Os presentamos un melodrama de aire clásico, muy bien elaborado, sobre las peripecias de una ingenua joven que se ve obligada a emigrar desde un pueblecito irlandés hasta Estados Unidos a mediados del siglo XX.
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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Brooklyn |
SINOPSIS
En los años 50, Eilis, una joven e inocente chica irlandesa se va a Nueva York en busca de una nueva vida, ante las pobres expectativas de futuro que le depara su pueblo natal. Cuando ya ha encontrado la estabilidad en Brooklyn, un suceso familiar hará que vuelva a su tierra. Allí verá tambalearse su mundo incipiente y tendrá que poner en juego su libertad.
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CRÍTICAS
[Sara Ariño. Colaboradora de Cinemanet]
Se trata éste de un melodrama de factura clásica, sencillo en su planteamiento y cuyo desarrollo fluye sin estridencias, aunque hay que reconocer que hay en él algún giro de guión un tanto forzado. Trata sobre una joven irlandesa cuyo porvenir en su patria, sin estudios, sin novio y sin trabajo, es más bien negro, que emigra a Estados Unidos en los años 50 del siglo XX, instalándose en Brooklyn, hasta que un hecho fatídico la obliga a volver a Irlanda.
A lo largo de la película, vemos la transformación de su protagonista absoluta – rara es la secuencia en la que no aparezca Saoirse Ronan, inconmesurable en su papel, con esa mirada tan limpia y transparente, que parece iluminarlo todo – desde que es una jovencita de pueblo que jamás ha salido de él hasta que se convierte en una elegante mujer capaz de causar la admiración de todos cuando vuelve a su tierra.
De hecho, nos encontramos ante una película sobre la inmigración que adopta una óptica diferente a la que solemos estar acostumbrados. Si habitualmente se nos presentan las dificultades legales y económicas de los inmigrantes – pensemos en la excelente película francesa Samba – , en este caso la situación es bien distinta. La protagonista emigra legalmente, con trabajo y alojamiento asegurados, y encuentra personas bien dispuestas a ayudarle: la paciente jefa en los grandes almacenes en que trabaja, la casera de buen corazón, el cura, personaje sobre el que me extenderé un poco más adelante, y otros sobre los que no conviene desvelar nada en esta crónica. Por lo tanto, el drama, porque drama es, sin duda, está construido, no en los factores externos que la inmigración conlleva, sino en aquellos internos que son inevitables por muy bien que vayan las cosas: la soledad, la nostalgia, la añoranza de los tuyos.
El hecho de que se sitúe en los años 50, quizás la época dorada del melodrama en el cine – pensemos en las obras maestras de Douglas Sirk, como Escrito sobre el viento o Imitación a la vida – también ayuda a subrayar los elementos melodramáticos del filme. Además, se produce un fenómeno un tanto curioso. Del mismo modo que la protagonista siente nostalgia por su tierra, el espectador empieza a añorar aquellos tiempos aunque no los haya vivido: esos bailes parroquiales donde encontrar un buen marido, el ir al cine todas las semanas como principal fuente de entretenimiento, los primeros baños en el mar con aquellos trajes de baño,… Y aunque no todos los personajes son precisamente simpáticos – ¡Oh la señorita Kelly! – uno acaba con la sensación de que aquella era una época mucho más inocente y buena que la nuestra.
He comentado antes que aparece un cura en la película. Se trata de un personaje absolutamete positivo: también irlandés, es capaz de empatizar con nuestra protagonista en su tristeza; es entregado, alegre, sensato y, ante todo, un hombre de fe. ¡Alegra ver este retrato de un buen cura de vez en cuando en las salas de cine!
En resumen, una película notable, que hará pasar un rato agradable y echar alguna que otra lágrima a los amantes de los buenos melodramas y que os dejará un buen sabor de boca si os decidís a acudir a verla.
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