Sinopsis
Los afamados atracadores de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre siguen intentado robar el Banco de España, ya sumergidos en multitud de tensiones, rodeados por toda la Policía Nacional y los cuerpos especiales españoles y sumidos en un gran pesar por el asesinato de uno de los miembros del grupo. Al otro lado de la ciudad, el Profesor ha sido descubierto por la inspectora Sierra.
Crítica
Es difícil abordar la crítica de una serie como La Casa de Papel, dada la cantidad de errores infantiles, vaciedad de guion y negligencias de fondo que presenta. La quinta temporada de la obra de Álex Pina (Vis a vis, 2015) mantiene el bajo nivel del resultado final de las cuatro primeras e incluso aumenta la cantidad de fallos imperdonables para una obra tan pretenciosa impulsada por el gigante Atresmedia y promocionada por nada menos que Netflix.
Bochornosa incorrección política
Comenzaré por el que es uno de los mayores horrores de los últimos cinco capítulos de La Casa de Papel. No es que sea novedoso, pues los creadores ya lo habían metido previamente con calzador, pero en esta temporada sí ha hecho que su inverosimilitud no pueda esconderse a base de disparos y escenas pseudorománticas. Estoy hablando de la corrección política, introducida a grandes dosis por esta megaproducción de la televisión, ese irracional, inflexible e inmisericorde discurso ideológico imperante en la sociedad actual. Los protagonistas, sea cual sea y algunos en mayor medida, en el transcurso de la historia terminan por ser figuras de una pureza inigualable en lo que a fidelidad a este perverso decálogo se refiere. Nos encontramos con frases como la siguiente, dicha por un personaje que propina una paliza a un boina verde de los cuerpos especiales del ejército español. “¿Sabes por qué te voy a matar? Por fascista, por racista, por machista, por homófobo”. O a un gran actor como De la Serna lanzando su arenga antes de la batalla contra “España, el Estado opresor”: “Nosotros, que somos un puto descarte social, que somos los grandes marginados de la historia: Trans, delincuentes, arrabaleros, gays, balcánicos, latinoamericanos”. La serie está repleta de este tipo de situaciones, puestas por corrección política, lo que disminuye considerablemente el peso de la carga dramática que se intenta transmitir. Escenas surrealistas sobre transfobia, homofobia, xenofobia y demás que no vienen a cuento y carecen de sentido para el guion.
Moral torcida
Otro de los puntos deplorables de La Casa de Papel, que sigue intacto en la reciente entrega, es el fondo de moral desvirtualizada. Lejos de presentarse como una simplona y clásica lucha entre héroe y villano, la producción de Atresmedia se compromete con unos antivalores fatídicos para la juventud de hoy, que consume de política, mercado y medios unos principios que constantemente atentan contra la ética y la moral. Es cierto que los personajes no son binarios, sino que su caracterización es buena en cuanto a otorgarles esos matices grises que cumplan con la complejidad que es la persona. En ese terreno es donde conquistan al espectador, que tarde o temprano empatiza con ellos, se suma a su pérfida causa y corre el riesgo de asumir como propias decisiones moralmente malas. Entre escenas sentimentalistas y actos de una emocionalidad desmesurada, los atracadores van lanzando dardos envenenados contra el ecosistema de vida en el que todo ciudadano conviene participar. Ellos son los “verdaderos libertarios”, personas totalmente libres de las cargas del sistema, profundamente adulterado. O roban al ente inmaterial que es el Estado, en este caso la tesorería nacional, o el régimen corrupto les roba la vida. Porque ellos merecen más, aspiran a llevar una vida de desenfreno, sin tener que trabajar como la gente de a pie. Son tan astutos que se toman la libertad de quitar el dinero a los poderosos para dárselo a…sí mismos. Y aquí entran toda clase de sinsentidos, como la actitud rebelde contra la autoridad policial, el discurso atacando al Gobierno y muchas más cosas. Pero no solo son atracadores los que lo dicen, también es el relato. La caracterización de los opositores a su causa, en cambio, es vomitiva. Son esos jefes de policía, que al parecen no tienen mujer e hijos, los bancos, el ejército (en esta temporada encabezado por seres siniestros y psicópatas, asesinos de inocentes). Contrariamente a la disposición cultural, los ladrones son los héroes del pueblo y los que defienden el orden y la Ley, los villanos. Tal es la santificación que los creadores hacen de los protagonistas, que su vida es más valiosa que incluso la de los rehenes. Sin duda se trata de una peligrosa moraleja. Finalmente, si los atracadores se salvan, habrán conseguido su lamentable propósito. Si mueren, serán mártires. Por comparar, para que se note el contraste con series bien elaboradas en este sentido, vemos, por ejemplo, a Breaking Bad (2008), Better Call Saul (2015) u Ozark (2017). En ellas, los delincuentes de la droga, aunque coqueteen con cruzar esa línea prohibida e incluso la sobrepasen, sufren la totalidad de las graves consecuencias que ello implica, tanto para ellos como para sus seres queridos y la misma sociedad.
