[José Manuel López – CinemaNet]
Si algo caracteriza al cine de terror, y lo distingue del resto de géneros cinematográficos, es su vocación natural ajena al público familiar, e incluso me atrevería a decir, al target general. El Drama, la Comedia, la Ciencia Ficción, el Western, el Cine negro… todos tienen como denominador común historias que pretenden abarcar el mayor número de público posible. Y el cine de terror, también, pero siempre dentro de unos márgenes limitados por su propia naturaleza. Unas fronteras que cercan a un público cada vez menos exigente con los productos ofertados.
La pescadilla que se muerde la cola en televisión: «el público ve lo que le ofrecen, porque quien ofrece, presenta lo que quiere ver el público» es un axioma falso e irresponsable, y por tanto discutible. El mismo que se discute en el cine, pero multiplicado exponencialmente cuando la violencia – no necesariamente explícita – es colocada en una bandeja de plata ante los espectadores. Supongo que no habrán visto una miniserie titulada Dead Set. Viene al caso: la audiencia, convertida en muertos vivientes, ataca a los únicos supervivientes que, ajenos al exterior, habitan en la casa… de Gran Hermano. La inversión del mito de Saturno – el padre que devora a sus hijos – expuesto como una televisión devorada por quienes se alimentan de ella, sin razonar ni exigir. La crítica más rotunda al entretenimiento chabacano y los contenidos de fast food que inundan la parrilla comercial. Una serie que, más allá de esa novedosa aportación filosófica, no aporta mucho más al popular subgénero de terror que es el universo zombie.
El cine de terror es el género maldito, la oveja negra por la que pocos apuestan su dinero: hay quienes no lo aceptan, quienes lo consideran innecesario (no-artístico) o asocian a una vertiente cinematográfica propia de una audiencia sin gusto. Y, ciertamente, la mayoría de títulos en la última década no deja mucho margen de discusión. La popularización del uso de la violencia más explícita como protagonista de la historia por encima del propio argumento, la escasez de ideas y el uso abusivo del remake, el bombardeo indiscriminado y de mediocre calidad de subgéneros como el cine de vampiros, e incluso el breve, pero intenso éxito de las Spoof Movies mantienen al género de Terror en una situación delicada. Y los productos de serie B tiene tanta culpa como las superproducciones construidas alrededor de adolescentes unineuronales.
Sin embargo, el cine de calidad dentro de este género no es dañino en sí mismo, una afirmación que me gustaría quedase clara en este artículo. Existen diferentes opciones a la hora de dar forma a una película y quizá la primera de ellas está orientada a decidir entre una buena historia o la única apuesta de rentabilizar el presupuesto. Se necesitan buenas historias que enriquezcan el género, como Nosferatu, Drácula (de Bram Stoker), El sexto sentido, El silencio de los corderos, Los pájaros, Shaun of the dead, El diablo sobre ruedas, Misery, El pueblo de los malditos y cuatro de las cinco películas que señalo al final de este artículo.
Violencia por violencia
Aunque el cine de terror guarda relación intrínseca con la violencia, ciertos contextos temático-narrativos no constituyen el mayor de los peligros. La violencia puede ser radicalmente potenciada en otros ámbitos, junto con otras ideas e incluso a través del pilar característico de un subgénero en auge, que puede llegar a presentar verdaderos problemas: la violencia por violencia. Me explico.
En el cine de terror siempre hay una justificación, ya sea fantástica, científica, religiosa o criminal, derivada de la simple y llana maldad humana. Los sufridos protagonistas pueden merecer o no su destino, pero la razón presentada en la historia facilita al espectador su interpretación emocional automática sobre la película: eran mala gente, lo merecían…; Pobres chicas, imagínate tener un vecino psicópata…; ¿A quién se le ocurre ir a la casa abandonada? Sin duda, como indica la propia definición del género, el objetivo es provocar en el espectador sensaciones de pavor, miedo, disgusto, repugnancia u horror (y personalmente puedo asegurar que también libera adrenalina sin moverte del sofá). Esa explicación – sin entrar, como he explicado antes, en el cine gore insulso – es la que precisamente aligera el resultado causado en el espectador. Hay un porque, una causa para esa maldad. Además, por otra parte, existen las películas de contenido violento que condenan la propia violencia (The wave).
