(Artículo cedido por su autor y publicado originalmente en el blog Cartas en el olvido)
Hace ya un mes o así pude ver el remake de 2010 de la famosa serie de la que algunas veces disfrutaba cuando era un canijo: El equipo A. Ya me he recuperado: ya puedo decir algo sobre una frase que tomé prestada. Pero -¡lo que son las cosas!- la voy a unir con una maravilla shakespeareana. Porque resulta que estoy leyendo El mercader de Venecia y, claro, cada dos por tres podría pararme a tomar notas. Me he quedado con una, por el momento.
En El equipo A, ese atajo de hombretones sin ley y métodos, se da un choque de intereses entre ellos y la ley. Poco menos chulos que nuestros protagonistas, en un momento dado, tienen un diálogo con Hannibal. Empiezan ellos. Y la respuesta de Hannibal está a la altura:
-Ganamos en una semana lo que vosotros en un año.
-El dinero no puede comprar ni el valor ni el cerebro. Y a vosotros os faltan ambas cosas.
Y se va, tan pancho y con uno de sus míticos puros en la boca. Lo cierto es que la frase es contundente. Y cierta.
Pero ahora propongo un ejercicio de imaginación. Ahí va: ¿qué pasaría si, en lugar de esa frase, le hubiera dicho algo un tanto diferente? Puestos a imaginar, podría haber soltado esta otra frase en medio de sus ideas. Es de Basanio, un personaje de El mercader de Venecia:
«¡Cuántos cobardes, cuyos corazones son tal falsos como gradas de arena, llevan en sus rostros las barbas de Hércules y de Marte, con el ceño malhumorado, y cuando se les escruta interiormente se encuentra el hígado blanco como la leche! No se adornan con estas excrecencias del valor más que para hacerse temibles».
Y luego, Hannibal podría añadir la suya. Bromas aparte, es notable el cambio de registro.
Sin embargo, se me ocurren dos cosas más. La primera, que la verdad es poliédrica: tiene muchas caras, aunque sea una. Se puede expresar de muchas maneras. Nadie hay tan tonto que no sea capaz de ser golpeado por la verdad: y es que, como dice Sting, «Truth hits everybody».
La segunda, que el hombre tiene capas… y caras. Y que la verdad está dentro. Y que es mejor que salga habitualmente: ser un hombre veraz no tiene precio, aunque sí coste. Y que compensa.