¿Por qué te hiciste cómico? “Para desarmaros”, responde Henry, el co-protagonista de Annette, interpretado por Adam Driver. Lo mismo nos diría el director de la película, Léos Carax, si le preguntáramos una y otra vez por qué ha hecho algo tan absurdo como esta ópera rock. Ya lo avisa él en los primeros segundos: “Durante la función, no respires”.
Si aún no has visto Annette, deja de leer esto, porque lo que tienes que hacer es ir a verla, y ya luego leer sobre ella, comentar y discrepar. Con todo, no es que este texto contenga spoilers: aunque contara la película entera y te la imaginaras en la cabeza, no se parecería nada al inverosímil escenario que han creado Carax y The Sparks, responsables de la banda sonora.
Annette es una ópera rock, una obra de teatro barroca, un trampantojo en el que nos introduce el propio director rodeado de sus actores con la obertura So may we start, que condensa toda la ópera. Nosotros aceptamos el reto, abrimos nuestros sentidos a este teatro del mundo donde los protagonistas son un humorista y una cantante de ópera. La representación de la tensión del ser humano entre la comedia y el drama está encarnada en la pareja de Henry y Ann. Toda la historia sucede al filo del abismo, en ese poner en riesgo lo amado por la búsqueda soberbia de ser autosuficiente.
La ópera es un arte que muestra el movimiento de las pasiones humanas de forma especialmente artificial, pero logrando que en lo inverosímil del escenario se produzca la identificación entre personaje y espectador. El canto es la forma más libre de hablar, con altibajos y disonancias, penas y alegrías, temblores y potencias.
Aceptemos el compromiso con la locura, el no respirar, ahogarnos en la intensidad de la interpretación de Adam Driver. Carax es experto en jugar a lo absurdo y despistar, en dejar la lógica y llenar la historia de simbolismos sutiles -o a veces no tanto- que funcionan perfectamente.
La pareja de artistas es el reflejo de lo sublime, como diría Edmund Burke. Es reflejo del estado del alma en el que todos sus movimientos quedan suspendidos por cierto grado de horror. El arte debe servir para dar libre entrada a la contemplación de las cosas eternas, por ello la belleza está unida a la idea de muerte y es inevitable enfrentarse al descenso a los infiernos y -como dice Henry- “sentir simpatía con el abismo”.
Él es el comediante, y actúa con el sobrenombre de Ape of God. El diablo como “simio de Dios” (Simia dei) es un arquetipo medieval, una sátira, un espejo en el que lo divino se torna grotesco, humillante, ridículo. Henry es el artista que se debe a su público, y al mismo tiempo lo desprecia y lo teme. Su éxito se basa en sacar lo peor del público, que es lo opuesto a lo que hace Ann en la ópera. Vemos en él una creciente frustración (como la marca en su cara) que le hace repugnar lo más bueno que tiene. Estar enamorado le hace estar enfermo porque desprecia sentirse débil.
Ann, por su parte, representa la gracia inalcanzable. Intepretada por Marion Cotillard, tiene un don que la hace casi divina, delicada y deseada. Es la reina necesita un rey, pero en su lugar hay un mono. Es la belleza que muere. El grito del público que resuena entre caos es el de “¿Quién morirá ahora por nosotros?”. Su éxito se basa en ser el chivo expiatorio del público, de estar encerrada en una tragedia continua y ver como el amor siempre muere.
Su don le ha dado la fama, la ha sacado de una vida en la que no era nada, pero la ironía es que también en la cima vuelve a estar sola. Crece el miedo y la incertidumbre a medida que se alejan los días en los que el amor entre ella y Henry era evidente. Realmente no es un ser divino y sagrado como dice el público, ella también tiene su propio abismo. Come de la manzana, es plenamente consciente de que es egoísta,
La frase “We loved each other so much” funciona en Annette como un leitmotiv y experimenta metamorfosis: actúa primero como un eco de bendición para los amantes, y luego es la maldición que atormenta a Henry como la sombra de un amor que fue real pero que perdieron. También es un reflejo de la decisión de Anne de preferir a Henry y olvidar al acompañante, por aspirar siempre a ser amada por alguien que estuviera en más a la altura de su pedestal de diva. Es interesante como el color de Henry es el verde y el de Anne el amarillo, son colores terciarios, ni opuestos ni análogos, y cuyo resultante es el azul, que sería el color de la muerte, del ahogamiento en el mar y en la piscina.
El momento clave en sus vidas llega con el nacimiento de Annette, su hija, a la que ambos tratan como una marioneta para cumplir sus deseos y venganzas. Ni Henry ni Ann ven en ella una criatura nueva; solo es algo que poder usar contra el otro. En la piscina de su casa al principio solo hay un churro, luego aparece un flotador con forma de flamenco y más tarde una pelota. Esa pelota es el resultado del egoísmo de los padres, que no saben ver a su hija como un ser libre e independiente a ellos. Tanto ella por usarla dándole el don como él convirtiéndola en una atracción para ganar dinero son culpables de no liberarla.
Si la hubieran amado desde el principio habrían visto que ella era la representación de esos momentos en los que se habían amado tanto y no habrían dejado que sus egos se ahogaran en el mar. Los libretistas de esta ópera moderna, los hermanos Sparks, lo dejan bien claro en la última canción, Sympathy for the Abyss: “Imagination’s strong / and reason’s song is weak and thin”.
En el momento del parto, cuando Henry pregunta “¿Lo estoy haciendo bien?” y la respuesta es una carcajada de Anne, entendemos que ya no hay sitio para él, es mal artista, mal marido, mal padre… No es capaz de no encontrar su sitio y cómo eso le va llevando a cerrarse en él mismo y a olvidarse del amor. Solo se le pide que ame, que no es poco, pero es lo que le habría impedido asomarse al abismo. Al final de la película vemos como su arrepentimiento se muestra en la voluntad de amar, de poder volver a tener a alguien como objeto de amor, y como no se le concede esta gracia. Suplicar perdón tras haber perdido la oportunidad y no poder amar es la mayor condena.
Por cierto, un aviso para navegantes y familias: Annette es una película para adultos, y Carax no rehuye escenas explícitas, como un número musical durante un encuentro sexual. Es una película desalentadora, puede que se os rompa el corazón y os estalle la cabeza, pero merece la pena. Quizás con más visionados de la película el análisis cambiaría; por ahora solo puedo estar admirada de su existencia.
Qué excelente tu análisis. Creo que rimero la odie y después la entendí y la aprecié mucho más. Es una obra dificil. Senti todo el tiempo que Carax me llevó de la nariz a donde él quiso que fuera, pero no era espectadora, estaba dentro, sufriendo con los personajes. Gracias.