Sinopsis
Buster Moon (Matthew McConaughey) es un elegante koala que regenta un teatro que conoció tiempos mejores. Es un optimista nato, lo que está muy bien si no fuera un poco caradura, pero ama a su teatro con pasión y es capaz de cualquier cosa para salvarlo. Sabe que el sueño de su vida está a punto de desaparecer, y sólo tiene una oportunidad para mantenerlo a flote: organizar un concurso de canto y conseguir que sea un gran éxito. Entre los muchos candidatos aparecerán una cerdita ama de casa y otro cerdo muy animoso, una puercoespín rockera, un gorila bondadoso, un ratón presumido y una elefante muy tímida.
Crítica
La vida sobre un escenario
El cine de animación ha llegado al vaticinado momento de crisis al que llegan los géneros cinematográficos tras las épocas de mayor éxito, una crisis producida por el proceso de sobre-explotación. Los éxitos de Dreamworks Animation, tales como “Shrek”, “Madagascar” o “Wallace & Gromit: La maldición de las verduras”, seguidas del éxito de películas de compañías alternativas a ésta -como sucedió en 2006 con el Oscar que ganó “Happy Feet”– y culminando con la plenitud de Pixar al alcanzar la cumbre del arte animado con obras maestras como “Up” o “Toy Story 3” supuso un bajón más que lógico y fundamentado.
Por parte de Pixar el bajón se hizo más vigente cuando Disney de forma independiente empezó a hacer películas de una calidad ascendente y hasta comparable en casos como “Rompe Ralph” y, sobre todo, la maravillosa “Zootrópolis” -que ha ganado en los recientes Globos de Oro, mientras que la secuela de “Buscando a Nemo” no ha estado ni nominada-.
Es casi imposible seguir yendo hacia arriba cuando tocas el techo, ya que no sabes con exactitud lo que hay. Así, Dreamworks bajó el listón con películas como “Monstruos contra alienígenas” y secuelas innecesarias –“Madagascar 2”, “Shrek: Felices para siempre”, etc-. Un caso paralelo sucedió en Pixar: compárese por ejemplo “El viaje de Arlo” o “Brave” con “Ratatouille” o “Wall-E”, y “Cars 2” o “Monstruos University” con sus predecesoras.
Este alboroto brindó la oportunidad de que otras productoras sacaran sus creaciones a relucir en un momento en el que los monopolizadores del mercado cinematográfico infantil comenzaban a afrontar una serie de retos internos. De tal modo la compañía Illumination lanzó la trilogía -por el momento- “Gru: Mi villano favorito” y su derivada “Los Minions”; película hecha para explotar los slapsticks y “ruiditos” propios de los bichos amarillos que hacen las delicias de pequeños e incluso adolescentes -algo que seguramente pensarían en hacer los responsables de “Ice Age” con la ardilla Scratch y que, con posible acierto, decidieron dejar en boceto-.
Tras ello estrenaron el verano pasado “Mascotas”, una eficiente película de animación. La mayor crítica a estas películas por parte de la opinión mayor o menormente intelectual es que siguen un patrón bastante infantil y con un marco de entretenimiento mucho más reducido. Seguramente esta crítica está configurada con el filtro de los años de oro de Dreamworks y Pixar, que llegaron a cambiar el concepto de película de animación al hacerla entretenida al niño, profunda para el adulto y emotiva para ambos.
Illumination estrenó el mes pasado “Canta”, que ha supuesto un golpe en la mesa y una respuesta a esa crítica generalizada sobre el carácter infantil de más de sus anteriores trabajos. La película es una fábula musical -cabe destacar la valentía de hacer un proyecto combinatorio de animación y musical en un momento que los musicales cada vez se parecen más a espejismos audiovisuales-. En ella, un koala, dueño de un teatro que pasa por sus horas más bajas, decide hacer un concurso musical para relanzarlo al estrellato, sin embargo se encontrará con una serie de situaciones con las que no imaginaba enfrentarse.
Lo bonito de esta película es la cantidad de personajes que aparecen y el rol que cada uno representa, las características que manifiestan y que chocan entre ellas en las diferentes escenas y en resumen un retrato coral de la sociedad contemporánea desde un enfoque simpático. Recomiendo haber visto la película para la reflexión que ahora hago, hay pequeños spoilers.
Si empezamos por los concursantes, la cerdita representa la madre de familia ejemplar, que cuida a un montón de hijos y a un marido preocupado de su trabajo hasta el punto de despreocuparse de su hogar: que resulte un cliché es triste, ya que es algo que está arraigado en la sociedad . La madre tiene un talento innato para cantar que pasa por alto su familia, ni siquiera valoran el trabajo que hace por ellos, sólo hay que ver cuando motoriza todas las tareas caseras para ella poder ir a ensayar y cómo nadie se da cuenta.
