Aviso: los artículos de “Análisis desde la fe” incluyen spoilers. Pretenden ser ayudas para cinefórums, para aquellos que ya hayan visto la película. Si no la has visto y no quieres conocer detalles de la trama, no sigas leyendo.
The Nativity Story es una película que no transmite espiritualidad. Cuenta una historia, y muestra evoluciones de personajes, con mucho contenido para contemplar y meditar; pero resulta, en términos globales, teológicamente fría y distante, singularmente por su tratamiento de María –una mirada protestante. Destaca, sin embargo, un magnífico tratamiento de José. Es una cinta manifiestamente mejorable, pero, por encima de sus sombras, es una película para discutir y conocer mejor la mirada protestante (y, por contraste, la católica) sobre María.
La película The Nativity Story está dirigida por la presbiteriana Catherine Hardwicke –que luego se haría famosa dirigiendo Crepúsculo-, e interpretada por Keisha Castle Hughes como María y por Oscar Isaac como José. Fue, desde su estreno en 2006, muy criticada en algunos círculos católicos [1] y, al mismo tiempo, ampliamente promovida en parroquias, especialmente en estas fechas.
La ausencia de otras películas de calidad sobre el Nacimiento de Cristo la sigue situando, muchos años después de su estreno, entre las recomendadas por sacerdotes para ambientarnos en estas fiestas navideñas. Sigue sin hacerse una película sobre el Acontecimiento de Belén que mantenga el sabor del Evangelio y de la tradición, si exceptuamos la fantástica película infantil de animación Se armó el Belén.
En este artículo pretendo resumir los puntos que parecen más críticos de The Nativity Story, intentando explicar por qué la película nos resulta atractiva y, al mismo tiempo, útil para comprender la diferencia en la mirada que protestantes y católicos tenemos sobre la madre de Jesús.
Por claridad, he agrupado las críticas en dos grupos. El primer grupo relaciona aquellos momentos que se refieren a la fidelidad a los Evangelios. Dejaremos para un segundo grupo los puntos más enjundiosos, aquellos en los que los comentaristas han considerado que se ataca el dogma católico de la Inmaculada Concepción de María.
¿Fidelidad a los Evangelios?
En un primer grupo podemos comentar las diferencias entre los momentos que aparecen relatados en los Evangelios y su traslación a imágenes. Podrían ser los siguientes:
- La Anunciación. El ángel la saluda: “¡Salve, oh elegida!”, pero no menciona el “llena eres de Gracia”, traducción habitual de la expresión original griega que diría, literalmente, “la que ha sido llenada de Gracia”. Esta expresión llamativa y desusada es uno de los fundamentos bíblicos del dogma de la Inmaculada Concepción. Por el contrario, el discurso del ángel comienza directamente con “El Señor está contigo” y mantiene puntos claves de los Evangelios, pero carece del lenguaje lleno de resonancias veterotestamentarias que utiliza el enviado de Dios en la Sagrada Escritura.
- El Magníficat. Esta preciosa oración de María aparece sólo al final –en la huida a Egipto- fuera del contexto y con un significado truncado: Se omiten las líneas de apertura: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las naciones”, comenzando con la afirmación de que “el Poderoso ha hecho obras grandes” cuando debería haber sido “el Poderoso ha hecho obras grandes por mí” (Cf Lc 1:49). La diferencia no es sutil: quita todo el protagonismo a la Virgen en la obra redentora de Cristo.
- Los Reyes Magos. En esta película, los Reyes Magos juegan un papel divertido. El iluminado Melchor, el renuente Gaspar y el acomodado Baltasar dan el punto de humor a la película. Claramente la directora ha podido tomarse las licencias que ha querido al presentar unos personajes que no aparecen en los Evangelios tal y como actualmente les conocemos. Al fin y al cabo, el Evangelio de Mateo sólo habla de “unos magos de Oriente”. Sin embargo, sí se nos dice algo más: los “magos” evitaron a Herodes en su vuelta tras adorar al Niño porque “recibieron en sueños un oráculo”, lo que ha sido interpretado siempre como un mensaje de un ángel. Esa escena se cambia: según el guionista de esta cinta, los tres reyes esquivan a Herodes porque no se fían de él. Es la acción humana, no la acción sobrenatural, la que les hace huir del rey judío.
