[Marc Fernández Cardellach. Colaborador de Cinemanet]
Son tiempos convulsos para nuestros corazones latinos. Hace poco acabó la Navidad, y la canción que estaba en la cabeza de todos decía nada menos que “All i want for Christmas is you”. ¿Estamos abandonando el materialismo de los regalos o se van a convertir las Navidades en unas fechas que compartir con nuestra media naranja? En estas fechas de recogimiento, de recién casados y familias felices, es normal preguntarse qué sorpresas le depara el futuro a nuestro corazón atribulado, pero la cosa no acaba ahí. Apenas un mes después llega San Valentín, y entonces parece que tener pareja se convierte en algo imperativo.
Dicho esto, ¿qué nos puede decir el cine sobre el amor? A día de hoy hay muy pocas películas en las que al menos no haya una historia amorosa rondando el argumento. Parece algo indispensable, un pilar sin el que ninguna película se sostendría. Pero si en verdad hubiésemos de aprender a amar a través de las películas, ¿qué aprenderíamos? ¿Lograríamos ser felices o prorrogaríamos un fatídico complejo de Werther?
Cabe señalar que me centraré en las películas puramente “románticas”. Tal y como he dicho, es un tema muy manejado en casi todos los filmes, pero voy a destripar aquellas que se centran totalmente en él. En la cartelera predominan dos subgéneros: las comedias románticas y las románticas a secas, que se llaman así porqué drama romántico no es un nombre muy comercial.
No hay que olvidar que las comedias románticas son, ante todo, eso, comedias, y que nunca deben tomarse muy en serio. Del mismo modo que nadie cometería la ingenuidad de enfrentarse a un conejo guardián tras ver “Los caballeros de la mesa cuadrada”, nadie debería meterse en las desventuras por las que suelen andar metidos los protagonistas de estos filmes.
La fórmula es sencilla: los protagonistas no se llevan bien, empiezan a sentir algo, se desentienden el uno del otro y al final acaban juntos. Por lo general se exalta la sexualidad como un medio para provocar una risa fácil, y las relaciones entre los personajes no van más allá de un enamoramiento rápido. Nadie dirá jamás que las comedias románticas son buenas, pero sus elevados ingresos en taquilla me llevan a pensar en toda la gente a la que pueden influir.
¿Qué podemos sacar en claro de ellas? Que el amor es algo esporádico y caótico, una fuerza contra la que no caben barreras o recelos. Muchas veces veremos a sus protagonistas imponerse a sí mismos normas ilógicas, como recurrir a amantes previos para no pasar una cifra o tener una cita sólo con la persona que logre hallar cierto objeto. Estas “leyes” pueden parecer estúpidas, pero se usan en casi todas las películas para llevar al lenguaje cinematográfico una inquietud; y es que estos límites tan arbitrarios muchas veces nos vendrán impuestos por nuestros propios sentimientos. Tomarse en serio a las comedias románticas puede llevar a tomar decisiones precipitadas en base a fundamentos con poco peso, y las consecuencias serán, en su mayoría, catastróficas.
Hablemos ahora del cine puramente romántico. Aquí se puede observar una mayor madurez, y en muchas de ellas se tratan temas serios con cautela, desde la muerte hasta la libertad. Muchas obras maestras de la cinematografía centran sus guiones en el romance, algunas tan emblemáticas como “Casablanca” o “Lo que el viento se llevó”. Pero hay un mensaje inmanente en todas ellas, un mensaje que se repite de una forma tan subliminal que es muy difícil descubrir una fórmula como la que siguen las comedias románticas.
Todas ellas tienen como objetivo inducir al espectador hacia una sensación de amor, del mismo modo que con una película de Christopher Nolan queremos un aumento del córtex cerebral. El amor es un sentimiento, y como tal, no es más que una sensación imperfecta que es víctima del paso del tiempo. Las películas románticas transmiten lo que debería facilitar un amante, y eso deriva en el cénit de la cuestión.
Hay mucha, muchísima gente que vive enamorada del amor, no de los seres humanos con los que han tenido la suerte de compartir su vida. Esa es la enseñanza que comparten los subgéneros: no importa a quién ames mientras haya amor, pues su mera presencia te hará feliz. La afirmación de por sí es peligrosa, y muchos espectadores asiduos de estas películas se convierten en verdaderos yonquis, personas que necesitan su dosis de sensación y que usarán a otro del mismo modo que emplean sus entradas en la taquilla.
