Dos iconos americanos se juntan en «Sully», la historia real del piloto que logró aterrizar un avión en medio del río Hudson de Nueva York sin ninguna víctima mortal. Clint Eastwood y Tom Hanks son los artífices de esta historia.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Sully |
SINOPSIS
Sully (Tom Hanks) se dio cuenta al instante de que no lograría volver al aeropuerto. A los mandos de un avión con 155 pasajeros a bordo vivía una situación crítica después de que unos pájaros chocasen contra los motores nada más despegar de Nueva York. Realizando una maniobra heroica y muy arriesgada, logró aterrizar en medio del río Hudson sin perder a ninguno de sus pasajeros. Clint Eastwood traduce en imágenes esta noticia real de 2009.
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CRÍTICAS
[Larissa I. López. Colaboradora de CinemaNet]
A sus 86 años, el prolífico Clint Eastwood regresa para contar la historia de Chesley «Sully» Sullenberger, piloto veterano de la American Airways que el 15 de enero 2009 logró un hecho inédito: amerizar en el río Hudson de Nueva York con un avión que había perdido ambos motores, logrando que sus 155 pasajeros vivieran para contarlo.
El guion de Todd Komarnicki utiliza como gancho narrativo la investigación realizada por la Junta Nacional de Transportes que, en contraste con los medios de comunicación que se encargan de ensalzar a Sully como el nuevo héroe de la nación, cuestiona la actuación del piloto ante el incidente y sostiene que la mejor opción habría sido aterrizar en la pista de algún aeropuerto.
En su carrera como director y también como actor (el ejemplo por antonomasia es la saga de Harry el sucio), Eastwood ha mostrado interés en ofrecer la lucha del individuo contra la autoridad administrativa pertinente, y Sully es uno de ellos. Sin alejarse demasiado de la temática de su cinta más reciente, El francotirador (2014), en Sully (protagonizada por un Tom Hanks que como héroe cotidiano es una garantía), una vez más, el octogenario director se encarga de indagar en el drama detrás de la celebridad, en humanizar la figura de uno de los personajes norteamericanos más admirados por los estadounidenses en los últimos años.
Así, ante las dudas planteadas por el comité de investigación, el protagonista, comienza a torturarse con la posibilidad de que su decisión fuera equivocada y con la idea de haber podido provocar una desgracia similar a la del traumático 11-S. A todo esto se une que, casi al final de su carrera de piloto, el hallazgo de una negligencia podría arrebatarle su pensión y destruir su incipiente negocio relacionado con la seguridad en la aviación. Además, las conversaciones telefónicas con su esposa Lorraine (Laura Linney), desvelan que, en plena crisis económica mundial, su situación financiera tampoco es halagüeña.
Sin duda, Eastwood hace un buen trabajo a la hora de relatar la secuencia del incidente del citado vuelo, con una maestría capaz de generar un suspense en el espectador que, puesto que todos conocemos el favorable desenlace, ya no debería existir. Sin embargo, es en las escenas en las que observamos el conflicto interior del protagonista donde se echa de menos la tensión y profundidad dramática que otros personajes sí transmitieron en films como Más allá de la vida (2010), Gran Torino (2008), Million Dollar Baby (2004), Mystic River (2003), Sin Perdón (1992)… e incluso su predecesora, El francotirador.
Por otro lado, a excepción de los actores principales interpretados por Sully-Hanks y su copiloto Sikes-Aaron Eckhart, la cinta cuenta con un reparto estelar (Laura Linney, Anna Gunn, Sam Huntington Michael Rapaport o Mike O’Malley, entre otras caras conocidas) que parece desperdiciarse al utilizarse como mero escaparate, sin detenerse en perfilar mínimamente a alguno de ellos.
En definitiva y en una especie de paralelismo con la sencillez que demuestra el protagonista (“Sólo estábamos haciendo nuestro trabajo”), sin deslumbrarnos e impactarnos como otras veces, Eastwood logra un retrato decente de los eventos que envolvieron a “el milagro del Hudson”, así como de la honestidad y la integridad moral de este héroe cotidiano, cuya principal preocupación es el bienestar de las personas a su cargo -la tripulación y su familia-, y de ensalzar también el formidable trabajo en equipo que ese día realizaron su co-piloto, las azafatas y las unidades de salvamento de la ciudad de Nueva York.
[Guille Altarriba. Colaborador de Cinemanet]
Vaya por delante el principal mérito que a mi juicio consigue “Sully”: convertir una noticia de telediario en una película de hora y media y conseguir que resulte interesante. El veterano Clint Eastwood vuelve a ponerse tras las cámaras para contar una fábula moral para unos EEUU post-11S. Si en aquél día fatídico, un avión provocó el pánico en Nueva York, esta vez es otro avión el que levanta el ánimo de la ciudad entera.
El alma del milagro fue Chesley Sullenberg, Sully, que en la película adquiere los rasgos de un notable Tom Hanks escondido tras un bigote gris. La elección del actor principal, además de acertada –Tom siempre eficaz-, refuerza esta idea de cuento americano: el protagonista de “Forrest Gump”, “La terminal” o “El puente de los espías” encarna al estadounidense medio, a la heroicidad cotidiana.