Sin embargo, ¿qué sucedería si la violencia se produjese porque sí? Sin explicación alguna, ni justificación. No porque pueda haberla y se oculte al espectador, sino por el hecho de que directamente no exista. E incluso, además, se tomen licencias tales como explicar directamente a la audiencia la misma inexistencia de porqué alguno. ¿Recuerdan Funny Games? En el film de Michael Haneke, la historia está al servicio de la violencia, pero de una forma más macabra – más macabramente inteligente – que en las películas de terror carentes de argumento que se producen a diario. Se llega a la crueldad extrema, a la violencia más profunda del ser humano con una simple explicación: la violencia no tiene justificación, ni causa, ni porqué. Violencia por violencia. Tras su visionado, la sensación interior de repulsa es infinitamente más profunda que, por ejemplo, la sentida tras El amanecer de los muertos o Halloween. Otro ejemplo, menos sonado y radical, pero clónico de la película de Haneke es The strangers.
La Iglesia, en el punto de mira
Se ha convertido en un cliché del género de terror: en la casi totalidad de las películas relativas a aspectos sobrenaturales la iglesia católica sale mal parada. Los guionistas se frotan las manos cada vez que reciben un encargo de estas características, pues disponen de tal tradición fílmica que con breves retoques y una combinación de tramas puede tener listo el primer borrador en pocas semanas. Me viene especialmente a la cabeza el caso de REC.
Gran culpa del despegue internacional en el que se encuentra el cine made in Spain lo tienen las películas propias del género fantástico, que guarda una amplia relación con el cine propiamente de terror. La revista Dirigido por (octubre, 2009) desarrollaba un amplio reportaje sobre esta tendencia, y citaba a cineastas como Jaume Balagueró y Paco Plaza (REC 1 y 2), Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes), Juan Antonio Bayona (El orfanato), Alex y David Pastor (Infectados), Jaume Mollet-Serra (La casa de cera) o Paco Cabezas (Aparecidos), entre otros, como pioneros. El autor del citado reportaje termina diciendo que gracias a todos ellos, es hora de que nos deshagamos del complejo de inferioridad con respecto a la industria hollywoodense. Y parte de razón tiene. Y digo parte, porque la mera imitación no es síntoma de mejoría, sino de seguimiento hacia el cine que los americanos llevan años produciendo en cantidades industriales. Con el matiz señalado antes: aquí la iglesia siempre es culpable. Y citaba el ejemplo de REC por un motivo concreto: mientras la primera película prometía un paso adelante, su segunda parte terminó por confirmar el más de lo mismo. Pero, ojo, con un matiz: esta vez, el Mal -con mayúscula, ya imaginan de qué/quién hablo- es una enfermedad contra la que puede hallarse cura.
Al igual que sucede con el resto de géneros, el de Terror tiene la necesidad de innovar acorde a sus características. Nunca será mayoritario, aunque algunas de sus películas barran en taquilla o estrellas de caché ocupen sus pósters promocionales. Pero, no por ello debe ser un cine residual. La calidad no es incompatible, ni el mensaje. Un ejemplo, aunque no se comparta su ideario, es la forma de utilizar el cine zombie por parte de George A. Romero como crítica a la sociedad y a la política exterior norteamericana. En sus inicios, me refiero. Ahora parece que ha perdido definitivamente el norte.
Actualmente, cogiendo el testigo de El proyecto de la bruja de Blair (ejemplo irrebatible del poder cinematográfico sobre los espectadores y la responsabilidad del cineasta para con ellos), están de moda las películas de bajo presupuesto, imitando el tiempo real, con uso de la cámara en mano y estética realista. El mismo REC o Paranormal Activity dan fe de ello.
