Si al leer el título del artículo has entrado esperando encontrar una disertación sobre cine pornográfico, te has equivocado: aquí vamos a hablar de cine puerco en un sentido más literal. Más animal. Hablaremos de ese mamífero tragón que se revuelca en el fango y se pasea con su colita rosada enroscada al viento. Hablaremos de cerdos, de simbolismo porcino y de por qué es un animal que nos fascina y repele, que adoramos y despreciamos al mismo tiempo.
Entre metáforas y jamones
De entrada, llamar a alguien “cerdo” no suele connotar nada positivo, y el rango de posibles significados para dicho insulto es ciertamente amplio: va desde alguien que no tiene una buena relación con el jabón hasta el hombrecillo lascivo que desnuda con la mirada a cuanta mujer se le pone a tiro, pasando por el que come mucho y sin cuidado, con los modales de… bueno, de un cerdo.
A la vez, también vemos en dicho animal la fuente de la abundancia. Son frases como “del cerdo se aprovecha todo” y demás imaginería construida a base de largos inviernos campesinos. Los tres cerditos y el lobo. Una imagen positiva que contrasta con la anterior y que hace del análisis de la simbología del puerco un tema interesante. Al fin y al cabo, descubrir cómo pensamos sobre algo revela rasgos de nuestra propia personalidad colectiva.
Pero, a todo esto –esta web incluye en su título la palabra “cine”, al fin y al cabo-, ¿cómo se ha tratado la imagen porcina desde el séptimo arte?
La primera imagen que a uno puede venirle a la cabeza al pensar en cine sobre cerdos es la de Babe, el cerdito valiente, una representación amable que –en realidad- tanto podría ser un cerdo como cualquier otro cachorro mono. Babe no es el único: encontramos una serie de films protagonizados en mayor o menor medida por cochinillos que, en su rosada adorabilidad, buscan la empatía con el espectador. Entre estos, se incluyen títulos como La telaraña de Carlota, Gordy o Mi hermano el cerdito.
El cerdo, moneda de cambio
No obstante, la chicha viene al considerar la otra cara de la moneda: el lado menos amable del cerdo como símbolo. Una de las asociaciones más típicas para este animal en las últimas décadas es aquella que lo conecta con el capitalismo. Con los que lo dirigen, en concreto. El cerdo, en su aparente grosería y su bestialidad sin escrúpulos, se convierte en una metáfora poderosa para representar a los ricos: ponle a un puerco un esmoquin y una chistera y ya tienes a todos los Bill Gates, Donald Trumps y Mark Zuckerbergs condensados en una imagen poderosa del neoliberalismo.
Aunque, a todo esto: ¿de qué hablamos? ¿qué es eso del neoliberalismo? El escritor y activista George Monbiot lo resume de forma certera en este artículo:
“Para el neoliberalismo, la competencia es la característica fundamental de las relaciones sociales. Afirma que «el mercado» produce beneficios que no se podrían conseguir mediante la planificación, y convierte a los ciudadanos en consumidores cuyas opciones democráticas se reducen como mucho a comprar y vender, proceso que supuestamente premia el mérito y castiga la ineficacia.
Todo lo que limite la competencia es, desde su punto de vista, contrario a la libertad. (…) La desigualdad es una virtud: una recompensa al esfuerzo y un generador de riqueza que beneficia a todos. La pretensión de crear una sociedad más equitativa es contraproducente y moralmente corrosiva”
La caricatura es típica de las tiras de prensa anglosajonas, y se ha abierto paso hasta encontrar hueco en el cine. La vemos en versión globo en el cerdo hinchable que flota encima de la fábrica que sirve de Arca de las Artes en Hijos de los hombres, y en versión hucha en Ham, el cerdo malcarado que –ojo al dato- ejerce de villano en los juegos de Andy, el dueño de los juguetes de Toy Story. Tal vez la cinta en la que esta visión encuentre su plasmación completa sea en la versión de Animal Farm de 1999 –aunque, dado que es una adaptación casi literal, el mérito aquí se habría de atribuir a la fuente, la escalofriante distopía de George Orwell-.
La producción de Netflix Okja también utiliza a cerdos –bestias gigantes y genéticamente modificadas, en este caso- para lanzar un comentario ácido sobre la inmoralidad de las grandes corporaciones. Utiliza la historia de un niño que no quiere perder a su mascota –uno de los citados cerdos mutantes- para invitarnos a reflexionar sobre la falta de límites éticos en la experimentación con la naturaleza, que no deja de ser una forma posmoderna de capitalismo salvaje, de ideología construida sobre avaricia y soberbia donde el beneficio es el único baremo moral.
Una versión más macarra de estas ideas es la de Snatch: cerdos y diamantes: aunque la referencia porcina aquí se limite al título, sus personajes –gangsters de poca monta- se construyen en ciero modo sobre los mismos tropos del culto al dinero, el self-made man y el “lo que quiero, lo tomo”. También podemos fijarnos en la cabeza de cerdo de El señor de las moscas, un símbolo a la vez de degradación y de poder.
Un último ejemplo que cabe comentar en esta sección es El viaje de Chihiro: en la maravillosa cinta animada de Hayao Miyazaki vemos cómo los padres de la protagonista se convierten en cerdos fruto de la glotonería, de la avaricia. Se trata de una plasmación de la tensión presente en todo el cine del director entre naturaleza e industria, entre la beatífica Creación y la devoradora máquina capitalista.
¡Ese personaje es un cerdo!
La asociación con el neoliberalismo más indiferente al sufrimiento de los pobres es la más habitual, pero cada cerdo de película es un mundo. En ¡Canta!, por ejemplo, vemos cómo los cerdos encarnan a la familia de clase media: al hombre y la mujer tipo, adocenados y –en apariencia- mediocres. Unas expectativas, por cierto, subvertidas con el desarrollo de la película.
En la francesa Un cerdo en Gaza, por el contrario, el cerdo –animal prohibido en el islam- funciona como símbolo del choque cultural entre musulmanes palestinos y los judíos de Israel.
Estos son solo algunos de los ejemplos en los que encontramos al porcino animal utilizado con sentido narrativo, pero no son los únicos. De otros cerdos como el protagonista de Porco Rosso, el Spider-Cerdo que Homer adopta en Los Simpson: La película o el cantarín y verrugoso Pumba de El rey león, os invitamos a debatir en los comentarios su significado.