Inverosimilitud
Un tercer aspecto a tener en cuenta es la verosimilitud, recurso tan básico en el cine como inexistente en La Casa de Papel. Para hablar de ello es necesario poner sobre la mesa la exagerada sentimentalización de personajes, tramas, relaciones y todo lo que pase por delante de la cámara. Esta bomba atómica para el televidente, sumada a la extrema emocionalidad de las escenas, hace que cada elemento de la obra quede a merced de este pilar sensitivo, lo que provoca a su vez que la coherencia dramática se tambalee y la credibilidad salte por los aires. Entendiendo que las emociones son connaturales a la persona humana y puedan florecer en situaciones tan al límite como es un atraco (aunque más que un atraco parezca una parodia o una telenovela), lo que no es razonable es que los protagonistas expongan cada dos minutos sus sentimientos asombrosamente psicoanalizados acerca de traumas del pasado o amores del presente, utilicen un lenguaje motivacional elaboradísimo y lancen alocuciones dignas de los mejores partidos políticos de la historia. Todo ello perfectamente sincronizado, como si fuera lo más importante de la trama, y, por supuesto, dicho al mismo tiempo que disparan ametralladoras o bazucas y lanzan granadas. En resumen, una falta total de realismo, que es lo que se supone buscan los productores.
Pobreza interpretativa
Ligado a este punto está la soberana falta de nivel general de los actores. Siendo un producto tan supuestamente preparado y ambicioso, carce de sentido la falta de altura interpretavia. Salvando la revelación de Álvaro Morte como el Profesor, la seductora y vil galantería de Pedro Alonso como Berlín, o los contrastados trabajos de Najwa Nimri y De la Serna, el resto muestra un déficit enorme de credibilidad para con sus personajes. No es que necesariamente la caracterización esté mal planteada, que también, sino que no llegan. Son actuaciones forzadísimas, absurdas en tantas escenas, mezcla de tópicos, estereotipos y por supuesto exclavismo a la corrección política antes mencionada, y todas con el denominador común del garrulismo español.
Hablando de los protagonistas, a propósito del Profesor, es crucial decir que su papel, aunque aceptable, goza de una larga lista de inconsistencias, un personaje que se ha aproximado más a la deidad todopoderosa que al pretendido mensaje humilde de los desahuciados, y empleado en todo momento como recurso Deus ex machina. Aunque también podemos hablar de la falta de sentido en el arco de la inspectora Murillo al asociarse con los atracadores, o en el de Mónica, la secretaria con cuadro de Síndrome de Estocolmo. Y también de Tokio, que se lleva la palma de las incongruencias, o de figuras denostadas a lo largo de la serie como Helsinki o Nairobi.
Debilidad del guion
Por último, es clave hablar del guion, o más bien de su carácter irracional. Es bastante común encontrar películas en cartelera cuyo único propósito es entretener al cinéfilo, hacer que se divierta y pase un rato agradable frente a la pantalla. Es por ello que comunmente, cubriendo ese 50% del objetivo de toda obra cinematográfica que es entretener, estas producciones pierden fuelle en el guion. ¡Porque no lo necesitan! Sus historias inverosímiles son la salsa especial de ese mundo tan absurdo como cómico que generan. Por decirlo así, es una irracionalidad justificada. El problema que sufre La Casa de Papel es que una de sus premisas es adentrarse en el mundo de lo posible, sin exagerar, salvando la obviedad de que se trata de una ficción. A lo largo de unos episodios estéticamente impecables vemos cómo el guion va cojeando gracias a un argumento general mal planteado, que ataca la historia y hace de las tramas, los personajes y las situaciones una ilógica absoluta. Es posible detectar la pobreza del guion en esta serie a través de los continuos golpes de efecto en tramas y subtramas, que hacen girar parcial o totalmente el devenir de los protagonistas y de paso deleita al espectador. Son comunes, sí, pero abusar de ellos denota debilidad en la construcción de la historia. Asimismo, vemos muchos Deus ex machina como recurso salvador y cuyo objetivo es tapar la inconsistencia e inexactitud del relato. La Casa de Papel juega mucho con esto, ya sea introducciendo demasiadas dosis de casualidad en la narración o apelando a la inteligencia, a través de flashbacks, del Profesor, ese ser superor a la media que todo lo sabe y controla. El resultado de tanto as en la manga es una historia poco creíble que roza el surrealismo.