Las 5 taquilleras del cine de terror
La obra de culto por excelencia del cine de terror no podría ser otra que Psicosis. La obra maestra de Hitchock rentabilizó con creces los 800.000 dólares invertidos en su producción con una cifra de escándalo en taquilla: 80 millones de dólares. El exorcista, por otra parte, llegó aún más lejos consiguiendo un Óscar al mejor guión y una recaudación a día de hoy que sobrepasa los 600 millones. Una pena que este film no haya tenido el tipo de repercusión que debiera y se haya convertido, con los años, en una opción más a la hora de asustar con efectos especiales y voces retocadas a una audiencia entrenada para ver todo tipo de cosas en pantalla.
En el cine de terror más visceral, La matanza de Texas renovó radicalmente la forma de hacer cine violento explícito o gore. Como contraposición a este éxito, y en referencia a la escasez de ideas entre los creadores de historias, la obra ha sido fotocopiada multitud de veces en los años posteriores sin llegar a alcanzar nunca al nivel de la original.
En cuarto lugar, la alianza de Stanley Kubrick y Stephen King se formalizó en el rostro de Jack Nicholson para el nacimiento de El resplandor, película imprescindible en el género y que tuvo un especial éxito en Estados Unidos. Y por último, una saga de películas que, aunque no llegan a situarse del todo en el género de terror como tal – ya que sobrepasa sus fronteras hacia la ciencia ficción – si posee características propias del cine de terror. Hablamos de Alien, compuesta por 4 películas y que ha sido llevada a la gran pantalla por directores de primer nivel como James Cameron, Ridley Scott, Jean Pierre Junet (sí, el de Amelie) y David Fincher. Juntos, han recaudado 900 millones de dólares.
Muy, muy interesante. Una buena película de terror, como alguna de las que mencionas, puede cautivarnos e incluso cansarnos por la tensión que genera. Y son obras de arte.
Ciertamente, el cine de terror no está en mis favoritos ni habituales precisamente por lo que su nombre indica ¡je! Pero aun así, entiendo que es un género «peligroso» porque mientras, por un lado, favorece al autor «cargar las tintas» (violencia explícita o situaciones macabras y desagradables, vísceras, ketchup…), por otro, y partiendo de su condición de «oveja negra», el cine de terror bien hecho es especialmente meritorio. Causar pánico al espectador de una forma sutil y elegante es francamente complicado y exige un esfuerzo, para empezar intelectual, muy grande y a continuación, en todos los aspectos de la elaboración de la película. Es en este último caso en el que considero, muerta de miedo y pegada con loctite al sofá, que estoy ante una obra de arte -como dice «gcallejo»-. Lo no artístico es lo que… salpica o apesta.
Reconozco que puede sonar pasado de moda pero “El gabinete del doctor Caligari” (¡1920!), “Freaks” (“La parada de los monstruos”, ¡1932!) u otras posteriores como “La noche del cazador” (1955) o “El hundimiento de la casa Usher” (1960) son ejemplos de cine terrorífico y de mucha calidad que, tal vez, hoy en día, no se consideren como tales. Unas más violentas que otras pero, en cualquier caso, reflejo de verdadera maldad de ciertos protagonistas. Y al fin y al cabo, lo que inspira el cine de terror es precisamente eso: la maldad (la Maldad).
Totalmente de acuerdo con algunos de los grandes trabajos que citas y he visto: “Nosferatu”, “Drácula -de Bram Stoker-“, “El sexto sentido” -que, a mi juicio, sólo permite verse una vez, a diferencia de las demás-, “Misery” -bufff-. Pero dentro de este género, al que tengo reverencial… respeto -en realidad, pánico, que es de lo que se trata pero lo que, a su vez, me aleja de él- me quedo con mi Hitchcock del alma y “Pájaros”, “Psicosis”, “Vértigo -de entre los muertos-” y tantísimas otras…
Magnifica exposición del tema. Felicidades
pues ami en lo general me parese una muy pero muy buena peli y nose alos demas pero se las recomiendo
y me gustaria que a cualquiera que lea esto me aga caso porque ya que no la han bisto o leido se las recomiendomuchisisimo