Los dos primeros puntos dan el tono de lo que realmente ocurre en la película. El ángel saluda a María como “elegida”, y el Magníficat, que por intensidad narrativa es trasladado al muy emotivo final, le quita todo el protagonismo a ella. Y el tercero nos hace pensar algo que será frecuente en la película: la excesiva creatividad y la “des-sobrenaturalización”, la minimización de la acción de la Gracia para centrarse en la acción de la voluntad humana, punto muy propiamente calvinista.
De acuerdo que hay poco material en los Evangelios sobre la infancia de Jesús, y que, por tanto, el guionista debe interpretar e inventar muchos puntos pero ¿por qué quitar justo aquellos momentos de los que sí tenemos constancia evangélica?
Me gustaría señalar, sin embargo, el precioso recorrido personal que hace Gaspar: desde la increencia hasta la adoración. Él es quien, finalmente, sin casi poder hablar, otorga el regalo de mayor profundidad, quien más se ha acercado al misterio de Cristo: “Mirra, para honrar tu sacrificio”. Pero sigamos con el análisis.
María, ¿Inmaculada?
En este segundo grupo entramos en la materia más relevante, relacionada con aquellos puntos en los que los críticos consideran que se ataca el dogma de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María. Se mencionan los siguientes puntos:
- María duda de la Palabra de Dios. Según los críticos cuando ella al escuchar el anuncio pregunta al ángel: “¿Cómo es posible?”, lo hace moviendo la cabeza en signo de negación. Un segundo momento de duda aparece yendo a visitar a Isabel, cuando suspira a Dios diciendo: “¡Por favor, Señor, haz que Isabel esté encinta tal como me dijo el ángel!”
- María miente. A San Joaquín, su padre, los soldados enviados por Herodes le quitan un asno de su propiedad. José lo recupera comprándolo y se lo da a María y le dice: “Dile a tu padre que se lo dejaron olvidado, así conservará su orgullo”.
- María se rebela contra sus padres. Cuando los padres de María eligen a José como su futuro esposo, ella muestra desagrado y dice: “¿Por qué me obligan a desposarme con un hombre que no amo?”. La escena termina con María yéndose de casa y dejando plantados a sus padres y a su futuro esposo.
- María, falta de esperanza. Tras haber sido prometida a José y el enfado de María, Santa Ana se acerca para consolar y animar a su hija. En un momento de la conversación, le dice: “…Siempre hay esperanza”. A lo que esta María replica: “¿Incluso en Nazaret?”.
- María se enreda en la adivinación. Cuando, de camino a Belén, José y María pasan por Jerusalén, una adivina les regala dulces y lee la mano de María, diciéndole que su hijo será varón. Los críticos claman que María debía haber retirado rauda la mano, sabiendo que la adivinación era abominable ante Dios para un judío (véase Dt 18:10), cuanto más para la Inmaculada.
- María, falta de caridad. Cuando llegan los soldados de Herodes a recaudar los impuestos a Nazaret, uno de los campesinos no puede pagar, por lo que se llevan a su hija como esclava, en una escena llena de gritos y violencia, ante la impasibilidad o impotencia de María, José y el resto de los vecinos. En otro momento, volviendo de visitar a Isabel, se encuentran en el camino con un grupo de “rebeldes” judíos crucificados en árboles por los romanos y María parece impasible. En un momento del camino hacia Belén, el burro que llevaba a una mujer detrás de María y José se cae y ellos siguen “como si nada hubiera ocurrido”. Y, finalmente, se encuentran con un pastor, ya cerca de Belén. El pastor les invita a descansar en su fuego y les habla de sus sueños y desesperanzas. María y José se van sin darle ni siquiera una palabra de consuelo, aunque con significativas miradas entre ellos, sabedores de que su Hijo es el Salvador, el auténtico consuelo que el pastor espera, pero sin decirle nada a él.
- Dejo para el final el punto más espinoso: el parto de María. La María de esta película pare con dolor. Los críticos afirman rotundamente que dada la Inmaculada Concepción de María, a ella no le cabe la misma maldición que a las demás mujeres: “con dolor parirás a tus hijos” (Gn 3:16b). Por tanto, María no debió sufrir en el Parto.
Hay algunos detalles más que, por brevedad, no incluyo. Baste esto para dar una idea global.
