Potente producción, en la mejor línea del Hollywood actual, que seguramente se haga un hueco en los Oscar de este año. Magníficamente ambientada, rodada con vigorosa precisión, montada con un ritmo de intensidad creciente y eficazmente arropada por la sugerente banda sonora, la película propone un sabroso cóctel de intriga policial, parodia sobre Hollywood , drama intimista y denuncia política con el aire documental y setentero de Costa-Gavras. Hay que mencionar de manera especial la importancia que se da al componente ético del protagonista, en donde destaca su integridad y profesionalismo, así como el papel esencial que tiene la familia en su vida y decisiones.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Argo. |
SINOPSIS
Basada en hechos reales, Argo relata una operación secreta, de vida o muerte, para rescatar a seis estadounidenses en plena crisis de los rehenes de Irán. La verdad permaneció oculta al gran público durante décadas. El 4 de noviembre de 1979, mientras la revolución iraní alcanzaba su punto álgido, algunos militantes irrumpieron en la Embajada de Estados Unidos en Teherán y tomaron cincuenta y dos prisioneros estadounidenses. Sin embargo, en mitad del caos, seis de ellos logran escapar y encuentran refugio en casa del embajador canadiense, Ken Taylor. Sabiendo que es sólo cuestión de tiempo que los encuentren y, muy probablemente, los maten, los gobiernos canadiense y americano solicitan a la CIA que intervengan. La CIA recurre a su especialista, Tony Mendez, que traza un plan para sacar a los seis americanos del país de forma segura.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
En 1998, dos jóvenes actores, el bostoniano Matt Damon y el californiano Ben Affleck, ganaron el Oscar al mejor guión original por El indomable Will Hunting, de Gus Van Sant. Después, el primero se consolidó como uno de los mejores intérpretes de su generación, mientras Affleck debía conformarse con filmes menores y opiniones más bien frías de la crítica. Hasta que en 2007 el californiano debutó tras la cámara con Adiós, pequeña, adiós, tenso thriller de poderosa factura visual y excelentes interpretaciones. Tres años más tarde, Affleck confirmaba sus cualidades como director en The Town (Ciudad de ladrones), otro thriller de alto voltaje dramático. Ahora se consolida definitivamente con Argo, angustiosa intriga diplomática con George Clooney como productor.
El sólido guión del neoyorquino Chris Terrio se basa en alucinantes hechos reales, relatados en el artículo Escape from Tehran, que Joshuah Bearman publicó en la revista Wired.
La acción se inicia el 4 de noviembre de 1979, cuando la revolución islámica iraní del ayatollah Jomeini alcanza su punto álgido. Ese día, cientos de fundamentalistas irrumpen en la embajada de Estados Unidos en Teherán, y apresan a cincuenta y dos ciudadanos estadounidenses. Durante el caótico asalto, seis diplomáticos logran escapar y refugiarse en la casa del embajador canadiense. Sabiendo que es cuestión de tiempo que los encuentren, Tony Mendez (Ben Affleck), un agente de la CIA especialista en operaciones especiales, urde un arriesgado plan para sacarlos del país de forma segura. Se trata de hacerlos pasar por cineastas canadienses, que viajan por Irán en busca de localizaciones para una película de ciencia-ficción. Así que la CIA contrata los servicios de un veterano productor de Hollywood, Lester Siegel (Alan Arkin), y del famoso maquillador John Chambers (John Goodman), con el encargo de que rescaten del olvido un viejo guión y lo pongan en marcha. Todo ello, en un tiempo récord.
Magníficamente ambientada, rodada con vigorosa precisión, montada con un ritmo de intensidad creciente y eficazmente arropada por la sugerente banda sonora de Alexandre Desplat, la película propone un sabroso cóctel de intriga policial en plan Syriana, parodia sobre Hollywood al estilo de La cortina de humo, drama intimista a lo Un dios salvaje y denuncia política con el aire documental y setentero de Costa-Gavras. En realidad, este último referente se aprecia sobre todo en el arranque del filme, muy crítico con la intervencionista política internacional de Estados Unidos y sus aliados occidentales. Después, ese tono reivindicativo se va diluyendo poco a poco hasta un desenlace descaradamente patriótico y peliculero, sin duda, lo más convencional del filme.
