En el Manifiesto de las siete artes, de Ricciotto Canudo, por primera vez en la historia, el cinematógrafo era calificado como arte, el séptimo arte. En palabras del autor, el cine, arte plástico en movimiento, era necesario para crear el arte total hacia el cual todos los otros han tendido desde siempre. Para él, el cinematógrafo constituía, el resultado de la fusión total de todas las artes: Arquitectura, Escultura, Pintura, Música, Poesía y Danza. No es pues de extrañar que el ámbito del cine –cineastas que lo crean y cinéfilos que lo recrean porque lo aman– desborde a veces de sus contenidos y se haga poesía.
Así, un cinéfilo como Ignacio Eufemio Caballero, director de proyectos de CinemaNet y Presidente del Jurado de los premios «¡Qué bello es vivir!» y «Personaje», rinde culto al valor sagrado de la palabra –en el principio era la Palabra–, pues por sus venas corre también sangre de poeta.
En Madrid acaba de presentarse su libro poético Siempre promete amanecer.
Son diecisiete poemas gozosamente tristes, escritos con tinta de lágrimas por la muerte de quien fue faro y refugio para su vida, Peto, su abuelo adorado, pero iluminados por la certeza de que el amor no termina con la muerte y siempre promete amanecer.
Son diecisiete poemas que se lamentan amargamente de esas sombras que le han dañado la carne, mientras el espíritu se eleva gozoso porque, como el ausente, ha hallado la calma y la paz.
Son diecisiete poemas que vencen a la muerte con la palabra y se abren, con fe y esperanza en el Señor de la vida, al prometedor horizonte de la eternidad.
Enhorabuena a nuestro querido Nacho, por su espléndido libro, que se paladea con los ojos enrasados y la sonrisa a flor de labios.