Para mí el punto fundamental es la duda de María en el viaje a la casa de Isabel. Ciertamente, no se entiende con la perspectiva católica que María le pida a Dios que sea verdad la palabra que le ha dado el ángel. Que le pida a Dios que se cumpla la palabra de Dios significa que no cree la palabra de san Gabriel, que no confía en Dios. Esa duda hace a María más “como nosotros”, con sus dudas y sospechas, pero la aleja de quien ella era en realidad, “la esclava del Señor”, totalmente confiada en Dios.
Lo demás me parece más sencillo de explicar, aunque no lo comparta. Entiendo que se interprete que María se molesta con sus padres por decidir el futuro por ella. Quizá sea anacrónico pero, fabulemos un poco: ¿Cómo habría reaccionado nuestra Madre del Cielo si, habiendo hecho una “promesa” de virginidad como sostienen algunos teólogos católicos, sus padres le escogen esposo con tan sólo 14 o 15 años de edad?
No lo sé, pero un enfado (que desaparece pronto en la película) no me parece una reacción extraña. Ciertamente, hay otra mirada católica sobre María, que la indica como una mujer que quería a José, su esposo, y que habría aceptado dócilmente el matrimonio y, quizá, confiando en que José sería el instrumento de Dios para proteger su “intención” de permanecer virgen o, simplemente, abandonándose en Dios que le mostraría cómo actuar [2].
No aparece en la película indicada esta “intención” de virginidad, aunque es muy llamativo que María no da a José ni un casto beso en la mejilla en toda la cinta. Pero que no apareciese esa promesa explícitamente no es sorprendente: los exegetas lo han afirmado desde antiguo a partir de las palabras de la Virgen.
Es cierto que ciertas expresiones de María en la película resultan ambiguas, pero desconozco si no serán fruto del doblaje al español. María le dice al ángel que no entiende cómo será posible que ella conciba, pues “no he yacido con un hombre”. Y, según María, tras los esponsales la ley le obliga a permanecer pura durante un año. En ninguna de las dos frases dice nada de lo que ocurrirá después.
Siempre he pensado que una mujer joven, prometida ya con un varón, a quien el ángel le dice que va a ser madre, no habría preguntado “¿cómo va a ser eso?” a no ser que hubiera algo que la hiciese desconcertarse. María conocía los milagros de la Escritura de mujeres estériles y los anuncios de nacimientos, pero en el Antiguo Testamento los niños siempre habían sido concebidos “de manera natural”, por las relaciones de sus padres.
Ella, al ser advertida de eso, no debía esperar que el ángel le explicara la teoría de las flores y las abejas, pues seguro sabría cómo “vienen” los niños. La pregunta muestra una sorpresa ante un anuncio que no encaja con su intención de virginidad, que ella debía saber que era inspirada por Dios.
Por eso lo pregunta: ¿cómo encaja este anuncio en mi intención de “no conocer varón”? Pero no es fácil inferir la extensión de esa intención a partir de los Evangelios; se necesita conocer el contexto histórico, las expresiones de piedad y las expresiones concretas de María para afirmar esta intención perpetua.
La posible falta de caridad de María ante la caída de sus compañeros de viaje también puede discutirse. Ciertamente es una reacción sorprendente la que tienen José y María, pero hay que indicar que la mujer es inmediatamente auxiliada por su propia familia y puesta de nuevo en pie sin apenas dar tiempo a José a reaccionar más que con un sentido: “su caballo está débil”.
En la trama, este hecho se utiliza para justificar el posterior desarrollo argumental: durante el viaje, tienen que ir racionando la comida. José reparte el alimento, quedándose él con una pequeña parte, que a su vez, tras un bocado o dos, esconde para dárselo al burro y mantenerle así más fuerte.
Las demás escenas no quedan tan claras como parece: ciertamente Ana sujeta a María y le grita para que se quede quieta cuando los soldados raptan a la mujer; parece así querer indicar la directora que a María le parecía una injusticia pero ¿qué otra cosa podía hacer? Igualmente ante los crucificados ¿qué podía hacer María?
