no queda nada claro que así sea, y menos con el desenlace de la pareja adoptante.
Lazos eternos
La película arranca con una joven de catorce años que se queda embarazada y entrega a su bebé, Elizabeth, en adopción. Treinta y siete años después, nunca ha conocido a sus padres biológicos, y una serie de avatares le desligaron de los adoptivos, por lo que se ha convertido en una persona egoísta, que va a lo suyo, abogada de prestigio, y ‘devorahombres’ que se hizo una ligadura de trompas renunciando así a la maternidad. Por otro lado una mujer mayor, Karen, enfermera, cuida a su madre, enferma de cáncer; está amargada, y parece envidiar la relación que tiene la muchacha que ayuda en casa con su hija; además está un matrimonio negro, con deseos de adoptar, y que deben entrevistarse con una jovencita negra soltera, que vive con su madre, dispuesta a dar su bebé en adopción, aunque antes ha de dar su aprobación a los potenciales padres.
El colombiano Rodrigo García se ha aficionado a las historias corales –Cosas que diría con sólo mirarla, Nueve vidas– donde hay entre los personajes, predominantemente femeninos, ciertos nexos de unión, que se van descubriendo a medida que transcurre el metraje. Aquí liga las historias a través del centro de adopción regentado con enorme caridad por unas religiosas católicas, y las subtramas, muy humanas a pesar de ciertos aspectos miserables, tienen que ver con la maternidad, relaciones de madre e hija: generosidad, perdón, saber pasar página, y por supuesto amor, son los mimbres necesarios para alcanzar en tales tesituras la felicidad, superando así mil adversidades y debilidades que nunca faltan.
Se le puede reprochar alguna ‘trampa’, un azar demasiado caprichoso para atar cabos sueltos del guión, pero el conjunto es poderoso, sirve para ver lo mejor y lo peor del ser humano, con una propuesta nítida por lo primero, una mirada esperanzada. Como suele, García cuenta con un espléndido reparto, donde mandan las mujeres –Naomi Watts, Annette Bening, Kerry Washington hacen grandes trabajos-, pero donde también hay tajo para sus compañeros masculinos, especialmente Samuel L. Jackson y Jimmy Smits, éste estupendo aguantando el carácter imposible del personaje de Benning.
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Es interesante, pero no me gustó como trata el tema de la adopción ni tampoco algunas escenas que creo están de más 😉