Este premiado melodrama es un buen ejemplo de la buena marcha del cine rumano en la última década. Relata la difícil relación entre una madre dominadora y su hijo débil, papeles ambos muy bien interpretados. A veces, la acción se dilata en exceso, la tragedia se extrema demasiado, la constante cámara en mano agota, los diálogos groseros irritan y el ritmo se torna plúmbeo. Pero, en general, las virtudes de este filme se imponen a sus defectos, hasta decantar en un desenlace memorable.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Pozitia copilului. |
SINOPSIS
Cornelia tiene 60 años y se siente infeliz desde que su hijo Barbu, de 34 años, ha decidido ser independiente. Se ha mudado a un apartamento, tiene coche propio, una novia y evita a su cariñosa madre siempre que es posible. Cuando Cornelia se entera de que su adorado hijo está involucrado en un trágico accidente, usará todas sus habilidades, contactos y dinero para impedir que vaya a la cárcel. A cambio, está convencida de que volverá al redil y será el niño dependiente de antes. No parece una tarea imposible, dada la conmoción por la que Barbu aparenta pasar. Pero, ¿dónde está la delgada frontera que separa el amor materno de la manipulación egocéntrica? ¿Podrá Cornelia cortar el cordón umbilical y liberarle?
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Rumanía, en la actualidad. Una fría noche de marzo, el perdido Barbu (Bogdan Dumitrache), de 34 años, atropella involuntariamente a un niño en bicicleta, que muere pocas horas después del accidente. Barbu conducía bastante por encima del límite de velocidad, de modo que seguramente le espera una pena de entre tres y quince años de prisión. Pero su madre Cornelia (Luminita Gheorghiu) intenta salvar a su hijo por todos los medios, legales o no. Para ello, esta aguerrida arquitecta sexagenaria, casada con un mediocre alto funcionario, activa todos los resortes que le permite su pertenencia a la nueva clase dominante rumana.
Oso de Oro y Premio Fipresci a la mejor película en el Festival de Berlín 2013, y ganador de ocho importantes premios Gopo —los Goya rumanos—, este melodrama de Calin Peter Netzer (“Maria”, “Medalia de onoare”) confirma la buena forma del cine rumano en la última década. Aquí destaca especialmente la sensacional interpretación de la veterana Luminita Gheorghiu, que echa sobre sus hombros la veracidad del duelo entre la madre dominadora y el hijo frágil, también muy bien encarnado por Bogdan Dumitrache. Por su parte, la hiperrealista puesta en escena prima el drama familiar sobre la intriga judicial o la denuncia política, lo que facilita su conexión con el espectador. Una conexión que además se refuerza con la nada complaciente perspectiva ética que adopta el filme, muy crítica con la corrupción política y social en los países ex comunistas, y elogiosa de la toma de conciencia, aunque resulte dolorosa.
A veces, la acción se dilata en exceso, la tragedia se extrema demasiado, la constante cámara en mano agota, los diálogos groseros irritan y el ritmo se torna plúmbeo. Pero, en general, las virtudes de este filme se imponen a sus defectos, hasta decantar en un desenlace memorable.
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