Comedia dramática con una importante lección de vida, sobre qué actitudes nos llevan irremisiblemente hacia el desencanto de una vida vacía, y sobre el papel de los grandes valores en la construcción personal y la auténtica felicidad. Sin embargo aunque busca un final capriano, se mueve todo el rato por paradigmas antrópológicos que inevitablemente desembocan en aquello que se quiere criticar. Además los diálogos y escenas procaces se suceden hasta el absurdo incluso entre padres e hijos.
ESTRENO Título original: Stuck in love. |
SINOPSIS
Años después de su divorcio, el veterano novelista Bill Borgens sigue obsesionado con su exmujer, Erica, quien le abandonó por otro hombre. A pesar de los esfuerzos de su vecina Tricia para que vuelva a estar abierto al amor, él sólo tiene ojos para su “ex”. Bill descubrirá que Samantha, su hija universitaria, acaba de lanzar su primera novela cuando él hace tiempo que no consigue publicar. Samantha es una joven que no teme a nada, excepto a tener su primera relación seria con un romántico empedernido. Por su parte, su hermano adolescente, Rusty, intenta encontrar su propia personalidad como escritor de ficción y también como inesperado novio de una chica de ensueño con inquietantes problemas. Cuando las tres situaciones desemboquen en sendas vacaciones románticas frustradas, la renovada familia Borgens descubrirá porqué algunos finales pueden convertirse en nuevos principios.
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CRÍTICAS
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Tres años después de su divorcio, William Borgens –escritor de renombre, ganador dos veces del premio PEN/Faulkner– sigue obsesionado con el regreso al hogar de Erica, su esposa, que le abandonó por otro hombre. Su hija mayor, Samantha, odia a su madre porque la culpa de la separación de sus padres, y a William le reprocha su actitud, a su juicio “ingenua”, de esperar que vuelva su esposa para perdonarla. Sam es una joven muy inteligente –acaba de publicar su primer libro–, pero cínica y promiscua, como reacción al fracaso afectivo de sus padres. Su hermano adolescente, Rusty, todavía en el instituto, también se está iniciando como escritor. Es un muchacho tímido, enamorado de una compañera de clase, que no le hace caso y que, al final, va a resultar enormemente problemática.
La familia Borgens es el paradigma de la progresía “intelectual”, liberada de “tabúes” sobre el sexo, la fidelidad y, la ética en general. Su visión del ser humano y de la vida parece reducirse al interés por el arte, en su caso la escritura, para lo cual hay que acumular experiencias que puedan ser luego plasmadas en sus producciones literarias. No hay un referente ético que ilumine sus actitudes y sus actos. En su mundo, el sexo es la mera satisfacción de una apetencia fisiológica, sin la cual no puede haber equilibrio psicológico. Paradójicamente se admite fácilmente la droga, pero se escandalizan porque un joven consuma alcohol siendo menor de edad.
El desarrollo de la historia va mostrando que esa actitud moderna, abierta, intelectual, razonable, pragmática… no resulta ser en absoluto liberadora. Muy al contrario, no trae más que insatisfacción, soledad interior y vacío existencial. Al reorientar sus vidas hacia valores que creían superados por la “nueva civilización”, como el amor generoso e incondicional, la lealtad, el arrepentimiento, el perdón y la unión familiar, cada uno de los personajes va encontrándose a sí mismo, y ante ellos se abre la posibilidad de auténtica felicidad.
Las escenas y los diálogos procaces se suceden, incluso entre padres e hijos, hasta límites absurdos, aunque superados en su sinsentido por la surrealista llamada del mismo Stephen King a Rusty. Sin embargo los personajes están muy bien trazados y los actores –especialmente Greg Kinnear, Lily Collins y Jennifer Connelly– llevan a cabo un gran trabajo. Hay algo de drama y melodrama en la historia, pero en general prevalece el tono amable de comedia. Es de destacar cómo el director juega con la alianza de casado de Bill. En cada gesto de quitársela, volver a ponérsela, llevarla o dejarla en el quicio de la ventana, se nos muestran, sin palabras, sus estados de ánimo, sus dudas y vacilaciones, pero, sobre todo, su agradecimiento y el deseo de permanecer fiel a una promesa cuyo auténtico alcance no se descubre hasta el final.
En definitiva, la película nos permite pasar un buen rato y extraer una importante lección de vida, sobre qué actitudes nos llevan irremisiblemente hacia el desencanto de una vida vacía, y sobre el papel de los grandes valores en la construcción personal y la auténtica felicidad.
[Juan Orellana, COPE]
Han pasado algunos años desde que el novelista Bill Borgens (Greg Kinnear) se divorciara de Erica (Jennifer Connelly), que ahora vive con otro hombre. Sin embargo, Bill está convencido de que Erica volverá. Ambos tienen dos hijos; Samantha (Lily Collins), que ya está en la Universidad, y que se ha convertido en una joven promiscua; y su hermano menor, Rusty (Nat Wolff), que está enamorado de una chica con problemas (Kristen Bell). Tanto Samantha como Rusty han heredado la vocación literaria de sus padres, y entre los tres existe una cierta competencia.
El debutante Josh Boone trata de hacer una película con fondo autobiográfico, que refleje el dolor que vivió con el divorcio de sus padres cuando era niño. Así, la película se inscribe en ese subgénero tan posmoderno y frecuente de matrimonios en crisis con hijos adolescentes. A veces, estas películas suponen una dura crítica al modelo sesentayochista, y otras veces esa crítica se suaviza con dosis variables de complacencia. Es el caso de esta cinta que, aunque busca un final capriano, se mueve todo el rato por paradigmas antropológicos que inevitablemente desembocan en aquello que se quiere criticar.
Además, la película es muy poco original en su planteamiento, y recoge elementos —¿o tópicos?— de filmes como «Los descendientes» (en su trama de adulterio e hijas adolescentes), «Una historia del Bronx» (padres confusos que aconsejan mal a sus hijos) o «Amor y letras» (en su contexto de mundos literarios), por citar solo algunos ejemplos. Está bien dirigida, se deja ver, tiene puntos de interés…, pero pesa demasiado su aire de déjà vu.
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