La eriza es una adolescente que tiene un dúo con su pareja, quien se cree un auténtico genio de la música cuando nadie le ve un ápice de talento. Sin embargo ella lo tiene, sólo que no lo valora por dejarse condicionar con su pareja, quien, envidioso al ver que a ella le cogen y a él no, la engaña por otra que le toque la pandereta -en el sentido literal- mientras él desafina con la guitarra y la voz sus letras cutres. Un perfecto retrato de lo que no es el amor, ya que el amor significa -hasta donde puedo opinar- complementarse, aprender del otro, de sus virtudes, no pretender ser superior al otro en ningún aspecto.
La chica elefante tiene un talento increíble que sin embargo no puede enseñar por su excesiva vergüenza, se limita a mostrarlo en pequeñas dosis en su casa -cantando el “Cumpleaños feliz”-, ella en sí es la representación de la lucha por el protagonismo entre el defecto y la virtud, algo que se puede extrapolar perfectamente a toda la condición humana.
Por su parte el ratoncillo muestra la obsesión por lo material, la capitalización de cualquier aspecto de la vida, hasta el talento, el cual tiene pero sólo lo usa para lucrarse, no por disfrute; todo ello acaba teniendo un precio más caro del que se puede imaginar.
El gorila vuelve a la consolidada idea de que no todo depende de los factores biológicos si no también de los factores externos y las posibilidades dadas, algo que se puede ver en las novelas del naturalismo -novelas de Émile Zola o “La familia de Pascual Duarte” de Camilo José Cela-, en algunos planteamientos educativos de Vygotsky y en la famosa frase de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Este simpático gorila tiene un talento fabuloso para cantar baladas -especialmente-, pero su familia está metida en la mafia y a él le espera un destino similar, a no ser que se plantee evitarlo y buscar triunfar en lo suyo a pesar de los impedimentos.
Sin embargo destacaría la pequeña intervención de la cabra, colega del koala que busca además ganarse a su abuela -en un agradecido homenaje al “Crepúsculo de los dioses” del eterno Billy Wilder-. La cabra tiene mucho dinero y sus padres le permiten tener una vida llena de lujos, sin embargo también le han puesto un psicólogo para que según él mismo “le ayude a encontrar metas en la vida”.
Como respuesta, la misma cabra afirma tener ya unos objetivos en la vida pero parece ser que esos no sirven, lo cual dice en un tono irónico y completa una paradoja que muestra un problema real a día de hoy: ¿Hasta qué punto los padres han de decidir lo que nos gusta y lo que no, lo que queremos hacer y lo que no? ¿Cuál es el límite entre lo que hacemos porque somos libres y lo que no se nos permite hacer porque se supone que nos es perjudicial.
Por último el personaje del koala recuerda a Truffaut en “La noche americana” o a Clooney en “¡Ave, César!”, hombres del espectáculo que aman su trabajo y harán lo posible por hacer que se mantenga a flote a pesar de tener frente a ellos vicisitudes de lo más kafkianas, estos personajes y sus intervenciones son en conjunto un cántico a la vocación y al amor al arte. El personaje del koala añade un elemento esencial: la influencia de su padre. Su padre dedicó su vida a trabajar lavando coches para hacer realidad el sueño de su hijo, por ello tiene el cubo que usaba su padre en su despacho; ¡qué importantes son los símbolos y cómo nos vamos despojando de ellos injustamente!
La sociedad actual cada vez rompe más la importancia de la familia. De igual forma, el cine infantil y adolescente se ha centrado desde hace bastante tiempo en la búsqueda de identidad del protagonista como un mecanismo para atraer a la audiencia joven al sentirse identificados con los personajes. Los padres cada vez dejan de tener papeles en las películas y en la vida real para convertirse en meros embajadores de los niños.
El koala agradece y sigue el ejemplo de su padre cuando la película llega a su punto más dramático y el fracaso parece irreversible, no se rinde, como no lo hizo su padre. Ese concepto de familia que reivindica el koala al tener de referente a su padre es el concepto que contrasta con la familia de los cerditos durante el largometraje y con muchas de las familias que conocemos en nuestra existencia.
“Canta” consigue, mediante un guion hecho de golpes de efecto, un retrato coral de la sociedad occidental y posmoderna, mostrando igualmente la popularidad descendente de algunos valores universales. Todo ello combinándolo con los vicios, excesos y también virtudes de una película musical. Una pequeña reforma entre las muchas que se pueden hacer en tiempos de crisis para el cine de animación.
Ficha técnica
- Título Original: Sing
- Dirección: Garth Jennings
- Guión: Garth Jennings
- País: EEUU
- Año: 2016
- Duración: 108 min.
- Género: Comedia, musical
- Interpretación: (Animación) Matthew McConaughey, Scarlett Johansson, Seth MacFarlane, Reese Witherspoon, Taron Egerton
- Productora: Illumination Entertainment
- Música: Joby Talbot
- Fotografía: (Animación)
- Estreno en España: 23 de diciembre de 2016