Generosa producción familiar, basada en los populares personajes de tebeo. La trama, entretenida, incluye situaciones y diálogos hilarantes, exalta virtudes como la valentía, la lealtad y el trabajo en equipo, y sólo debilita su tono familiar con algunas palabrotas, que deberían haberse evitado.
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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Zipi y Zape y el Club de la Canica. |
SINOPSIS
Zipi y Zape son castigados a pasar el verano en el colegio Esperanza, un centro re-educacional dirigido con mano de hierro y parche en el ojo por el temible Falconetti. Pronto descubren que es un lugar donde jugar está prohibido. Allí fundarán el Club de la Canica, la resistencia infantil que desafía la autoridad de los adultos. Con inteligencia, valentía e inquebrantable fe en la amistad, descubrirán un misterioso secreto que se oculta en el colegio y vivirán la aventura más emocionante de sus vidas.
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CRÍTICAS
Tras catear varias asignaturas, los preadolescentes y traviesos hermanos Zipi (Raúl Rivas) y Zape (Daniel Cerezo) son enviados a pasar el verano en el colegio Esperanza, un exigente centro educativo en medio del campo y dirigido con mano de hierro y parche en el ojo por el temible Falconetti (Javier Gutiérrez). Pronto descubren que es un lugar donde jugar está prohibido. Allí fundarán el Club de la Canica, la resistencia infantil que desafía a los autoritarios adultos. Con inteligencia, valentía e inquebrantable fe en la amistad, Zipi y Zape descubrirán un misterioso secreto que se oculta en el colegio, con la ayuda de otros alumnos rebeldes y de la temeraria Matilde (Claudia Vega), sobrina de Falconetti.
Después de apuntar buenas maneras en el thriller El mal ajeno, le ha quedado bastante bien su segundo largometraje al bilbaíno Oskar Santos, conocido sobre todo por sus trabajos televisivos. Se trata de una generosa producción familiar, basada en los populares personajes de tebeo, que creó en 1948 el barcelonés José Escobar para la Editorial Bruguera. El entretenido guion obvia a los divertidos padres de la pareja —Don Pantuflo Zapatilla y su esposa Jaimita— y a su sufrido profesor Don Minervo, y relata las andanzas veraniegas de Zipi y Zape con un tono y un estilo más cercano a Los Goonies o a la saga Harry Potter que al gamberro desmelene de los tebeos de Escobar. En este sentido, los incondicionales de las historietas se echarán las manos a la cabeza.
En todo caso, la trama es entretenida, incluye situaciones y diálogos hilarantes, exalta virtudes como la valentía, la lealtad y el trabajo en equipo, y sólo debilita su tono familiar con algunas palabrotas, que deberían haberse evitado. Por su parte, Oskar Santos articula una vistosa y fluida puesta en escena, con imaginativos efectos visuales, en la que aprovecha cada euro invertido. Y todos los actores cumplen con creces, dentro del premeditado histrionismo de sus interpretaciones.
Como pasaba en la saga Harry Potter, quizás la mejor interpretación la realiza la chica, Claudia Vega, tal vez porque su personaje es el que está dotado de más personalidad y matices dramáticos. Al conjunto le falta un poco de chispa y gracia, pero resulta una notable película para todos los públicos, que puede tener éxito en taquilla y abrir así nuevos caminos argumentales para el cine español. O, más bien, consolidarlos, pues los llevan abriendo desde hace años películas animadas como El Cid, Planet 51, El lince perdido, Las aventuras de Tadeo Jones o la reciente Justin y la Espada del Valor.
[Lourdes Domingo – TAConline]
El cómic creado por Jóse Escobar en 1948 entretuvo a casi 7 generaciones de jóvenes y también adultos. Emblemático de cierta cultura popular española, la del tebeo, se convirtió hace un par de años en el objetivo de un conjunto de productoras y cadenas televisivas. Todas ellas, en su conjunto, han invertido un importante capital para convertir a los mellizos en personajes de la gran pantalla. Sin embargo, quien espere ver el aire castizo y de barrio de las historias de papel no lo encontrará en esta primera versión cinematográfica. Fernando Bovaira, productor, así lo confirma: “A la hora de hacer la adaptación había dos opciones: hacer una comedia costumbrista que reflejara el mundo de Escobar en sus tiras cómicas, o hacer una gran película de aventuras para toda la familia con elementos de acción y comedia que respetara la esencia de los comics. Y nos decidimos por la segunda”.
El resultado es más que aceptable. El espíritu travieso de los hermanos creados por Escobar no se pierde. El sentido del humor gamberro tampoco. Y como novedad aparece una ambientación algo más siniestra y enigmática, pero también muy bien iluminada, lo que da lugar a una atmósfera verosímil dentro de lo inverosímil (fílmicamente) de algunos momentos.
Oskar Santos (El mal ajeno) ofrece un trabajo muy en la línea del cine de aventuras juveniles de los 80 (del que se confiesa deudor), en el que, a la vez, se atisba la influencia de la línea germana que produce bastante y de bastante calidad para esa franja de edad.
Sin datarla en un año ni en un espacio, las señales apuntan a una divertida y bien cogida atmósfera de los años 70. Las localizaciones en Hungría y Guipúzcoa, por otra parte, no importan ni tienen parte en el guión, pero resultan eficaces para su propósito inhóspito y recóndito.
A pesar de cierta exageración en la caricatura de los adultos (la carrera fílmica y televisiva de los guionistas se revela ahí) y un tono tenebroso que puede asustar a los más pequeños, Zipi y Zape y el club de la canica funciona gracias también a su esquema clásico que repite, con idiosincrasia autóctona, lo que ha funcionado en otros países.
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