Los hermanos Coen vuelven a la gran pantalla con una comedia surrealista, mordaz, satírica y divertida que nos muestra el mundo de Hollywood de los años 50.
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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Hail, Caesar! |
SINOPSIS
En el Hollywood de los años 50, uno de los grandes estudios pretende hacer una gran superproducción de romanos protagonizada por una gran estrella (George Clooney), pero el actor es secuestrado durante el rodaje.
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CRÍTICAS
[Álvaro Méndez. Colaborador de Cinemanet]
Actualmente, ¿de qué hablamos realmente cuando nos referimos a la comedia cinematográfica?, ¿es una sucesión de escenas hilarantes o absurdas que t hacen pasar un buen rato?, ¿o un conjunto de diálogos inteligentes y rebosantes de ironía?. Creo que junto con el cine de terror, la comedia ha sido el género más explotado por Hollywood en los últimos años. Cada vez era más difícil ver algo nuevo en este campo, algo que no siguiera esos patrones marcados por la obscenidad, el chiste fácil o la redundancia.
Por suerte para nosotros todo tiene excepciones, y los hermanos Coen siempre han conseguida ser una de ellas. «¡Ave, César!» nos presenta a una productora de Hollywood de los años 50 rodando una película de gran presupuesto ambientada en Roma (lo primero que se le vendrá a uno a la cabeza seguramente es a Charlton Heston en «Ben-Hur«). Todo marcha genial, otro gran éxito de la productora; sin embargo, el actor protagonista es misteriosamente secuestrado.
Sinceramente, hay demasiados realizadores (no diré nombres) que se venden como gente independiente y alejada de los dogmatismos y pretensiones económicas y que sin embargo son unos «vendidos» más. Los Coen pueden presumir de lo contrario, su cine es extraño, curioso, algo surrealista, y siempre muy original. Tienen talento, te pueden conmover, como en «Inside Llewyn Davis«, un «Coronel no tiene quien le escriba» en el Greenwich Village que empezaba a conocer a un tal Bob Dylan; y te pueden hacer reír como en «¡Ave, César!«. Lo mejor de todo es como en medio de esa risa que no se te despega de la cara, en esas situaciones cómicas, en ese estilo tan único, reside una crítica feroz (a la vez que un cierto melancólico tributo) a ese Hollywood clásico y tan poderoso.
El protagonista de esta película es un padre e familia, involucrado con su trabajo hasta rayar lo irracional y preocupado por su familia. Es tan responsable que se arrepiente tanto de haber fumado cuando le había dicho a su mujer que lo había dejado que llega a confesarse en repetidas ocasiones de tal acto, una pincelada surrealista de los Coen que se convierte en cierta medida en el marco que acoge a la película. En una época tan conservadora como pudieran ser los 50, había que mostrar una imagen pura y limpia de Hollywood y sus componentes, aunque eso suponga mentir.
El dinero corrompe a la gente, y eso es algo que a través del surrealismo y la (a veces) inconsecuencia de los personajes y las situaciones de esta película se muestra perfectamente. El actor principal es realmente un golfo y juerguista, algo que se hace evidente cuando el primer sitio al que van a buscarle es a los pubs de la zona; Scarlett Johanson, la niña inocente de la industria, está embarazada y no tiene la total certeza de saber quién es el padre, etc.
El director de esta productora hará todo lo posible para tapar todo este tipo de hechos que manchan la imagen de su gran empresa, destinada a hacer feliz a las familias del pueblo norteamericano. Tendrá que hacer frente a una periodista que quiere publicar sobre el escándalo de una película que hizo Clooney, y cada vez que hace referencia a ello, se escucha el graznido de un águila, otra constante surrealista de la película que la moldea y la hace más original y diferente comparado con el cine de comedia que quieren acostumbrarnos a ver.
La película también homenajea al cine clásico, como pudieran hacer Robert Rodríguez y Tarantino con sus respectivas «Planet Terror» y «Death Proof» homenajeando al cine de serie B setentero. Ese cine clásico lleno de topicazos y repetitivo que seguramente irritaba a los Truffaut, Godard y compañía. Hay un pasaje musical de Channing Tatum cantando claqué y bailando como si de Gene Kelly en «Un americano en París» se tratara (quién lo diría) que te lleva realmente a esa época, te envuelve. El elemento más divertido de la película es, desde mi punto de vista, Alden Ehrenreich, el actor que hace de actor vaquero y que ahora tendrá que protagonizar un papel diferente a los que él está acostumbrado a tener.
En un par de escenas nos lleva a ese cine de vaqueros tan artificial e irreal en el que un capataz puede llegar a ser tan tonto de intentar coger la luna pensando que está en el reflejo del agua y en el que el vaquero cabalga mientras hace el pino y acaba menos cansado que el mismo caballo. Ese tipo de cine odiosamente hecho para las masas sin pretensiones artísticas es el que los Coen homenajean, ya que realmente es la base del cine que hoy en día conocemos. Todo esto mientras Clooney sigue recluido por una asociación que se hace llamar «El futuro»
«¡Ave César!» es la comedia más sorprendente que he visto en tiempo. Una mezcla de parodia homenaje al cine clásico al mismo que tiempo que una sátira algo surrealista sobre la superficialidad y la frivolidad de Hollywood, un retrato del poder del dinero. La película es un relato sobre lo que se puede llegar a hacer por vender una imagen falsa, ya sea la imagen una actriz famosa o de una ideología política y económica decadente como el comunismo. Sin embargo, lo más importante de todo es cómo nos muestra que siempre hay que seguir hacia delante, que la vocación es algo esencial, y que da igual que secuestren a tu estrella de la película, o que te ofrezcan ofertas tentadoras para otros trabajos, que amar lo que haces es lo que te dará la felicidad . Aunque a veces suponga sacrificio, pero nunca hay que perder la fe en lo que haces.
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