Paddington: Aventura en la selva / El tesoro de la familia

Mª Ángeles Almacellas

Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Crítica de cine. Miembro del Círculo de escritores cinematográficos. Directora del curso "El arte de ver películas" en la UPM. Directora de CinemaNet-Madrid.

Diez años después de que el oso Paddington, héroe de la literatura infantil creado por Michael Bond, diera el salto a la gran pantalla, nos llega la tercera entrega, en este caso bajo la batuta de Dougal Wilson y con escritura de Mark Burton, Jon Foster y James Lamont.

Paddington vive feliz en el desván de la familia Brown, que lo ha acogido como un miembro más de la familia, en un barrio residencial de Londres. Bien pertrechado con su trenca azul y su sombrero de fieltro rojo, entra muy satisfecho en una cabina de fotomatón. Pero si Paddington es el oso más bondad-oso y más genor-osodel mundo, no es precisamente el más mañ-oso, y la aventura de hacerse unas fotos de carnet da lugar a las primeras carcajadas de la película.

Poco después, henchido de orgullo, obtiene su pasaporte británico como Paddington Brown y para ratificar su pertenencia british le regalan un maravilloso paraguas automático digno de un milord inglés.

Su alegría se ve truncada por la noticia de la desaparición de su tía Lucy, que lo recogió cuando era un cachorrillo que andaba solo y perdido, y lo crio con una entrega y un amor sin límites. Así que nuestro oso no duda ni un instante en viajar a Perú para socorrer a su amada tía. Su familia británica, que lo adora, no va a permitir que se enfrente solo a la situación y emprenden viaje y aventuras con él. Ni los padres, Henry y Mary Brown (Hugh Bonneville y Emili Morter), ni los hijos, Jonathan y Judy Brown (Samuel Joslin y Madeleine Harris), pueden imaginarse los sustos y peligros que van a tener que padecer, a cuál de ellos más hilarante.

Las peripecias por la jungla amazónica se suceden sin conceder un respiro ni a los personajes de la historia ni a las risas del espectador. Entre la lucha por el tesoro escondido en la mítica ciudad de El Dorado, en compañía de un español bipolar (Antonio Banderas), en un barco que va perdiendo piezas entre los saltos del río, o un cacharro volador manejado por la intrépida la madre superiora (una Olivia Colman en estado de gracia) de la residencia para osos jubilados, donde vivía tía Lucy, una locura sucede a otra.

Con una mezcla de imágenes generadas por ordenador e imágenes reales, y un reparto de lujo —con la presencia hasta de Hugh Grant— la película gustará tanto a los más pequeños como a mayores. Éstos disfrutarán, además, con los guiños cinematográficos a La Reina de África, a Indiana Jones a Mary Poppins…

Tal vez se pueda achacar al guion que carece de originalidad, pero no se le puede negar la capacidad de diversión, al mismo tiempo que son los buenos sentimientos los que hacen avanzar la trama. A través de la historia del entrañable osito Paddington, se pone de relieve la fuerza de los lazos familiares. La familia es el hogar para la felicidad y el refugio en tiempos de dificultad.

El trabajo de todo el elenco, principales y secundarios, es maravilloso. Hugh Bonneville y Emili Morter están extraordinarios, pero Olivia Colman y Antonio Banderas nos dejan sin palabras.

En síntesis, una película de calidad, divertida, tierna y llena de valores.

Para no perdérsela.