Personalmente, creo que lo menos comprensible de todo es el encuentro con el pastor. Él, que había declarado que su único regalo en la vida había sido vivir esperando un regalo, es el primero en recibir la anunciación y en llegar al Pesebre. María le reconoce. Es un momento muy tierno y emotivo. Aunque, ciertamente, yo hubiese esperado una palabra de consuelo de parte de María en su primer encuentro. Es una oportunidad desaprovechada que, junto con las anteriores ocasiones mostradas por la directora, transmite una imagen de frialdad sobre María.
La adivinación podría haber sido resuelta de otra manera, no hay duda. Pero da la impresión de que María no sabía lo que la mujer iba a hacer. La adivina no se presenta como tal, sino que le ofrece dulces y luego le coge la mano. Y, acto seguido, la adivina queda “desautorizada”, cuando le dice a José, el supuesto padre, que “no hay nada más bonito que verse reflejado en un rostro joven”. La directora aquí ha querido poner un eslabón en el proceso de José de asimilación del embarazo de María y su propia relación con el Niño que va a nacer. ¿Podría haberse realizado de otra manera más ortodoxa? Seguramente.
La mentira piadosa es, incluso, comprensible desde un planteamiento humano, aunque personalmente dudo que la Inmaculada se hubiese expresado así. Ciertamente, en un momento posterior María le dice a José que nunca le pediría que mintiese. Y la desesperanzada respuesta de María “¿Incluso en Nazaret?”, a mí me recordó a Natanael (“¿De Nazaret puede salir algo bueno?”). Pero María no es Natanael…
Entremos en el tema del parto. Este tema ha sido una piedra de escándalo para los críticos más acérrimos de esta película. El dogma proclama que María fue “virgen antes del parto, virgen durante el parto y virgen después del parto” en la preciosa fórmula de Pio V que el Papa Juan Pablo II desarrolló en la Audiencia General del 28 de agosto de 1996 [3].
Sin embargo, el dogma no exige creer que María no sufriese durante el parto. La Iglesia no se ha definido explícitamente. Ciertamente, casi todos los grandes Padres y Doctores de la Iglesia, incluyendo a San Ambrosio, San Agustín y Santo Tomás de Aquino enseñaron que la Virgen no sufrió dolores de parto, porque María no tiene ni sombra de pecado original, por lo que no estaba sometida al “parirás con dolor” [4].
Éstas son opiniones verdaderamente muy autorizadas y fundadas, pero no han sido adoptadas como dogma. El padre Jordi Rivero tiene publicada en la página web de las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María una recopilación de argumentos a favor y en contra completamente ortodoxos que os invito a leer. Por otra parte, ver a María sufrir en el parto la acerca a la experiencia humana de todas las que han sido madres.
Como dice Pablo Ginés en ForumLibertas: “Quizá la forma de expresar esto de la directora Hardwicke es el contraste entre el parto de Isabel y el de María, sencillo y sin gritos. Pero puede que sea insuficiente para muchos católicos”. Por cierto, puede ser casualidad o no, pero el Niño Dios nace en la tercera contracción de María, tras un fundido en blanco al quedar María cegada por la luz de la estrella…
Conclusiones
Mi opinión personal es que la María de la que trata la película es una María según la teología protestante, conforme a la religión de la directora. Los luteranos no consideran que María fuese preservada del pecado original por los méritos de su Hijo. Por tanto, era una como cualquiera, con sus dudas, con su miedo, con sus pecados, sin ningún otro protagonismo que haber sido “elegida” misteriosamente por Dios, y como tal la saluda este Ángel.
No obstante, la María de esta película es muy profunda; contiene momentos que sirven de gran meditación para un católico. Es muy interesante cómo en varias discusiones sobre la película en las que he estado presente, los participantes han tenido que formular y pensar detenidamente sobre los contenidos de su fe, y enfrentarlos con la opinión del mundo y con la propuesta de esta película. Sin duda, invita a pensar y creo que eso siempre es bueno.
La figura de María en la película resulta a menudo demasiado seria y triste para la habitual mentalidad católica. Hay momentos en los que ciertamente la simbología está mal elegida, como cuando una serpiente asusta al burro mientras cruzan un río, tirando a María y convirtiendo a José en protagonista de un tierno rescate. La imagen no es ofensiva, pero contrasta muy vigorosamente con el decidido Cristo de Mel Gibson pisando la serpiente en el Huerto de los Olivos, la tierna y decidida joven de Se armó el belén o la triunfante Señora del Apocalipsis.
