Divertida comedia sobre los contrastes de dos regiones de nuestra península separadas por muchos, muchos kilómetros y otras cosas. Con un planteamiento muy sugestivo, la película se mantiene en el filo de la navaja, burlándose de unos y de otros y criticando con ironía los prejuicios y excesos que generan las ideologías radicales. Puede ser cuestionable la ligereza con que se tratan temas especialmente sensibles, pero en su conjunto, responde con buen humor a la demagógica y sectaria crispación de algunos.
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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Película: Ocho apellidos vascos. |
SINOPSIS
Rafa, andaluz de pura cepa, nunca ha tenido que salir de su querida Sevilla para conseguir lo que más le importa en la vida: el fino, la gomina y las mujeres. Hasta que un día todo cambia cuando aparece la primera mujer que se resiste a sus encantos: Amaia, una vasca. Rafa, decidido a conquistarla, viaja hasta un pueblo de Euskadi. Allí, para conseguir a Amaia hará lo que haga falta, hasta hacerse pasar por vasco.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Rafa (Dani Rovira) es un pijo que no ha tenido que salir jamás de Sevilla para conseguir lo único que le importa: el fino, la gomina y las mujeres. Todo cambia cuando conoce a la primera mujer que se resiste a sus encantos: Amaia (Clara Lago), una vasca de armas tomar. Decidido a conquistarla, se traslada al pueblo guipuzcoano de la chica, donde le acoge en su caserío Merche (Carmen Machi), una vitalista viuda extremeña, que lleva años viviendo en el País Vasco. De acuerdo con Amaia —que acaba de romper con su novio de siempre—, Rafa se hace pasar por vasco ante Koldo (Karra Elejalde), el padre de la chica, un pescador tosco y euskaldún, que lleva seis años atrapando atunes. En concreto, Rafa asegura ser un líder abertzandal de la eskalera borroka, de nombre Antxon, de alias Iñaki el Metralleta, y con sus ocho apellidos vascos: por su aita, Gabilondo, Urdangarín, Zubizarreta, Arguiñano; y por su ama, Igartiburu, Erentxun, Otegi… y Clemente.
Ya esta sinopsis deja entrever el tono disparatado y políticamente incorrecto de esta comedia del madrileño Emilio Martínez Lázaro (“Amo tu cama rica”, “Los peores años de nuestra vida”, “El otro lado de la cama”, “Los 2 lados de la cama”), que apela descaradamente a todos los tópicos sobre las antagónicas idiosincrasias andaluza y vasca. En este sentido, se nota para bien que el guion ha sido escrito por los guipuzcoanos Borja Cobeaga y Diego San José, fogueados en la popular serie cómica “Vaya semanita” —de ETB2— y coguionistas de las comedias “Pagafantas” y “No controles”. Además, por el lado andaluz han contado con la inestimable colaboración de los sevillanos Alberto López y Alfonso Sánchez (“El mundo es nuestro”), en sus hilarantes caracterizaciones de dos señoritos andaluces.
En su ágil y funcional puesta en escena, Martínez Lázaro se pone al servicio del guión y los actores, y lleva el filme a buen puerto, manteniéndose en el filo de la navaja, burlándose de unos y otros, y criticando con ironía los prejuicios y excesos que generan las ideologías radicales. En este sentido, todo el reparto responde con acierto a la propuesta, especialmente el monologuista malagueño Dani Rovira, que debuta en el cine a lo grande. Ciertamente, sobran un par de escenas obscenas, y acaban irritando las insistentes palabrotas e irreverencias, aunque sean muy habituales en el habla coloquial del País Vasco. Y quizás a alguno le moleste la ligereza con que se trata el terrorismo etarra y el nacionalismo vasco. Pero, desde luego, “Ocho apellidos vascos” resulta una comedia divertida —y a veces muy divertida—, con personajes entrañables y cercanos, que responde con buen humor a la demagógica y sectaria crispación de algunos. No es poca cosa.
