Un Liam Neeson apoltronado en su registro de acción se pone por tercera vez en la piel del ex agente Bryan Mills, ahora acusado de un asesinato que no ha cometido. Las escenas de acción están por encima del guión y del mensaje de amor y sacrificio de un hombre hacia su familia, apenas un marco y no un fin. Para pasar el rato.
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ESTRENO Título Original: Taken 3. |
SINOPSIS
La reconciliación de Bryan Mills se ha visto inesperadamente truncada tras el brutal asesinato de su ex mujer. Consumido por la ira y acusado de dicha muerte, Mills se ve obligado a huir de la implacable persecución de la CIA, el FBI y la policía. Una vez más, deberá usar sus habilidades especiales para hacer justicia, dar caza a los verdaderos asesinos y proteger lo único que le queda en la vida: su hija.
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CRÍTICAS
[Enrique Almaraz – Colaborador de CinemaNet]
Liam Neeson vuelve a las andadas en su tercera interpretación de Bryan Mills, tan activo y eficaz como de costumbre, pero con una mayor conciencia sobre el paso de los años en su persona y los que lo rodean. Esa carga de sensibilidad toma protagonismo en el mismo inicio y condiciona y subraya la actitud de Mills en los sucesivos acontecimientos de una trama que no tarda en aparecer. El agente retirado es acusado injustamente de un asesinato en su entorno cercano y, durante su huida de las autoridades, investiga las causas del mismo al tiempo que pone todos los medios a su alcance para proteger a su hija.
Llama la atención esa costumbre del cine contemporáneo de volver a rodar la misma película una y otra vez. Aquí consiste en reunir las características previas del personaje de Bryan Mills —no demasiado distintas a las de héroes de semejante corte—, dotarlas de un lado sensible y arquetípico —el instinto que el tiempo le robó como padre resurge ahora a las puertas de convertirse en abuelo aunque aún no lo sepa— y plantarlo en una situación recurrente, vista, con desigual éxito, desde en “El fugitivo” a telefilms de sobremesa para tardes de domingo aburridas. Esas virtudes familiares y protectoras son lo más destacable de Mills desde el punto de vista humano, pero por repetitivas se vuelven de insuficiente valoración. Todo el conjunto prefiere volcarse en el ritmo y Oliver Megaton, director de las dos últimas de la trilogía, deposita sus energías en tal efecto. Así, cuenta con un montaje brusco, que si bien ayuda y funciona bien en determinados momentos, en otros la violencia y la cercanía de sus planos cortos produce desorientación y pérdida de la perspectiva espacial. No faltan tampoco algunos trucos sacados de la manga, sin más explicación que el carnet de perro viejo en poder de Bryan Mills, aún en muy buena forma. Por lo menos, la aparición de la comparsa veterana formada por otros tres jinetes en auxilio del protagonista ha sabido guardar la prudente distancia para la preservación de su dignidad, sin un más que probable viraje de género y condiciones muy poco atractivo que pudiera producirse en una desaconsejada —y a instancias del cartel, desechada— cuarta entrega. Con todo, la película proporciona minutos de distracción y un razonable número de secuencias que gustarán a los aficionados al género, aunque para ello hayan de poner la mente en blanco con respecto a las serias carencias del guión.
Estas palabras y su consecuente negatividad no pretenden echar por tierra los puntos fuertes de la película, todos ellos en el apartado de la acción, son apenas un pesar para a quienes expresiones como “se deja ver” o términos como “entretenida” les saben, nos saben, a poco.
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