Sin embargo, es muy bonito ir viendo como María se enamora de José durante el viaje, evolucionando desde la resignación por obediencia a sus padres a un completo amor por su esposo. O como se preguntan acerca de cómo será su Hijo, cómo será su futuro y su vida.
También es importante considerar, no como justificación, sino como un elemento a tener en cuenta, que es diferente la María de Belén a la María de Jerusalén: la María de la Pasión en Jerusalén ha vivido treinta años con su Hijo; Él ha dedicado treinta años a preparar a su madre para su propia Pasión. El efecto de Cristo en María Inmaculada debió haber sido muy notable.
La figura de José es realzada en esta película. Es muy emocionante ver, por ejemplo, de qué manera José va aceptando al Hijo de la mujer de la que está devotamente enamorado. Aunque, según esta cinta, en un primer momento no creyese a María [6], tras su sueño José acepta que el Niño es Hijo de Dios, pero tarda mucho en aceptar que él tenga que ser el padre en la tierra.
La terrible discusión con María, Ana y Joaquín sobre el inesperado embarazo expresa muy claramente el profundo dolor de un hombre justo que “siempre ha buscado el honor”, honor al que renuncia por amor a su esposa tras el mensaje del ángel. La escena de la adivina permite a la directora reflejar el hondo sufrimiento que experimenta José al no ser el padre “real”, pero ese dolor va evolucionando a una contemplación de un misterio al que no sabe cómo enfrentarse (“¿Podré enseñarle yo algo a Él?” llega a decir), y termina en gozo y amor auténtico en el Nacimiento en el Pesebre.
Una nota curiosa. Si os quedáis a los títulos de crédito, veréis que la película contó con asesor histórico, asesor judío, asesor astronómico…pero no un asesor cristiano. Curioso detalle.
Las figuras de los Magos de Oriente son personajes que divierten y es muy bonito el proceso de Gaspar, tal y como ya ha sido indicado. La explicación de la estrella de Belén como conjunción de una nueva estrella y dos planetas me pareció novedosa: había escuchado interpretaciones de cometas, conjunciones planetarias y novas (nuevas estrellas), pero una fusión de este estilo, no lo había leído y me pareció original. No sé qué habrá dicho el asesor astronómico al respecto, pero me gustó.
En general, mi impresión es que la película no transmite espiritualidad. Cuenta una historia y muestra evoluciones de personajes muy bonitas e interesantes, con mucho contenido para contemplar y meditar; pero resulta, en último término, un poco fría, algo distante, no te afecta a ti, espectador, interiormente. La fotografía es preciosa, pero la presentación teológica del Misterio, especialmente en lo referido a María, es escasa, fría y muy naturalizada, sin acción de la Gracia.
Es manifiestamente mejorable, no hay duda, y hay que tener claro que la María que presentan no es, a mi juicio, la María Inmaculada en la que cree la Iglesia Católica. Pero, por encima de todo, creo que es una película para discutir sobre ella y reflexionar, de manera que todos profundicemos en nuestra fe y en nuestra cercanía a Cristo y a su Santísima Madre. Que es, al fin y al cabo, el auténtico misterio de la Natividad.
NOTAS:
[1] En este comentario me he centrado en las críticas publicadas en internet por el P. Justo Antonio Lofeudo mslbs; La crítica “La Natividad: Otros aspectos del filme”, de la revista Panorama Católico; y la crítica publicada en ForumLibertas por Pablo Ginés. Esta última puede encontrarse en http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=6949&id_seccion=9. Las otras dos circulan por internet, pero pueden descargarse en las webs: http://www.panodigital.com/actualidad_eclesial/cerrando_los_testimonios_sobre_la_natividad y http://www.panodigital.com/cine/la_natividad_otros_aspectos_del_filme
[2] Casi debería ser obligatoria la lectura del magnífico libro María en el Misterio de la Alianza de Ignace de La Potterie. Allí, apoyado en un exhaustivo estudio filológico y teológico, presentado de manera sencilla y asequible para cualquiera, De La Potterie explica el deseo de virginidad de María y su confianza en que Dios le mostraría el camino a seguir, un “perseverar en presencia de lo incomprensible”.
