La unión Robert Zemeckis-Tom Hanks lleva mucho tiempo consolidada: lo que empezó con Forrest Gump siguió con Náufrago y luego hicieron juntos más películas, pero nos vamos a detener en cómo el protagonismo absoluto de Hanks en la que nos ocupa tiene mensajes de fondo muy profundos: perseverancia, tener objetivos y el hecho de que “no es bueno que el hombre esté solo”.
Recordemos el argumento: tras un accidente aéreo, Chuck Noland (Tom Hanks), ingeniero de Federal Express (FedEx), trata de sobrevivir durante años en una isla desierta.
La premisa es breve y directa. La supervivencia es a base de lo que consigue en la isla ya que los paquetes que van llegando del accidente no ayudan mucho; sin embargo nos vamos a detener en la parte psicológica. Hay dos mensajes muy importantes que subyacen tras toda su aventura en solitario y que analizaremos detenidamente.
Primer mensaje clave: el hombre necesita objetivos, marcas, metas… la denominación es indiferente. Lo importante es buscar algo superior a uno mismo para intentar lograrlo con perseverancia y, por el camino, aprender y ser mejores. Noland es un experto en entregas y lleva unos horarios muy estrictos, algo que se va a poner a prueba durante su estancia en la isla, donde el tiempo parece eterno, pero él no está dispuesto a morir allí.
La supervivencia pasa por encontrar útiles que le hagan la vida un poco más fácil, para lo cual no duda en abrir muchos paquetes que van llegando del accidente gracias a las corrientes marinas. Sin embargo hay uno en concreto que llama su atención: una caja rectangular de FedEx con un dibujo de dos alas amarillas y, alrededor, dos círculos azules. Justo cuando va a abrirlo se detiene, toca el dibujo y decide dejarlo a un lado. A priori lo que ocurre parece no tener sentido pero, al contrario, lo tiene y mucho: Noland se acaba de marcar una meta que es entregar el paquete en persona. La razón de no abrirlo es precisamente para marcarse ese objetivo, tener un motivo de fuerza mayor para lograr salir de la isla con vida y cumplir con el compromiso de entrega de su empresa.
Podría parecer que esto es llevarlo demasiado lejos, pero se confirma cuando sale de la isla en una balsa improvisada y lo lleva como oro en paño, y aún más cuando, en el tramo final, lo lleva a casa del destinatario y escribe en una hoja “este paquete salvó mi vida. Gracias. Chuck Noland”. Como hemos dicho antes, le salvó la vida porque le dio un motivo para sobrevivir: cumplir con su deber. El hombre necesita objetivos para avanzar. ¿Qué tenía dicho paquete? En realidad es irrelevante, pero si de verdad se quiere saber hay una escena eliminada que lo revela: frascos con salsa. De esta forma lo que salva a Noland no es el contenido, que no importa, sino su perseverancia.
El segundo mensaje nos lleva a una de las características intrínsecas del hombre: su aspecto social. Tras pasar varios días adaptándose a su nueva vida y sufrir un pequeño accidente en uno de los intentos por hacer fuego se hiere en la mano. Lleno de rabia, lanza varios objetos, entre ellos un balón de voleibol de la empresa Wilson Sporting Goods. Dicho balón queda manchado de su sangre. Reparando en esto, Noland lo mira con detenimiento y empieza a retocar la mancha añadiéndola unas líneas que forman dos ojos, una nariz alrededor del agujero por el que se infla y una boca con una pequeña sonrisa. Terminada la “obra” saca la pelota de la caja y la pone sobre un tronco de árbol partido, y en ese momento empieza la parte más importante: Wilson se convierte en su inseparable compañía al darse cuenta Noland de que necesita compañía ya que el hombre es, por naturaleza, un ser sociable.
Los “diálogos” entre él y la pelota son constantes y empiezan nada más haber “creado” a su acompañante: vuelve a intentar originar fuego y, tras unos segundos en la tarea, mira a Wilson y le pregunta son sorna “¿No tendrás por ahí una cerilla, ¿verdad?”; cuando logra que brote un poco de humo habla solo, pero al momento recuerda que ya no está “solo”, mira a Wilson y exclama “¡Lo ha encendido el aire!”.
Wilson se convierte en el recurso de Noland para no sentir todo lo solo que está, en su mejor amigo, pero como en toda amistad a veces surgen tiranteces. Esto ocurre mientras está en la cueva en la que se refugia, cuando intenta planificar su escape de la isla: “¿Tienes que volver a sacar el tema, no puedes olvidarlo? Tenías razón, tenías razón hicimos bien al hacer la prueba porque no habría salido bien a la primera, habría aterrizado en las rocas y me habría roto la cadera o el cuello. No tenía opción en ese momento, ¿cuánto hace ya, un año? Así que olvidémoslo… (silencio) ¿y a qué viene eso? Oye, puede que salgamos de aquí, ¿no se te ha ocurrido pensarlo? En cualquier caso prefiero arriesgar mi vida allí en el océano a quedarme aquí y morir en esta isla después de pasar toda mi vida… ¡Hablando con una maldita pelota!”, Wilson sale por los aires por una patada de Noland, que refunfuña “así callarás de una vez”. Esta situación de enfado dura poco, hasta que se da cuenta de su cabezonería y de que enfadarse no sirve de nada. Entonces vuelve en su búsqueda a toda prisa y, tras encontrar a Wilson, grita entre sollozos “nunca más, nunca más, ¿estás bien?”; la siguiente conversación es aún mejor: “sí… te conozco… te conozco… ¿qué… amigos?, ¿sí?… Sí”.
Y, como en las mejores amistades, también hay duelo por la pérdida definitiva, que tiene lugar cuando ha logrado salir de la isla y está a la deriva. Wilson accidentalmente cae al agua, pero cuando Noland se da cuenta ya es demasiado tarde y no puede recuperarlo, dando lugar a la escena más desgarradora de todas: “¡¡Wilson!! ¡¡Wilson!!”, grita mientras intenta nadar hacia su amigo, y al ver que no es capaz de llegar no deja de repetir “¡Lo siento Wilson, lo siento, lo siento Wilson, no puedo!”.
Una vez que ha sido encontrado y está nuevamente en la civilización, Noland debe hacer frente a su nueva situación: su novia se había casado al darle por muerto, pero como el matrimonio es sagrado y ella se debe a su marido, el protagonista decide empezar una nueva vida, coge el coche y, en el asiento del copiloto, entre otras cosas, hay… una nueva pelota de Wilson. Sabe que su pasado está ahí y no lo rechaza, consciente de lo importante que ha sido Wilson para mantenerse cuerdo porque, como está escrito en el Génesis 2:18.23, “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”.