Sinopsis
Cronológicamente situada tras el ocaso del Imperio (episodio VI) y previa a la fundación de la Nueva Orden ('El despertar de la fuerza'), la serie presenta al mandaloriano Mando, un cazarrecompensas solitario que ejerce su trabajo aprensando forajidos escondidos en los confines de la galaxia. Sus cuadriculados planes de vida cambiarán por completo al encontrarse con una de sus víctimas, un ser pequeño, especial y entrañable.
Crítica
Sencilla, valiente y profunda propuesta 'Star Wars'
Parece ser que los productores hollywoodenses siguen apostando por trasladar al western todo tipo de temáticas. En esta ocasión, es Jon Favreau quien de forma inteligente exprime las virtudes del mundo Star Wars a través del género clásico para crear The Mandalorian. De esta forma se suma a los éxitos de los últimos años a la altura de, por ejemplo, Westworld.
Sí, es posible. El curtido productor neoyorkino (saga Iron Man, saga Vengadores, Lobo de WallStreet…) ha demostrado que la dinastía galáctica por excelencia puede dar mucho más de sí, tiene todavía jugo suficiente más allá de la obsesiva tendencia a los reboots de la familia Skywalker. No por otro motivo algunas de las mejores últimas entregas son historias separadas de la línea continuista. La creación de Fravreau sigue esta dinámica y da una lección de maestría a la trilogía de, y mira que le respeto por Perdidos y Fringe, J.J. Abrams.
Doy por hecho que el creador de The Mandalorian aprendió de los errores cometidos en Cowboys & Aliens, película en la que participó como director. Esta vez, aunque ajustándose también a la ciencia ficción y el oeste, sí logra presentar un producto de gran factura a través de un relato ameno y en todo caso más trasncendental que sus predecesoras.
Una presentación acertada
Acostumbrados estamos últimamente a ofertas de películas y series enrevesadas, difíciles de entender, muy exigentes a simple vista. De vez en cuando se agradece que tanto productores como guionistas nos presenten historias sencillas, ágiles y fáciles de seguir. ¡Aleluya! No es necesario haber visto la saga completa para disfrutar al máximo de Mando (Pedro Pascal) y ‘Baby Yoda’ (así le llamaremos).
Parte del éxito de esta serie es precisamente esto. Tan solo tienes que acompañar a los dos protagonistas en sus divertidas y magníficas aventuras por la galaxia. Sí tiene relación con las demás películas, y a veces encuentras pequeños detalles, guiños, que te llevan al universo Star Wars, pero no son imprescindibles para comprender qué es o por qué suceden las cosas. Y lo más importante, puedes empatizar al máximo con los personajes.
Como he dicho, todo es fácil de entender, nadie se pierde. La decisión es tan acertada que The Mandalorian no se reduce a un único tipo de fans, puede gustar a cualquiera. Ahí está el acierto, es una serie adictiva, con mucha acción, en la que el protagonista no tiene preparado un speech para cada situación. Es entrañable en muchos aspectos, y también didáctica e incluso trascendental, aunque ya iré a eso más adelante.
Sin embargo, esto no es malo. La idea de separar la historia del original, sin desvincularla claro está, no es peligrosa. Ya se han encargado de asegurar el tiro incluyendo a Favreau como showrunner y Dave Filoni como productor y soporte principal en lo que al contenido fidedigno se refiere. No podía fallar nada.
Al fin y al cabo, estamos ante un nuevo invento que, a mi parecer, sirve para resucitar una saga que estaba a punto de morir. Han conseguido iluminar una casa llena de fantasmas, recuerdos de un pasado mejor. Es un hálito de vida, aire fresco que trae mucha más esperanza.
El aspecto visual está a la altura de la proposición que nos hace el creador. Las escenas de acción y lucha al puro estilo samurái están bien recogidas por los grandes efectos especiales y una buena presentación fotográfica de Fraser e Idoine. Göransson hace el resto con sus toques de música western al más estilo futurista.
Sencilla y algo más
Que The Mandalorian presente una estructura narrativa simple no quiere decir que sea plana e intrascendente. Rara vez los tiempos de cariz inmoral que vivimos nos dan la oportunidad de llenar el alma con propuestas cinematográficas deseables, en las que se pueda recoger algún testimonio válido para crecer como personas. Es extraño, pero todavía quedan valientes que contradicen la tendencia suicida.
