Película notable, con pasajes espectaculares y cinéfilos golpes de humor, que se ve un tanto devaluada por culpa del guion, poco fluido y un tanto caótico. Ofrece certeras críticas a la adicción a los videojuegos y a la especulación inmobiliaria, así como una enriquecedora y nostálgica exaltación del amor, la amistad, la solidaridad, el trabajo en equipo y el verdadero espíritu deportivo frente a su mercantilización.
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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Metegol. |
SINOPSIS
Amadeo es un fenómeno jugando al futbolín y está enamorado de Laura, su mejor amiga, aunque nunca se ha atrevido a decírselo. Desde pequeño se ha pasado la vida jugando al futbolín en el bar que su padre regenta en un pueblo pequeño, donde el tiempo pasa sin sobresaltos. Su vida tranquila se termina el día en el que “el Crack”, un joven del pueblo convertido en el mejor futbolista del mundo, vuelve dispuesto a vengarse de la única derrota de su vida: la que sufrió frente a Amadeo jugando al futbolín siendo niños. Con el futbolín, el bar y su corazón hechos pedazos, Amadeo descubre algo mágico: los jugadores de su querido futbolín hablan ¡y mucho! Guiados por su líder, el carismático Capi, los jugadores del futbolín y Amadeo se embarcarán en una fantástica aventura para salvar a Laura y al pueblo. En este camino se convertirán en un verdadero equipo y conocerán el amor, el respeto, la amistad y la pasión. Pero, ¿hay en el mundo y en el fútbol lugar para los milagros?
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
El cineasta bonaerense Juan José Campanella se ganó un merecido prestigio por sus trabajos en diversas series televisivas estadounidenses —como Strangers with Candy, Ley y orden o House— y en largometrajes argentinos como El niño que gritó puta, Y llegó el amor, El mismo amor, la misma lluvia, El hijo de la novia o Luna de Avellaneda. Finalmente, triunfó en todo el mundo con El secreto de sus ojos, Oscar 2010 a la mejor película en habla no inglesa. Ahora, en Futbolín, transforma el cuento Memorias de un wing derecho, del escritor rosarino Roberto Fontanarrosa, en una especie de híbrido entre Toy Story y Luna de Avellaneda.
Un padre relata a su hijo —que vive enganchado a la consola de videojuegos— la alucinante historia de un chaval como él. Ya de niño, Amadeo era el mejor jugador de futbolín del bar que su padre regentaba en una pequeña ciudad argentina. Y ya entonces, el enclencle y desgarbado Amadeo estaba enamorado en secreto de la guapa Laura, su mejor amiga. El momento culminante de su infancia fue cuando ganó en el metegól a El Grosso, un atlético y presumido chaval de su edad. Años después, Amadeo sigue siendo tímido y bondadoso, sigue trabajando en el bar de su padre, sigue jugando al futbolín —ya bastante ajado— y sigue sin atreverse a manifestar su amor a Laura, que está más guapa que nunca.
En ésas, retorna al pueblo El Grosso, que ahora es un rico y famoso jugador de fútbol profesional, al que llaman El Crack. Su oscura intención es vengarse de aquella humillación infantil comprando todo el pueblo para transformarlo, con ayuda de su siniestro manager, en una ciudad sofisticada, con un gran estadio y numerosos casinos. Pero, al poco de que Grosso le destruya el bar, Amadeo descubre que, por arte de magia, los jugadores de su querido futbolín han cobrado vida. Liderados por el carismático Capi, ayudarán a Amadeo y a otros jóvenes frikis del pueblo en su lucha contra El Crack. Un lucha que culminará, claro, en la cancha de fútbol.
Esta ambiciosa coproducción hispano-argentina de animación en 3D estereoscópico —la primera película argentina con esa técnica— goza de una estupenda animación por ordenador, en la que se aprecia para bien la labor de supervisión del magnífico animador español Sergio Pablos, tanto en los imaginativos fondos como en el diseño y la gestualidad de los personajes, aunque algunos resultan demasiado parecidos al de otras producciones animadas recientes.
Sin embargo, ese esfuerzo técnico se ve un tanto devaluado por culpa del guion, poco fluido y un tanto caótico, quizás por un exceso de personajes y tramas paralelas. En todo caso, se trata de una película notable, con pasajes espectaculares y cinéfilos golpes de humor, como ese futbolero homenaje inicial a 2001, una odisea del espacio, de Stanley Kubrick, o ese otro a Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola. Además, ofrece certeras críticas a la adicción a los videojuegos y a la especulación inmobiliaria, así como una enriquecedora y nostálgica exaltación del amor, la amistad, la solidaridad, el trabajo en equipo y el verdadero espíritu deportivo frente a su mercantilización. Por eso no sorprende que haya sido un exitazo en Argentina. Veremos cómo funciona en España.
[Esther Rodríguez – TAConline]
La primera incursión de Juan José Campanella en el mundo de la animación no ha podido ser más afortunada. Toma como punto de partida un cuento del escritor argentino Roberto Fontanarrosa; un relato muy breve en el que recoge, en primera persona, las reflexiones sobre el fútbol de uno de los muñecos de un futbolín.
A partir de ahí, ha elaborado una entretenida aventura, en la que es fácil encontrar rasgos de películas del Oeste (en gran parte debido a la banda sonora), experimentos de ciencia ficción e incluso algo de terror futurista en las escenas del vertedero. Si a esto añadimos la épica de David contra Goliat y la apuesta por el trabajo en equipo y la capacidad del pueblo unido (fantásticos el cura, el policía y “Deditos, el ladrón oficial) de enfrentarse a los poderosos, el resultado es una película que en nada tiene que envidiar a los gigantes de la animación como Pixar o Dreamworks.
Campanella, acostumbrado a dirigir grandes series de televisión en Estados Unidos (House, Ley y Orden…) e intimistas producciones argentinas (recordemos tan solo El hijo de la novia o Luna de Avellaneda, de la que el propio director opina que Futbolín es una adaptación infantil), es capaz de ofrecernos una síntesis del cine de acción comercial con un toque nostálgico, más cercano a sus orígenes, y a la vez universal, como se puede apreciar en las escenas iniciales del pueblo, en los lugareños del bar o en la contraposición del futbolín con los juguetes tecnológicos actuales (algo que ya estaba presente en el relato de Fontanarrosa).
La única pega que encontramos es la de definir el público al que va dirigida la película. Seguro que Futbolín entretendrá a espectadores de todas las edades, pero creo que solo un adulto (sobre todo si le gusta el fútbol) podrá apreciar y disfrutar todos los matices de este espectacular guión.
Gran parte de lo brillante de este film es la galería de personajes, en especial los muñecos del futbolín. Encontramos todos los caracteres habituales en nuestro fútbol (y en nuestro mundo) moderno: el psicólogo argentino, el latino narcisista, los italianos “malparittis” o los parcos germánicos… Todos de una locuacidad extraordinaria a través de divertidos diálogos llenos de tópicos muy fáciles de reconocer, como digo, para un público adulto y futbolero pero que pueden cansar a los niños o a un público pretendidamente “intelectual” (aunque a estos últimos les pueda gustar el laboratorio genético o las esculturas de Grosso).
También la perfección lograda con la animación 3D puede jugar en contra del espectador benjamín, ya que algunas escenas, en concreto las de las ratas del vertedero, son tan realistas que quizá resulten demasiado violentas y agresivas para niños muy impresionables. Pero, como digo, todo esto no son más que advertencias y pequeños inconvenientes que no rebajan en nada la calidad de esta película.
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