El cineasta italiano Giuseppe Tornatore visitó Madrid el pasado 2 de julio para presentar su último trabajo, «La mejor oferta». Durante la rueda de prensa, habló no solamente sobre la película, sino también sobre la profesión y el particular momento de crisis que atravesamos y al que el cine no es ajeno.
[Enrique Almaraz, Colaborador de CinemaNet]

Después de posar para los fotógrafos a la entrada del cine Palafox de Madrid, Giuseppe Tornatore, ameno y cordial, atendió en la sala 2 y durante una hora a los medios allí congregados con motivo de la presentación de “La mejor oferta”, su última película.
La elección de rodar, por primera, vez íntegramente en inglés y con un reparto internacional responde a una necesidad que nace de la propia historia, así como la localización indefinida pero pretendidamente centroeuropea — en realidad la acción se filmó en Viena, el norte de Italia y Praga —, pues una especificación en su país de origen, tanto en tema geográfico como lingüístico podría haber desviado el relato hacia la comedia. La historia es la fusión de otras dos sobre dos personajes — una chica agorafóbica y un subastador — en las que llevaba años trabajando y que por separado no terminaban de convencerlo. Así, en su imaginación, el protagonista masculino pronto adquirió los rasgos de Geoffrey Rush, un actor al que no conocía personalmente pero que, tras leer el guión, aceptó de inmediato el reto. Describe a Rush como un intérprete muy trabajador, intenso, de fuerte método pero sin llegar a la obsesión y simpático. Tornatore ha vuelto a contar con su gran amigo Ennio Morricone para la banda sonora de la película. Ambos suelen departir sobre conceptos entre música e imagen y el veterano compositor se enfrenta con la ilusión de un principiante a cada proyecto.
Respecto al rodaje en sí, el director destacó la dificultad del delicado y laborioso proceso de la escenografía basado en el arte, única dimensión de Virgil Oldman, así como sobre este particular: “Cuando se dice que en el arte puede rechazarse la vida, esto puede crear monstruosidad”. Desde el punto de vista narrativo y puesto que le bloquea como autor, negó haber homenajeado a autores concretos, aunque reconoció posibles influencias: “La cita más sincera es la inconsciente”.
El director también expuso sus impresiones sobre la crisis actual y su reflejo en el cine, donde la mayor producción recae en las comedias. “Son el género que más beneficios obtiene en taquilla, pero debe existir mayor oferta para que el público elija”. Un buen ejemplo es precisamente su último trabajo, que en Italia ha superado las más optimistas previsiones, con alrededor del millón y medio de espectadores y seis premios David de Donatello de la Academia de Cine Italiano. Admitió el orgullo de los galardones — “sería hipócrita negarlo” —, aunque lo más inteligente es olvidarlos el día después de recibirlos. Lo importante, a fin de cuentas, es la película, cuya vida — y más en la actualidad — es muy larga, más allá de la exhibición en las salas comerciales, y cambiante. Tampoco toma como absolutas las críticas a un lado u otro de la balanza, por la razón anterior y por la variedad de gustos del público: “Las peores críticas de mi carrera las recibí por ‘Cinema Paradiso’, antes de que la película empezara a recorrer mundo y llegara a ser lo que se considera hoy”. Confiesa que, como espectador, se deja el oficio en casa y como profesional no puede ocultar cierta nostalgia al recordar los rollos de celuloide y las latas de las películas, medios obsoletos suplidos por la gran calidad digital y sus posibilidades.
Así discurrió la rueda de prensa, con el placer de escuchar de primera mano asuntos de la trastienda que allí quedarían, salvo conjeturas o interpretaciones, de no ser por las declaraciones del equipo, en este caso, del director y guionista. Grazie, Giuseppe!