Toda fábula tiene una moraleja, y la que Clint Eastwood oculta tras “Sully” es simple: el sistema funciona. El veterano y republicano director deja bien claro que si el milagro del Hudson fue posible no fue solamente gracias al talento de Sully a los mandos –que también-, sino sobre todo por el ejemplar trabajo de los profesionales de Nueva York. Bomberos, policías, médicos, el copiloto también bigotudo interpretado por Aaron Eckhart… todos ellos aparecen como la multitud de héroes anónimos tras los grandes titulares.
Eastwood realiza, desde luego, un buen trabajo de desmitificación del concepto de héroe construido por la prensa. Ahí va una vez más: Sully es un buen profesional, pero es uno más. La hazaña no es individual, sino colectiva, dice el antiguo cowboy a su país. Unos EEUU a los que nunca les viene mal una dosis de optimismo, un espaldarazo de esperanza como lo es “Sully”.
En definitiva, vista en su conjunto “Sully” es una película más que correcta, entretenida y con algunos valores de fondo interesantes de rescatar. El problema no viene de la cinta en sí, sino de la trayectoria: de un hombre que ha rodado obras tan interesantes como “Gran Torino”, «Invictus» o “Mystic River” uno siempre espera el cielo. La próxima vez será, tal vez.
[Josan Montull. Colaborador de CinemaNet]
El 15 de enero de 2009 el Airbus A320 que pilotaba el Capitán Chesley Sullenberger (alias ‘Sully’), tuvo que “aterrizar” forzosamente tras el fallo de sus dos motores sobre las gélidas aguas del río Hudson, salvando la vida de las 155 personas que iban a bordo. En Estados Unidos, que había vivido ocho años antes la tragedia de los aviones suicidas del 11 de Septiembre, pronto se empezó a hablar del “milagro del Hudson” y del capitán del avión como autor de esa hazaña.
El último film de Clint Eastwood recrea este “milagro” centrándose de un modo excepcional en su gran protagonista, Sully. La gente habla de él como de un salvador y un héroe pero la Junta Nacional de Seguridad y Transporte inicia una investigación exhaustiva y asfixiante en la que pretenden demostrar que cualquier otra solución hubiera sido mejor. Intereses políticos y económicos aparecen de pronto amenazando la integridad moral del héroe.
El autor del “milagro” vive una situación interna desasosegante, al agradecimiento de la gente sencilla se opone la desconfianza de los tecnócratas de su profesión. Sully experimenta la fragilidad de sentirse en una cuerda floja que puede hacer de él un héroe o un villano. La cámara de Eastwood hace una disección doble: por una parte los pormenores del accidente, por otra la zozobra moral de un hombre que reflexiona una y otra vez sobre la conveniencia o inconveniencia de una decisión tomada.
La película funciona como una máquina de relojería. En el montaje los tiempos, milimétricamente cuidados, van siendo repartidos entre la narración del accidente y la cuidadosa investigación. Los magníficos efectos especiales y los momentos de reflexión de los personajes se alternan perfectamente. El maestro Eastwood domina la narración de un modo excepcional; cada plano, cada secuencia, cada encuadre está en su sitio. Uno tiene la sensación de que al film no le sobra ni le falta nada.
Para encarnar al protagonista de la historia el director ha escogido a Tom Hanks. Muchos le han llamado el nuevo James Stewart. Encarna al hombre moral, al ser humano auténtico y sincero, a la persona sencilla que hace prevalecer la humanidad aun en situaciones terribles. Nuestro protagonista es cordial, saluda al personal del aeropuerto por su nombre, sólo pide que le limpien el traje cuando llega al hotel después de su gesta, paga su consumición en el bar a pesar de que quieren invitar al héroe, es el último en abandonar el avión y su gran preocupación es saber si se han salvado las 155 personas que había a bordo. La interpretación de Hanks es sencillamente excepcional porque retrata impecablemente la hondura humana del capitán. No es éste un héroe épico y aventurero sino un hombre sencillo, normal, trabajador y bueno.
Una y otra vez Sully reivindica el factor humano como elemento imprescindible para la validez de la investigación. Ante un hecho de tal trascendencia hay que entender la humanidad de los pilotos. De nada valen los simuladores de vuelo si se prescinde del factor humano. Sólo cuando esto sea tenido en cuenta, la investigación llegará a la verdad.
La conclusión es muy clara: todos podemos ser héroes, todos podemos dar lo mejor de nosotros mismos para salvar vidas. Cuando las personas se unen para hacer el bien son capaces de hacer milagros. El capitán Sully reivindica la heroicidad de su compañero de cabina, de toda la tripulación, de los pilotos de barcos que acudieron en ayuda, de los policías, los bomberos, los médicos…Cuando todos juntos damos lo mejor de nosotros mismos para hacer el bien somos capaces de hacer milagros. Esa es la grandeza del factor humano.
Película moral, humana, bien construida…un canto a la generosidad, a la ética, a la familia y la amistad. Una invitación a ser buenos y a descubrir el bien del que somos capaces. Con casi 87 años Clint Eastwood está en plena forma. Este anciano cineasta ha venido a recordarnos nuestra condición humana contándonos el “milagro del Hudson” con una película que es también otro milagro.
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