Emplear a la otra persona como un medio probablemente sea el principal problema de las relaciones amorosas de hoy en día. En un aspecto más profundo podemos llegar a usar a la otra persona para amarnos a nosotros mismos, lo que no deja de ser otra forma de narcicismo. Es un razonamiento que se tiene muy poco en cuenta, pero realmente es difícil amar a alguien hasta que no lo ves como una extensión que va más allá de ti, un ser que existe por sí mismo.
A pesar de mis palabras, no estoy arremetiendo contra toda la industria del cine. Existen películas que ofrecen una visión tierna y certera de cómo funciona realmente el amor.
En “Atrapado en el Tiempo” vemos como Bill Murray llega a un punto en que puede controlarlo todo excepto los sentimientos de la mujer a la que ama. Al principio sólo quería acostarse con ella, pero al final la conoce tanto que se enamora profundamente. El amor es algo que no se puede forzar. Al ver ciertas películas románticas a uno puede entrarle a urgente necesidad de tener a alguien con quien vivir algo similar, pero es algo que no se puede crear en una probeta, y emplear a alguien sólo para conseguirlo es una degradación a la que nunca deberíamos someter a un ser humano.
En “Olvídate de mí” vemos como el personaje de Jim Carrey decide eliminar todos los recuerdos de su expareja. Desde el momento en que esa persona le empieza a crear complicaciones, decide que lo mejor es eliminarla, del mismo modo que al acabarnos un refresco tiramos la lata a la basura. Sin embargo al revisitar sus recuerdos descubre que el dolor, en toda su terrible dimensión, no es algo de lo que se deba huir, y que el amor muchas veces trae consigo mucho sufrimiento. Pero en eso consiste amar, en ser capaz de sufrir y renunciar a tu propia felicidad porqué te proyectas en otra persona. Porque la quieres.
Es un tema muy complicado y sobre el que la humanidad lleva siempre deliberando, por lo que voy a volver de nuevo a los carriles cinematográficos. Esta dependencia del sentimiento lleva a dos cosas: a que la cinta termine cuando la pareja finalmente esté junta y a huir del dolor.
Ligar puede ser más o menos difícil -depende de lo mucho o poco que te parezcas a mí-. Enamorar a alguien dependerá más de ambas personas, y es algo que muy pocas películas logran hacer bien. Pero amar a alguien es tan largo y complejo que no cabe en una cita, es algo que debe aprenderse y que va mucho más allá del momento en que conseguiste robarle un beso a tu tórtola. Creo que el mejor ejemplo de una pareja lo encontramos en Marge y Homer, en cuyas andanzas se aprecia como su amor pasa por tantos altibajos que realmente te preguntas que los lleva a seguir adelante. Para facilitar la transmisión de la sensación de enamoramiento, la película soltará los créditos cuando empieza lo verdaderamente difícil.
Luego está la huida del dolor. Este pánico no tiene nada que ver con el proceso para llegar a la otra persona, ya que nuestras leyendas están llenas de héroes que matan al dragón y se quedan con la princesa. Me refiero al dolor que te provoca una persona que se supone que debe darte felicidad, ese dolor necesario para comprender la existencia del ser amado y que requerirá el más grande de los esfuerzos.
En fin. Hoy es San Valentín y con él viene el correspondiente bombardeo de películas románticas. Hay que estar preparados. Muchas cintas te harán creer que amar es algo imperativo que te puede ser proporcionado por otra persona, cuando en realidad es algo tan complejo que una película sólo alcanza a dilucidar una pequeña parte de sus entresijos.
Concluyo con este fragmento de la canción “Entre Nous” de Rush:
We are secrets to each other
Each one’s life a novel
No one else has read
Even joined in bonds of love
We’re linked to one another
By such slender threads
We are planets to each other
Drifting in our orbits
To a brief eclipse
Each of us a world apart
Alone and yet together
Like two passing ships
Just between us
I think it’s time for us to recognize
The differences we sometimes fear to show
Just between us
I think it’s time for us to realize
The spaces in between
Leave room for you and I to grow
We are strangers to each other
Full of sliding panels
An illusion show
Acting well rehearsed routines
Or playing from the heart?
It’s hard for one to know
We are islands to each other
Building hopeful bridges
On a troubled sea
Some are burned or swept away
Some we would not choose
But we’re not always free