La favorita

Guillermo Altarriba

Director de contenidos de CinemaNet. Periodista y politólogo por formación, dibujante y cinéfilo por vocación. Creo que pensar el cine para cambiar el mundo es una meta difícil y loca: por eso vale la pena dedicarle tiempo y esfuerzo. VTR.

El griego Yorgos Lanthimos no es conocido precisamente por dirigir películas cálidas. Ni Canino ni Langosta ni El sacrificio de un ciervo sagrado son obras especialmente agradables: viendo esta última, por ejemplo, a uno le queda la sensación de que el realizador está observando algún aspecto turbio del alma humana a través de un vidrio, como quien mira a los ojos muertos de un reptil.

En La favorita cambia el escenario -aquí los protagonistas son los cortesanos de la reina de Inglaterra a principios del siglo XVIII-, pero no el modo de mirar. La película sigue a tres personajes: una reina cansada de serlo -Anne-, una noble que la vampiriza y gobierna en su lugar -Sarah- y una nueva criada con ansia de riquezas y privilegios -Abigail-. El triángulo enfermizo que se da mientras las dos últimas intentan ganarse el favor de la reina estructura la trama.

Valores y virtudes

La historia de la película es la de dos manipuladoras con un mismo objeto de deseo: las dos quieren hacerse con la voluntad de la reina, una persona frágil, enferma y decadente. Sarah ha vivido toda la vida junto a Anne, como su confidente y amante, mientras que que Abigail -miembro de una familia noble que se fue a la ruina- ve en la cercanía con la reina una manera de recuperar su estatus perdido.

La favorita, de esta manera, funciona casi como una guía de comportamientos a evitar para comportarse de forma ética. Sarah actúa con la reina como si fuera el Conde Drácula, absorbiendo su energía vital, manteniéndola sometida y sin preocuparse por el daño emocional que le pueda estar causando. Abigail, por su parte, construye un armazón de mentiras envenenadas con el que se abre paso entre las intrigas de palacio.

Tanto una como la otra son ejemplos de un tipo muy concreto de egoísmo: uno que se burla de la sinceridad y la bondad. La reina Anne aparece aquí como el único personaje que es honesto y reconoce su fragilidad, solo para ser mangoneada por todas partes por las dos arpías que se ciernen -literalmente- sobre su lecho, usando la sexualidad como un arma arrojadiza con la que someter mentes débiles.

Además de este torbellino central, otro tema que aparece en la película -aunque sea tangencialmente- es la política, o la falta de ella. En La favorita, las decisiones de estado se toman en función de los apetitos y deseos del gobernante de turno, mientras los gobernados no son más que una nota a pie de página en la discusión. Desde esta perspectiva, la película es un alegato decidido en contra de los sistemas autocráticos… a base de ridiculizar a los ineptos egoístas que ostentan el poder en este caso.

Calidad cinematográfica

En lo cinematográfico, Lanthimos factura una película densa -la música clásica se dispara, los decorados se cargan unos encima de otros y los ropajes se suceden en una serie infinita-, cuyo principal problema es de ritmo. La favorita avanza con pesadez: empieza lenta, coge carrerilla hasta alcanzar un clímax y se arrastra después durante un tiempo en que ya está todo dicho.

Aun así, las intensas interpretaciones de Emma Stone, Rachel Weisz y Olivia Colman -dos desalmadas y una pobre diabla- aguantan sobre sus espaldas el metraje. No es una película para todos los públicos -el sexo lésbico es uno de los motores de la trama y la negrura rezuma en cada plano-, pero sí es un film interesante sobre esos comportamientos a no seguir. Otra exploración tras el vidrio de la oscuridad que puede contener el alma humana.

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