[María Iserte Alfaro – Colaboradora en CinemaNet]
En las próximas semanas vamos a hacer un pequeño repaso a la maravilla que es la vida. Si bien es cierto que cada acto, sentimiento o poesía nos habla de lo más profundo del ser humano; destacaremos esta vez esos pequeños hitos que, aunque ordinarios, atraviesan cada una de nuestras vidas de manera (así lo vivimos) excepcional. Infancia, adolescencia, muerte… o, como hoy, el nacimiento.
La vida siempre palpita en el cine y el documental da buena muestra de ello. Cada día, miles de padres filman con sus cámaras y smartphones el nacimiento de sus retoños. Pero muchas veces, su pretensión no es más ambiciosa del mero “yo he estado ahí”. O, más importante, preservar un recuerdo.
En la televisión cada vez es más frecuente ver series de telerrealidad con esta temática. En España tenemos el ejemplo de Baby Boom, o en la televisión americana está Embarazada a los 16.
Pero es en el documental donde encontramos verdaderas joyas sobre esta temática. Tal como dijo Erik Barnouw, “los documentalistas siempre presentan su propia versión del mundo” (Erik Barnouw, en El documental. Historia y estilo), por lo que encontramos visiones muy distintas sobre un mismo asunto.
En los últimos años, varias documentalistas han dado su visión sobre el nacimiento. Los modos de parto, cómo es el dolor y cómo prepararnos para ese momento se constituyen como los principales ejes temáticos. Buenas muestras de ello son Néixer, de Ana Victoria Pérez, o De parto, de Mariona Ortiz y Anna Masllorens. Curiosamente, ambos casos se acercan más al reportaje televisivo y se centran en el “cómo”.
Pero serán dos hombres, cineastas soviéticos, los que nos acercarán en sendos documentales, a partos desde la perspectiva del “qué”. Con mirada poética, acercándose a lo desconocido e intentando comprender, desde su mirada, la gran maravilla que está teniendo lugar en ese instante.
Ellos son Artavazd Peleshian y Herz Frank.
Herz Frank fue uno de los fundadores de la Escuela de Riga de cine poético documental. Por desgracia, pese a que cuenta con 17 títulos como director, su cine no ha tenido la proyección internacional que merece. Aquí presentamos Cantar de los cantares (1979):
Por su parte, Artavazd Peleshian es un documentalista armenio, conocido por sus películas de gran hermosura contemplativa. Buena muestra de ello es este Kyang (1993):
Resulta evidente que ambos comparten un mismo modo de hacer cine, documental y poético. Pero, además, representan el alumbramiento de forma muy similar, centrando la atención en el rostro de la madre. Acaso sea porque uno influyó fuertemente en el modo de hacer del otro. O, tal vez, porque en la madre estamos nosotros en potencia: cuando ella nació, ya llevaba consigo todos sus óvulos. Y entre ellos, estaba el que nos daría la vida. Pueden darse miles de explicaciones para esta decisión cinematográfica, pero una cosa está clara: en ambos ejemplos el misterio de la vida es el que adquiere el protagonismo total. Más allá del rostro de la madre, del dolor o de la felicidad. Todas estas sensaciones vienen trascendidas por algo que las abarca: dar a luz a una nueva vida.