No siempre es fácil que el cine francés cruce los Pirineos, pero suele valer la pena. Es el caso de Quiero ser italiano, una divertidísima comedia que la distribuidora A Contracorriente, detrás de éxitos como Intocable, nos ofrece en unos pocos cines de nuestro país. La película narra la doble vida de Maroud, un argelino musulmán que pasa por italiano. La vida de su álter ego italiano, Dino Fabrizzi, se verá desbaratada por la promesa de cumplir con el Ramadán dando lugar a hilarantes situaciones. Una comedia con fundamento sobre los problemas de integración que puede generar el racismo o el temor al mismo.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: L’Italien |
SINOPSIS
Dino Fabrizzi, de 42 años, vive en Niza y es un exitoso vendedor de coches. Cuando en su empresa le ofrecen un ascenso, su novia Hélène le propone que se casen. Dino tendrá entonces que enfrentarse a un espinoso problema: nadie sabe que es musulmán y que su nombre real es Mourad Ben Saoud; podría seguir ocultándolo, pero le ha prometido a su padre celebrar el Ramadán ese año.
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CRÍTICAS
[P.J. Armengou Freixa. CinemaNet]
Tras el exitazo en taquilla de Intocable, la distribuidora A Contracorriente acierta de nuevo y trae a España el buen cine francés. Quiero ser italiano, o L’Italien como se tituló en el país vecino, es una divertida película que gira en torno a los problemas de identidad de Mourad Ben Saud (Kad Merad), un argelino afincado en Francia que pasa por italiano para salvar las distancias que el racismo y el rechazo al diferente le crean en su vida cuotidiana.
Es precisamente este problema identitario lo que dota a esta comedia de cierta hondura drámatica. Mousad Ben Saud, Dino Fabrizzi en su alter ego italiano, vive en una mentira continua de cara a su trabajo, a su familia y a su pareja. En el concesionario de Maserattis francés dónde trabaja, es Dino, un dicharachero romano con especial encanto y facilidad para la venta de coches. Sus padres, emigrantes argelinos, creen que vive en Roma, vendiendo coches sin renunciar a sus raíces. Y su pareja cree que nació en Italia y que ahí tiene una familia tradicional italiana. Este cómico lío de identidades, nacionalidades mana de algo mucho más complejo: un problema de integración. Ben Saud renuncia a su fe islámica y tradición árabe por sentirse marginado de la sociedad francesa y ve en el folclórico y divertido carácter italiano un sustituto a su identidad.
Esta doble vida funciona a las mil maravillas para Maroud-Dino, que alterna ficticios viajes desde Italia a ver a sus padres, con viajes inexistentes desde Italia para volver al trabajo. Sin embargo, cuando el padre de Maroud enferma y le encarga cumplir con el Ramadán el protagonista tendrá serios problemas para mantener la farsa. Maroud se mantendrá fiel a la promesa hecha a su padre y experimentará por primera vez las dificultades que suponen las privaciones del Ramadán, a la vez que los múltiples problemas con los que se encuentra, le abren un dilema sobre su propia identidad.
Quiero ser italiano es una película francamente entretenida, con situaciones hilarantes pero que, como las comedias con fundamento, no renuncia a hacer pensar. Por un lado, es una crítica a los occidentales que no acogen al inmigrante y rechazan sin razón al desconocido, y por otra es un recordatorio para el extranjero que la integración es buena y necesaria, pero que no requiere (ni debe exigir) la renuncia a las raíces. Aboga por la convivencia entre etnias, nacionalidades y religiones, y se pregunta si la mentira de Maud es una necesidad impuesta o una “auto-censura” temerosa.
[Jerónimo José Martín – COPE]
Dino Fabrizzi (Kad Merad) tiene 42 años y es el mejor vendedor de un concesionario de Maserati en Niza, de modo que su jefe Charles (Roland Giraud) está a punto de ascenderle. Además, su novia Hélène (Valérie Benguigui) quiere casarse con él. Pero esta vida perfecta está basada en una mentira: Dino no es italiano, sino argelino. Su verdadero nombre es Mourad Ben Saoud, un dato que mantiene en secreto de todos. Excepcionalmente, Mourad deberá cumplir el Ramadán para honrar una promesa que ha hecho a su padre enfermo. Y no va a ser fácil disimularlo.
El popular actor francés Kad Merad (Bienvenidos al Norte, Los chicos del coro, El pequeño Nicolás) se luce en esta simpática comedia de su compatriota Olivier Baroux (Safari), que sedujo en Francia a más de un millón de espectadores. Cabe elogiar el respetuoso acercamiento del guión a la religión islámica y a los problemas que puede generar el racismo o el temor al mismo. Además, esta sazonado con un eficacísimo sentido del humor, casi siempre elegante, y con una humanidad a menudo de gran emotividad. Estas virtudes se refuerzan con una sólida puesta en escena naturalista, sencilla pero fresca, que se pone siempre al servicio del magnífico reparto. Elogio especial merece la intercultural banda sonora de Martin Rappeneau, completada con varias baladas italianas muy famosas.
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Tenéis toda la razón, conseguir que el cine francés cruce las fronteras muchas veces se convierte en una proeza. En mi caso, soy una fanática del cine en VOS en general, por lo que agradezco que haya cines que se encarguen de su reproducción.
En Cines Dreams, en Madrid, por ejemplo, cada miércoles llevan a cabo una sesión de cine francés en versión original lo que realmente agradezco y considero todo un placer.
Si hay alguien de Madrid a quien el interese la iniciativa, os dejo aquí su dirección de Facebook en la que informan semanalmente de las sesiones: http://www.facebook.com/CinesDreams?ref=hl
Un saludo!