Cinta sobria y bien narrada, que arriesga en sus deseos de poner el acento en la normalidad y en no caer en el amarillismo, una senda que resultaba fácil tomar, y que quizá habría atraido público por aquello del morbo. Ofrece una interesante reflexión sobre muchos aspectos que rodearon la vida de Lady Di: la presión de la prensa, el desprecio de Palacio, su conocida filantropía.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Diana. |
SINOPSIS
Cuando la princesa Diana voló a Pakistán en mayo de 1997, fue a conocer a la familia del Dr. Hasnat Khan, el hombre con quien deseaba casarse. Diana, una de las mujeres más famosas y bellas del mundo, esperaba persuadir a la madre del Dr. Khan haciéndole ver que sería la esposa adecuada para su hijo. De haber tenido éxito, los acontecimientos de aquel verano podrían haber sido muy diferentes…
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CRÍTICAS
[Juan Orellana – Alfa y Omega]
Aproximarse a una figura tan conocida como controvertida, y por otra parte, tan reciente, como es princesa Diana de Gales, es una empresa de alto riesgo. Un director de cine que asuma esa tarea sabe de antemano que siempre habrá sectores que critiquen duramente su película, y mucha gente denunciará carencias, discutirá perspectivas, harán matices o estarán en desacuerdo con múltiples aspectos. Dicho esto, y comprobando cómo efectivamente Diana ya ha generado polémicas, y ha sido duramente tratada por muchos comentaristas, hay que decir que en su conjunto es una película lograda. Ciertamente, la historia no está al nivel de El hundimiento (2004), el otro biopic del alemán Oliver Hirschbiegel. Está más cerca de otras cintas suyas interesantes, pero no redondas del todo, como Invasión (2007) o Cinco minutos de gloria (2009).
Este director alemán se basa en el libro El último amor de Diana, escrito por Kate Snell en 2000, y ahora convertido en guión por Stephen Jeffreys (The Libertine). El argumento se centra en el romance secreto que Lady Di (Naomi Watts) mantuvo con el cirujano de origen pakistaní Hasnat Khan (Naveen Andrews). Esta relación comenzó en 1995 tras hacerse público el adulterio del Príncipe de Gales, y acabó dos años después, por decisión de Hasnat, cuyas tradiciones musulmanas hacían casi inviable el enlace matrimonial. Diana era una cristiana divorciada, y la madre de Hasnat, Naheed (Usha Khan), se negaba a aprobar la relación. Es justo después de este fracaso —el enésimo mazazo emocional de la princesa— cuando ella inicia su relación con el egipcio Dodi Al-Fayed (Cas Anvar), que apenas duró unos meses.
La película tiene muchos paralelismos con el reciente biopic de Marilyn Monroe, Mi semana con Marilyn (Simon Curtis, 2011), en el sentido de que muestra a una mujer frágil, sinceramente deseosa de un amor verdadero, e irremediablemente rota por el cúmulo de fracasos y traiciones. El retrato que se hace de ella —portentosamente interpretada por Naomi Watts—, así como el de su amante —que interpreta Naveen Andrews—, es sustancialmente equilibrado, y ni cae en el menosprecio ni en la hagiografía fácil. La dirección artística es esmerada, y el conjunto resulta brillante. Ciertamente, la película es un poco roma desde el punto de vista del desarrollo dramático y emocional, y le falta fuerza y algo de ritmo. Pero dado lo difícil del reto, el resultado es muy aceptable, y ofrece una interesante reflexión sobre muchos aspectos que rodearon la vida de Lady Di: la presión de la prensa, el desprecio de Palacio, su conocida filantropía…
La princesa está triste y sola
La princesa Diana de Gales atraviesa una época difícil por la separación de su marido Carlos, que le ha sido infiel. Sola y deprimida, se siente atrapada en una especie de torre de marfil, donde con dificultad ve a sus hijos, una vez cada cinco semanas, a la vez que debe cumplir con los deberes ligados a su pertenencia a la casa real. En la visita a un hospital conoce al cirujano pakistaní Hasnat Khan, del que se enamorará perdidamente. ¿Pero puede vivir lady Di una relación normal, siendo el continuo foco de atención de los medios, y de modo muy especial de los papparazzi?
La mayoría del público conoce la relación de Diana de Gales con Dodi Fayed, que murió con ella en un trágico accidente de automóvil en París el 31 de agosto de 1997. Menos información hay sobre su romance con Hasnat Khan, pues ninguno de los dos ha hablado nunca de ello en público, de modo que el guión del autor teatral Stephen Jeffreys, que se basa sobre todo en un libro de Kate Snell, debe esforzarse en imaginar cómo pudo ser esa relación que algunos de los amigos de Diana describieron como “el amor de su vida” y por qué no prosperó.
Resulta una jugada inteligente que el director del film no sea un británico, sino el alemán Oliver Hirschbiegel, que ya abordó un personaje real de pelaje muy diferente, Adolf Hitler, en la impresionante El hundimiento. De este modo puede tratar esta historia con cierto desapasionamiento, y de hecho se orilla mucho la responsabilidad del adúltero príncipe Carlos en la desgraciada vida de Diana, para poner el acento en el modo en que ella encara su nueva situación en triste soledad, y las dificultades para poder llevar una vida normal por la atención mediática que despierta.
La historia de amor entre Diana y Hasnat está descrita con delicadeza y sensibilidad, sin grandes aspavientos, lo que vemos resulta creíble: el enamoramiento y las pocas perspectivas que ofrece la relación, el estrés de estar permanentemente bajo los focos y los complejos por la posibilidad de pasar de “gran cirujano” a “protegido de la princesa”. Naomi Watts hace un trabajo muy convincente, y Naveen Andrews le sigue el paso sin complejos.
Hay aspectos en que el film cojea: la poca presencia de los hijos de ella, que deben ser mencionados con frecuencia para no quitarles importancia; la desdibujada relación con Fayed, que parece casi una excusa para provocar celos en Hasnat; el pasar de puntillas sobre cuál debe ser el papel público de Diana en su situación de divorciada, más allá de su ir por libre en su implicación en causas humanitarias como la prohibición de la fabricación de minas antipersona. Pero en general puede decirse que es una cinta sobria y bien narrada, que arriesga en sus deseos de poner el acento en la normalidad y en no caer en el amarillismo, una senda que resultaba fácil tomar, y que quizá habría atraido público por aquello del morbo.
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