Título Original: Bon Appétit |
SINOPSIS
Daniel, un joven y ambicioso chef español, acaba de conseguir su sueño: una plaza en el prestigioso restaurante de Thomas Wackerle en Zurich. Su extraordinario talento le servirá a Daniel para progresar en la exigente cocina de Wackerle, pero no podrá evitar que su relación con Hanna, la atractiva sumiller del restaurante, se transforme en algo más que una simple amistad. Esta inesperada situación volverá del revés el ordenado mundo de Daniel y le hará plantearse una difícil cuestión: ¿Merece la pena arriesgar su carrera profesional por el amor?
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, COPE ]
Frente a tantas comedias bobas, quizás taquilleras pero sin interés, varios nuevos realizadores españoles están proponiendo tragicomedias o dramas de entidad, con planteamientos similares a los de otros jóvenes cineastas europeos, sobre todo de Gran Bretaña y los países escandinavos. Ahí están películas como Tres días con la familia, de Mar Coll; Amador, de Fernando León de Aranoa; Héroes, de Pau Freixas; Vivir para siempre, de Gustavo Ron, o esta Bon appétit, primer largometraje como director del español David Pinillos, hasta ahora montador de películas como Gordos, La vergüenza o El juego de la verdad.
El protagonista es Daniel (Unax Ugalde), un joven y ambicioso chef español, que comienza a trabajar en el prestigioso restaurante de Thomas Wackerle (Herbert Knaup) en Zurich. Su gran talento le servirá para progresar en la exigente cocina de Wackerle, pero no podrá evitar que su relación con Hanna (Nora Tschirner) —la atractiva sumiller del restaurante— se transforme en algo más que una simple amistad. Este inesperado sentimiento vuelve del revés la competitiva mentalidad de Daniel, sobre todo cuando varias circunstancias complican aún más la situación.
Sorprende gratamente esta opera prima. En primer lugar, está muy bien escrita, de modo que sus largos diálogos resultan naturales a pesar de que gozan de una evidente elaboración literaria. Los actores —sobre todo el vitoriano Unax Ugalde y la berlinesa Nora Tschirner— aprovechan esta virtud del guión, y ofrecen unas interpretaciones excelentes, muy contenidas, que logran dar autenticidad a los personajes y, en consecuencia, conmover al espectador con la evolución de sus conflictos dramáticos. Unos conflictos, por otra parte, de notable hondura moral, y que afrontan con honestidad temas tan complejos como la diferencia entre el amor, la amistad y la simple atracción física, la tentación del triunfo a cualquier precio o la maternidad como culminación de la feminidad.
Por su parte, la puesta en escena de David Pinillos mima a los actores, da la talla en los pasajes más emotivos y aprovecha hábilmente el contraste entre la fría fotografía de Aitor Mantxola y la calidez de los sentimientos que describe, mostrados siempre desde una visión realista pero luminosa de la naturaleza humana. En este punto y en la magnífica selección de las canciones incidentales del filme se aprecia claramente la reconocida fascinación de Pinillos por el cine del sueco Lukas Moodysson y de otros cineastas escandinavos.
Ciertamente, el ritmo narrativo flaquea un poco en la recta final de la película, donde también se introduce una boba concesión a la ideología de género. Pero el filme remonta finalmente en el valiente desenlace, quizás atípico, pero muy coherente con el sólido discurso dramático y moral del conjunto. Por todo lo dicho, resultan justificados los seis galardones que recibió Bon appétit en el Festival de Málaga 2010, incluidos el Premio Especial del Jurado y los premios al mejor guión y al mejor actor, para Unax Ugalde.
[Julio R. Chico, La Mirada de Ulises]
Que la cámara se meta en la cocina comienza a ser una costumbre y una señal de que vamos a asistir a un romance a fuego lento. Y es que no hay nada como un espíritu creativo para sorprender y seducir con un detalle, ni como unos buenos fogones para condimentar un amor que necesita la calidez del entorno. Recientemente ensayaron la fórmula “Deliciosa Martha” y su remake “Sin reservas”, y también lo habíamos visto en “Chocolat” y en el mismo “Ratatouille”. Ahora, David Pinillos ha querido ofrecernos su particular receta con “Bon appétit”, y emplear los condimentos del éxito profesional, de la amistad y del amor romántico en su elaboración.
A Zurich llega Daniel para trabajar como cocinero en el prestigioso restaurante de Thomas Wackerle, y lo hace con una enorme ambición y la voluntad de innovar en cada plato. La inicial rivalidad con Hugo, el italiano jefe de cocina, y la atracción que siente por Hanna, la joven sumiller que trabaja para Thomas, están a punto de entorpecer su carrera triunfal… y de provocar el desconcierto en su planificado esquema de prioridades.
Bien cocinada y con una fresca puesta en escena, con momentos para el drama y también para la emoción, “Bon appétit” opta por los ingredientes más convencionales y dulces de la comedia romántica… pero sabe darles el toque salado del cine independiente. Con todo, su equilibrado guión acierta a transmitir al espectador una sensación placentera y romántica, para dejar un regusto con sabor de amistad que perdurará en su memoria. La historia se mueve entre la búsqueda del amor y el doloroso desencanto, entre la incertidumbre y ambición en los inicios de la vida profesional y el triunfo a cualquier precio. En esas encrucijadas, los tres jóvenes cocineros perderán algo pero podrán también madurar, y saborear la buena receta de la amistad, de la lealtad y, en definitiva, de la relativa –pero posible– felicidad (que nada tiene que ver con Hollywood).
La fotografía de Aitor Mantxola sabe ir de los ambientes fríos del lugar de trabajo a los momentos cálidos de esa pareja de amigos que se besa, medio en broma… medio en serio, de la Suiza más reguladora y anónima al País Vasco vitalista y familiar, mientras que la cámara de tono acelerado que recoge la agitación de la cocina cede cuando los sentimientos y emociones requieren un ritmo más pausado y sosegado. Buenas interpretaciones de Nora Tschirner y sobre todo de Unax Ugalde, que transmite con convicción tanto su afán por convertirse en un gran chef como su inclinación afectiva o su sentido de la amistad. La guinda al pastel la pone una banda sonora y unas canciones pegadizas, en sintonía con el tono desenfadado y fresco de la cinta.
Delicada y romántica, dulce y amable en el tratamiento de los personajes (incluso ante el impresentable jefe), contenida en los afectos y nada pasional en los arrebatos, esta cinta resulta un exquisito plato para degustar y no dejar el paladar estragado. Fue la gran triunfadora en el Festival de Málaga con seis premios –incluido el Especial del Jurado y el de mejor actor para Unax– y también estuvo presente en la Spanish Cinema de la Seminci. Una película agradable que deja buen sabor de boca, con el más auténtico de los desenlaces y con la mejor receta para la vida.
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