50 primaveras

Adriana Atrio

Fotógrafa freelancer y estudiante de Comunicación Audiovisual en la UPF. Apasionada por el cine y el contacto con otras culturas.

50 primaveras es una película que, sin lugar a dudas, me ha tomado por sorpresa. Se trata del segundo largometraje producido por la actriz francesa Blandine Lenoir. ¿Comedia? ¿Drama? Lo cierto es que este trabajo cinematográfico está lleno de todo tipo de momentos, así como la vida misma; hay risas, histeria, momentos ridículos, y, sobre todo, escenas conmovedoras.

La protagonista abarca durante su actuación una enorme cantidad de conflictos y temas, algunos incluso que podrían resultar sutiles ante los ojos del espectador. Más allá de una crisis de edad, están presentes tópicos que todos en algún momento de nuestra vida probablemente nos hemos enfrentado; soledad, arrepentimiento, desamor, impotencia, reencuentro con amores del pasado, el nacimiento de un integrante de la familia.

La película muestra todos los tipos de crisis que conlleva la vejez: desesperanza en el amor, dificultad laboral, la sensación de progresivamente perder el control de la propia vida, abandono del «nido», y, el tema principal que abre la película; la diferencia de trato que se le da al envejecimiento entre hombres y mujeres dentro de la sociedad.

Esta cantidad de temas resultarían pesados de ver si no fuera por el elemento crucial de esta película: el tratamiento; 50 primaveras utiliza una narrativa tan ligera y fluida, que la aparición de nuevos conflictos se presenta de manera natural ante el espectador.  Es una especie de encadenado de momentos, mínimos o sobresalientes, en la vida de Aurore, de las cuales, el espectador es libre de sacar tantas conclusiones como puntos de vista haya.

El tono tragicómico de la película lo aporta la actriz Agnès Jaoui, y lo logra incluso sin haber intervenido en el proceso creativo de la producción: Es su presencia en la pantalla junto a su muy empática personalidad lo que permite que el público, haya o no experimentado vivencias parecidas, se conecte con la desolación y desesperanza que todos nos enfrentamos ante la vejez.

Creo que cabe destacar uno de las cuestiones que más marca esta película y que se plantea desde los primeros minutos; se explica que, con la llegada de la menopausia y, por lo tanto, la perdida de la capacidad reproductiva de la mujer, esta pasa a ser poco atractiva para los hombres, para el mercado laboral y, claramente, el mercado del consumo. Es invisibilizada en todos los aspectos posibles y, por lo tanto, su vida parece convertirse en un cúmulo de desgracias a las que solo queda acostumbrarse. ¿O no?

Decir que esta película se trata de una comedia únicamente dirigida al público femenino, que busca representar a mujeres de 50 años contemporáneas que carecen de presencia en la industria sería quedarse muy plano. El tema principal de esta película es un llamado a la reflexión y al replanteamiento de nuestros valores dentro de la sociedad, sobre el valor que tiene y deja de tener una persona según la utilidad que tenga dentro de nuestro consumo.

¿Es la vejez entre las mujeres sinónimo de desvalorización? ¿Cuál es el fin último del ser humano, la mujer en este caso, cuando se ha dejado de ser «útil»? ¿Es la resignación la única salida? Esta película es una posible respuesta a esa pregunta.

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