Posición apoyada también en Santo Tomás yen Romano Guardini. Sin embargo, Ratzigner en “Jesús de Nazaret” se mantiene en el misterio: “María, por razones que nos son inaccesibles, no ve posible de ningún modo convertirse en Madre del Mesías mediante una relación conyugal”.
[3]http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1996/documents/hf_jp-ii_aud_19960828_sp.html
[4] De La Potterie, en la obra citada, presenta un estudio filológico para fundamentar que el ángel le anuncia a María que “lo que nacerá santo/santamente” (es decir, según la tradición levítica, sin lesión corporal para la madre y sin derramamiento de sangre) será el Hijo de Dios.
[5] La cuestión de lo que José sabía o no, del significado del “repudio en secreto” (que era un acto jurídico y, por tanto, sólo podía ser “público”) y el contenido de la duda de José está amplia y bellamente expuesto en la obra citada de De La Potterie. Sólo indico aquí que este autor muestra cómo, aunque hay testimonios patrísticos de la hipótesis de que José creyese a María culpable de adulterio (San Juan Crisóstomo), o mucho más extendidos de la hipótesis de que José estuviese desconcertado, en “suspensión del juicio” (San Jerónimo), la hipótesis de que María se lo contó a José y que lo que José temía era “acoger a María en su casa” involucrándose así indebidamente en el plan de Dios era la más extendida en la patrística y la Edad Media (Orígenes, san Efrén, san Basilio, el PseudoOrígenes, san Bernardo, Rábano Mauro, Santo Tomás, Gerson, Salmerón) y se oscureció tras Trento hasta su recuperación en la exégesis contemporánea con León-Dufour, Laurentin. Ratzinger, en “Jesús de Nazaret”, parece apoyar la hipótesis de que José creyese que María había faltado a su compromiso.
La verdad no había considerado todo lo presentado en el artículo. Eso explica por qué (a pesar de gustarme tanto la película) sentía que me faltaba algo, creyendo que era solo la tensión que sí logró La Pasión de Cristo. La verdad no sentí tan fría a María, sí algo dudosa (más que todo temerosa). Creo que fue por lo que dices, la falta de asesores Cristianos. No creo que sea meramente protestante el planteamiento de la película, sino muy Hollywoodense… carente del toque más espiritual. Pero si me conmovió en muchas ocaciones desde que comienza hasta que termina. Eso sí, omitiendo los Magos, José fue lo mejor de la película… Es el José que yo conozco, el que se entregó por amor verdadero. El caso de la estrella estuvo interesante, el toque fantástico/realista quizá. Aunque había otra teoría más razonable que era «Júpiter (estrella rey) en Capricornio (carnero que representa a los judíos) como lucero del alba», solo que más emocionante era la puesta, que brillaría de noche. Y por otro lado… La música. Para mí es lo que suele salvar a casi toda película por más mala que sea y la música me encantó. Qué es mejorable… Sí y mucho. Pero aún me gusta verla (no más que La Pasión) pero para efectos de Navidad es muy tierna, incluso la uso de referencia para escribir mi guión del Pesebre viviente, por supuesto apegándome más a la escritura (me gusta la Biblia de Jerusalén de 1976, que es la recomendada) con sus diálogos y un devocionario Mariano muy completo que compré, también quiero profundizar con las revelaciones de Ana Catalina Emmerick (otra referencia para la Pasión) y por supuesto ayuda del párroco para montar la obra. En fin, me gustó tu artículo. Aunque desde mi punto de vista… No me parece tan radical la posición
Es una película, no es literal. Me parece que la crítica tiene esa carga negativa que no ayuda a acercar a Jesús, sino a quedarnos en detalles que no hacen a la historia. A mi me gustó y emocionó tanto, que los sentí más cerca que nunca a María, José y Jesús, a Dios mismo en el plan de salvación. La biblia no es un guión para películas y la interpretación es tan diversa como los lectores y creyentes. Los que toman literal suelen ser los protestantes y a la vez a veces lo acomodan a gusto, pero ahora veo que en los católicos también hay algo de eso. Lo limitamos a nuestro intelecto y metemos a Dios en un frasquito, cuando el es inabarcable y desbordante, que ni saben cuántos corazones tocó esta película. Sigamos poniendo etiquetas fariseicas, Dios no es esto, Dios es amor.