Es de agradecer que en momentos puntuales te regalen pequeñas perlas como en esta serie. Ciertamente hablamos de Mando, peronaje que recorre un camino bastante parecido al que un cristiano podría tomar.
El lobo solitario galáctico nos muestra cómo es posible vivir la mayor de las hipocresías representado al máximo un código ‘moral’ como es el de los mandalorianos (incluso vemos conceptos como el celibato). Se le presupone la nobleza y el honor de una tribu ancestral, aunque caída en el olvido por el ocaso de su impero. Él nunca se quita el casco, obedece las órdenes, y poco a poco quiere dejar atrás a ese muchacho huérfano de guerra para ir alcanzando la dignidad de un insigne miembro del grupo.
Sin embargo, todo eso lo hace actuando como cazarrecompensas. Le dan un objetivo, una persona a la que apresar, viva o muerta. No hace preguntas, solo ejecuta las órdenes. Nunca hace gala, por tanto, de esa nobleza, no es un código válido al que acogerse. No hay honradez, solo lealtad a una norma suprema y en estos casos injusta.
¿Por qué cristiano? Fundamentalmente porque se cruza con un acontecimiento concreto en uno de sus viajes. Un ‘niño’ inocente que no ofrece resistencia, un testimonio vivo de la belleza de la creación. Debe llevarlo a un lugar peor, donde no le tratarán bien, donde limitarán e incluso destruirán sus derechos y determinarán su futuro para el mal.
Es el momento en el que empieza a cambiar su corazón. No es práctico, todo lo contrario. Desobedecer a los superiores y jugársela por ese pequeño le traerá muchos problemas, e incluso la muerte. No es su hijo, no le ofrece nada a cambio. Pero él pone su vida en sus manos. Sus destinos están ligados. Comienza a pasar del ‘yo’ al ‘tú’, y ese lazo interrelacional de amor trasciende más allá de sí mismo, ilumina progresivamente a los que le rodean.
Empieza a vislumbrarse el nacimiento y crecimiento de la caridad en nuestro protagonista. Sin saber cómo, comienza a amar a los demás. Sacrifica su tiempo, sus habilidades y su reputación por salvar vidas, por echar una mano. No es él mismo, y sí lo es a la vez. Ese pequeño niño le ha cambiado la vida para siempre. Sabe que si muere, lo hará con la conciencia más tranquila, teniendo el corazón más ensanchado que antes.
Y no podemos olvidar el ‘empujón’ que le da el personaje interpretado por el siempre magnífico Nick Nolte. Kuiil es la persona que muestra a Mando cómo es el amor desinteresado. Es el que le enseña un lenguaje hasta ahora desconocido. No le pide nada, pues a su vez él está pagando por los pecados del pasado. Gratis recibió la buena noticia del amor, gratis lo da. Ahora Mando puede repetir el patrón y, quizás algún día, lo haga el divertido y entrañable niño.
Por tanto, The Mandalorian nos muestra una bella faceta de la caridad, la que nunca dio a conocer la saga de Star Wars, en todo momento maniquea. Aquí vamos viendo la trascendencia de las decisiones, la autodeterminación de una persona hacia el bien o el mal con lo que conlleva cada día. Al final, como está escrito, la fuerza de la luz es siempre más poderosa.
Ficha técnica

- Título Original: The Mandalorian
- Dirección: Jon Favreau (creador)
- Guión: Jon Favreau, Rick Famuyiwa, Christopher Yost y George Lucas (personajes)
- País: Estados Unidos
- Año: 2019
- Duración: 40 min.
- Género: Western futurista de ciencia ficción y aventuras
- Interpretación: Pedro Pascal, Carl Weathers, Werner Herzog, Nick Nolte
- Productora: Lucasfilm, Walt Disney Pictures. Distribuida por Disney+
- Música: Ludwig Göransson
- Fotografía: Greig Fraser, Barry Idoine
- Estreno en España: 2020
Totalmente de acuerdo con el Sr. Sales