Los demás elementos están muy bien dosificados, de modo que deparan unos cuantos momentos de gran intensidad emocional, dramática o cómica, en los que todo el reparto muestra su alto nivel, sobre todo los veteranos Alan Arkin, John Goodman y Bryan Cranston. Quizás el más plano de todos los actores sea precisamente Ben Affleck, aunque su permanente y sobria inexpresividad le va bastante bien a su enigmático personaje. Queda así una potente producción, en la mejor línea del Hollywood actual, que seguramente se haga un hueco en los Oscar de este año.
[Ana María Pérez-Guerrero, Colaboradora de CinemaNet]
Theerán, 4 de noviembre de 1979. En medio de los disturbios de la revolución iraní, un grupo de hombre armados irrumpen en la sede de la embajada de Estados Unidos, capturando a sesenta y seis personas, de las setenta y dos que se hallaban dentro del edificio. Las seis restantes se refugian en la residencia del embajador canadiense. El gobierno estadounidense emprende en secreto las tareas de rescate. Para ello comisionan a Tony Mendez, un especialista de la CIA en operaciones de salvamento, quien elabora un plan tan arriesgado como delirante: hacer creer a las autoridades iraníes que es un director de cine, que junto a su equipo de seis integrantes (los funcionarios de la embajada), busca localizaciones para una película de ciencia ficción. Así, Mendez tendrá que entrenar en muy pocos días a los fugitivos para que puedan asumir nuevas identidades y burlar los controles del aeropuerto, el mejor medio para salir del país.
Ben Affleck (Adios pequeña, adiós, 2007 yThe Town, ciudad de ladrones, 2010) rivalida con este largomentraje su calidad como director. El film es una obra interesante desde el principio al fin, que conjuga un firme pulso narrativo con un profundo amor por la magia del cine, por la tarea de contar historias y conseguir que otros se sientan fascinados con ellas. La cinta es una lección de storytelling, del manejo de la retórica en el cine y en la política, mediante el empleo del metalenguaje y el aprovechamiento de todos los elementos que conforman el relato.
En el apartado técnico destacan el look setentero de sus imágenes, que recuerdan los películas de intriga de aquella época; un cuidado montaje, a cargo de William Goldenberg, y un inteligente empleo de la música del francés Alexander Desplat, que sabe acompañar las acciones. La dirección de actores es estupenda, todos los intérpretes logran comunicar bastante del miedo y la tensión que viven los personajes, sobre todo, cuando deben fingir naturalidad. Hay que destacar el trabajo de los veteranos John Goodman y Alan Arkin, en los roles del maquillador John Chambers y el productor Lester Siegel respectivamente, quienes brindan momentos de humor a costa del mundo cinematográfico. Ben Affleck, a pesar de su parquedad interpretativa consigue conmover en su papel de héroe, que hace y desaparece, pero que tiene su corazón.
El guion de Chris Terrio, basado en el artículo de Joshua Bearman sobre el rescate de los funcionarios de la embajada en Teherán, está muy bien tramado, al punto que cuenta esta historia real en el límite de la fantasía más cinematográfica. En ella se cumple el dicho de que la realidad puede superar la fantasía. En su argumento, ambas (realidad y ficción) se presentan como dos caras de la misma moneda, aunque se sabe que la mentira, por muy bien construida, tiene unas patas cortas. El suspense y la tensión se intensifican con el paso del tiempo y sus personajes, con pocos trazos, se dibujan con claridad. A pesar de que se ofrecen pocos datos sobre el pasado de estas personas, lo cierto es que suscitan empatía de inmediato, se puede comprender su desconfianza hacia un plan a vida o muerte y sentir su indefensión. Hay que mencionar de manera especial la importancia que se da al componente ético del protagonista, en donde destaca su integridad y profesionalismo, así como el papel esencial que tiene la familia en su vida y decisiones.
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