[Josan Montull – Colaborador de CinemaNet]
El amor espera sin límites
Dicen que se ha convertido en la película del año del cine español, en un auténtico fenómeno cinematográfico. Está reventando la taquilla. ¿Es una exageración?
“Ocho apellidos vascos” nos cuenta la vida de Rafa, un andaluz de pata negra que en su Sevilla amada tiene todo lo que necesita en su vida: chicas, gomina, unas cuantas devociones y algún bar donde tapear con sus amigos. De vez en cuando se gana la vida contando chistes en un tablao con su gracejo y su desparpajo peculiar. Una noche, precisamente cuando está contando chistes de vascos, conoce a Amaia, una joven euskaldún que está de despedida de soltera. Entre ellos surge una relación tormentosa que lleva a Rafa a ir a Euskadi en busca de la chica de sus sueños. El imposible amor de esta pareja imposible llevará a vivir mil vicisitudes a cual más disparatada.
Emilio Martínez Lázaro, que dirigió hace unos años la exitosa “El otro lado de la cama” vuelve al género en el que mejor se mueve: la comedia. Con una frescura semejante a la de los grandes clásicos, Martínez Lázaro con “Ocho apellido vascos”, crea una historia tan alocada y bien construida que consigue atrapar al espectador desde los primeros fotogramas y lo amarra a la butaca hasta el final.
Tres son, a mi modo de ver, los méritos de esta película:
En primer lugar, el film se ríe de los estereotipos con los que los pueblos nos acusamos unos a otros. La supuesta vagancia y la alegría superficial de los andaluces, el supuesto exclusivismo cerrado y prepotencia de los vascos… Todos los tópicos van siendo revisados en un guión hilarante que va pasando revista a todo lo que se dice de los pueblos cuando estos no se conocen.
La película tiene además el mérito de hacer del hecho vasco un motivo de humor (que no de burla), y de esto nos tenemos que felicitar. Hace unos años hubiera sido imposible cualquier ironía de un pueblo profundamente marcado por el terrorismo. Aquí vascos y andaluces, tan antagónicos, pasan por el mismo rasero del humor.
En segundo lugar hay en el film un mensaje positivo y esperanzado: el amor es capaz de estar por encima de cualquier prejuicio y consigue mover a las personas a hacer grandes locuras para acercarse al corazón de quienes les han robado el afecto. Las razas, el RH, la política, las tradiciones, los ancestros más profundos sucumben ante fuerza alocada del amor que es capaz de unir a personas tan distanciadas social y culturalmente. En este sentido el film es un canto jovial a la tolerancia y la concordia de que son distintos.
Y el tercer motivo es que con la película uno se ríe… y se ríe mucho. Los actores, tanto los protagonistas como los secundarios, están extraordinarios. Las mujeres, Carmen Machi y Clara Lago, cumplen con mérito su cometido. Lo de los protagonistas masculinos merece mención aparte; el veterano Karra Elejalde, con frecuencia encasillado en tipos que destilan amargura, borda el papel de un hombre duro y tierno, agrio y emotivo. El debutante en el cine Dani Rovira da vida a un personaje desternillante, que combina admirablemente el acento andaluz y el vasco a la perfección, acompañado de una gesticulación extraordinaria y felizmente cómica.
El guión vertiginoso de Borja Cobeaga y Diego San José hilvana con buen ritmo los gags visuales y sonoros que producen la permanente carcajada en el espectador.
Emilio Martínez Lázaro nos ha regalado una película fresca y disparatada que, entre carcajada y carcajada, nos invita a reírnos de nosotros mismos y a ver que el amor es capaz de romper los prejuicios que nos distancian y cercenan la felicidad. Y es que los seres humanos más distintos, cuando se acercan, descubren que se parecen mucho.
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La película es muy divertida, pero a mi parecer la estropea el hecho de que se vanalicen las relaciones sexuales, transmitiendo que es lo normal llevarse a alguien a la cama sin conocerse. También pasa lo mismo cuando discuten. Los problemas no se solucionan en la cama, se solucionan hablando. Es una comedia y está llevada al extremo, es verdad, pero todas estas escenas le quitan el encanto a la película y me ha decepcionado.