Por no hablar de las escenas inconcebibles propias al guion, las que ya estaban pensadas y que han impuesto de antemano: Los atracadores saben hacer de todo, desde frenar a los policías de élite del Gobierno español hasta operar a corazón abierto a un compañero. Superan todo, no les afectan las granadas (o directamente las empalman con la mano mientras hacen una voltereta en el aire) y en fuego cruzado traspasan las balas. Por no hablar del profesor, que también sabe asistir el parto de un bebé que viene de nalgas.
En definitiva, hablamos de una serie bastante conseguida a nivel visual, de planos, fotografía y música, algo que es de esperar cuando está respaldada por grandes corporaciones. Entretiene, y mucho, a base de acción, violencia y una altísima intensidad afectiva, aspectos que gozan de gran morbo para el público adolescente (de edad y también de mentalidad). Sin embargo, pesan demasiado los agujeros negros en los pilares fundamentales de un producto que engancha. Pero también lo hace la cocaína.
Ficha técnica
- Título Original: La casa de papel
- Dirección: Álex Pina
- Guión: Álex Pina
- País: España
- Año: 2021
- Duración: 50 min.
- Género: Robos y atracos
- Interpretación: Álvaro Morte, Úrsula Corberó, Itziar Ituño, Alba Flores, Paco Tous, Najwa Nimri, Pedro Alonso, Miguel Herrán, Jaime Lorente, Esther Acebo, Hovik Keuchkerian, Rodrigo de la Serna, Enrique Arce
- Productora: Atresmedia. Distribuida por Netflix
- Música: Iván M. Lacámara, Manel Santisteban
- Fotografía: Miguel Ángel Amoedo, David Azcano, Sergi Bartrolí, Mike Valentine
- Estreno en España: 2021
Nefasta 5 temporada solo efectos especiales sin ningún argumento ruido sin interés por supuesto dejando a un lado todo el tema de de corrupción, amoralidad de los personajes carentes de virtudes ademas del lenguaje soez… pienso que mejor no plantearse mas continuidad
Aplausos para su análisis, mi esposa la en la 4ta temporada la abandono yo estaba que ni le prestaba atención en la 4ta pero la vi hasta el final de la 5ta. Comparto mucho su análisis sobre todo en lo de «Mensaje Torcido» como dice usted y más en estos tiempos que corren. En lo Moral: Un pueblo que aplaude su hazaña (desde la 4ta. a la 5ta. temporada) y ellos tiran billetes desde un dirigible (supuesta mente para crear simpatía, pero para mi perplejidad luego dicen que eran falsos… como es que les siguen entonces?) y la serie endulza a los ladrones osea son buenos… Lo absurdo: desde que para todo tienen un plan y resulta (aún con sus tropiezos) hasta TOKIO en pleno salto sin recibir un balazo devuelve una granada a sus atacantes… en el aire… ah pasando a través de un agujero de un planchón de cocina que les protegía… Los absurdos: en pleno robo con SEX DANCE y demás de Tokio, Rio, Estocolmo, Dember, Manila entre muchos desatinos que hacen perder el ritmo, hasta la negociación con el gobierno donde acepta que los delincuentes han sido robados y que acepten lingotes de latón por la «ilusión» de estabilidad… claro no sin antes darles identidades nuevas y que se vayan a disfrutar… Si con algo debo concluir es que fue un gran esfuerzo de producción 10/10, El nivel actor-al le daría: 8/10 el Casting muy bueno: 10/10 (hasta el cliché absurdo del escuadrón de Élite militar) pero en fin NO me gusto el final.
Pero fue divertida!
Pero fue divertida!