ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: My own love song |
SINOPSIS
Una cantante en silla de ruedas y su mejor amigo se embarcan en un viaje en coche a Memphis. Jane y Joey no podrían ser más diferentes. Todo lo que tienen en común es la soledad y una ligeramente contenciosa amistad. Ella es una música retirada que va en silla de ruedas, y Joey es un entrañable luchador retirado y curioso personaje fuera de lugar en la rutina diaria. Cuando Joey se entera de un secreto que Jane oculta, la convence para embarcarse en un viaje a través del país a Memphis, con la esperanza de que ella se enfrente a su pasado. En su viaje, se topan con un grupo de personajes fascinantes que comienzan a quitar las duras capas exteriores de Jane.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Tras un grave accidente, la ex cantante Jane (Renée Zellweger) quedó encadenada a una silla de ruedas, perdió la custodia de su hijo Devon (Chandler Frantz) y refugió su amargura en un pequeño pueblo de Louisiana, alejada de su familia y amigos. Sólo mantiene la amistad con su incondicional admirador Joey (Forest Whitaker), un tipo cariñoso e infantil, con intermitente tratamiento psiquiátrico, que dice hablar con ángeles. Un día, Joey se entera de que Devon, ya con 10 años, ha invitado a su madre a su Primera Comunión; pero ésta ni siquiera había abierto la carta. De modo que la convence para que le acompañe al devastado Nueva Orleans post-Katrina, para asistir a la conferencia de Jeff Nofray (Richmond Hoxie), un famoso gurú religioso, experto en ángeles. Pero su intención final es llevarla a Memphis, Tennessee, donde vive Devon con sus abuelos paternos. Y, de paso, quizá animarla para que vuelva a componer y cantar bellas canciones de amor.
Desconcierta un poco este octavo largometraje del francés Oliver Dahan (Érase una vez…, La vie promise), el primero que rueda en inglés y en Estados Unidos, y centrado también en el mundo de la música, como su anterior trabajo, La vida en rosa, su intenso biopic de la cantante gala Édith Piaf. Y desconcierta porque su previsible tono country —melancólico, novelesco y dramático— se rompe con frecuencia con fuertes insertos fantásticos, poéticos y hasta cómicos, más propios del jazz, entrelazados sobre todo a través de los personajes secundarios y, especialmente, de Joey, entrañble tipo humano, que parece sacado de alguna novela de la Generación Perdida; por ejemplo, De ratones y hombres, de John Steinbeck. Este cóctel debilita un poco la estructura narrativa de la película, y la torna un tanto irregular y episódica. Pero, a la vez, dota al filme de una magia singular y de una eficaz emotividad en su exaltación de la amistad, el instinto maternal, la capacidad de superación y la alegría de vivir a pesar de los pesares. En este punto, la película se aleja de muchos de sus referentes literarios y musicales, y opta decididamente por una luminosa visión del ser humano, muy de agradecer.
Todo esto adquiere entidad fílmica gracias a la detallista puesta en escena de Dahan, a la generosa banda sonora de Bob Dylan y a las sensacionales interpretaciones de todos los actores, sobre todo de Forest Whitaker —magistral en su caracterización de Joey— y de Renée Zellweger, espléndida en la silla de rueda y en las diversas canciones que interpreta a lo largo de esta bella road-movie.
Sobre ruedas
Jane, una antigua cantante, vive amargada en su silla de ruedas, que se ve obligada a utilizar tras el accidente que la dejó paralítica. Su mejor amigo es Joey, un negro grandote y desequilibrado, con una mente infantil, que dice escuchar voces de ángeles que le hablan. Esta extraña pareja emprenderá un viaje a Memphis. El propósito declarado de él es conocer a un conocido autor de libros sobre ángeles, pero le empuja aún más el hallazgo de una carta no abierta dirigida a Jane, en que le escribe su hijo de diez años, invitándole a su primera comunión; sin que ella lo sepa, desea que asista a este acontecimiento que afecta a un hijo del que nunca le ha dicho una palabra.
El francés Olivier Dahan, responsable de La vida en rosa, escribe y dirige su primer film en inglés, rodado en Estados Unidos. Se trata de una historia sureña de trabajados personajes -con unos actores sobresalientes, donde merecen especial mención Renée Zellweger y Forest Whitaker-, muy humana, que enseguida adquiere formato de «road-movie«. De modo que seguimos a Jane y Joey, y somos testigos de sus vicisitudes: la avería de su coche, el tipo que les engaña, la amistad con una mujer a la que el marido ha dejado, el viejo cantante con el que comparten historias del folklore local sobre el intérprete de blues que vendió su alma al diablo.
Dahan logra crear la deseada atmósfera entrañable, a la que ayuda la partitura musical con canciones de Bob Dylan, y donde se arranca a cantar la mismísima Renée Zellweger en uno de los motivos más emotivos de la cinta. Y dosifica la información acerca de los protagonistas. Da idea de su pericia la escena con que arranca el film, en que un tipo trata de ligar en un bar con Jane, verdaderamente perfecta. El cineasta logra un medido equilibro de sonrisas y lágrimas en un film sobre la amistad, que también trata las desgracias que acontecen en la vida, y que hay que saber encajar para seguir adelante.
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