Houria | El sueño de la libertad

Mª Ángeles Almacellas

Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Crítica de cine. Vicepresidenta de SIGNIS-España. Miembro del Círculo de escritores cinematográficos. Directora del curso "El arte de ver películas" en la UPM. Directora de CinemaNet-Madrid.

Argelia. Houria es una joven alegre, muy bien dotada para la danza, que sueña con abrirse camino en el mundo del arte. Huérfana de padre, vive con su madre a la que adora. De día trabaja limpiando habitaciones en un hotel y, para conseguir más dinero con el que salir adelante, participa en apuestas clandestinas de lucha de carneros. Pero una noche en que ha ganado una buena suma en las apuestas, de regreso a su casa, es asaltada por Ali, un personaje tenebroso.

Cuando se despierta en una cama de hospital, está dolorida, llena de hematomas en la cara y fracturas en una pierna. Ha habido que hacerle una delicada operación y aunque le espera una larga y dolorosa rehabilitación, podrá volver a andar, si bien sus sueños de llegar a ser una gran bailarina ya no podrán nunca realizarse. Por otra parte, un golpe fatal en la cabeza le ha provocado una lesión irreversible que la ha dejado sin la facultad de hablar.

La película ha visto la luz casi cuatro años después de Papicha, emocionante y apasionado drama, y si en aquel caso el telón de fondo era el mundo de la moda, ahora es la danza la que constituye una metáfora de la libertad. Una vez más Mounia Meddour denuncia la situación de la mujer en Argelia, lo cual es una empresa difícil porque el contexto es muy complejo. Resultan estremecedoras las escenas en comisaría, donde unos funcionarios absolutamente ajenos a su función prefieren proteger al delincuente antes que a la víctima.

Es muy interesante también la conversación con la antigua activista por los derechos civiles, cuando explica cómo, al acabar la guerra civil, fueron amnistiados muchos antiguos terroristas sin ningún atisbo de arrepentimiento y ahora, totalmente envalentonados, ocupaban puestos en la administración. Es decir, Ali, terrorista y delincuente, se había convertido en funcionario de correos, gozaba de plena libertad e incluso de la influencia de hacer cerrar un local, mientras que Houria, la víctima, estaba totalmente desprotegida y el mejor consejo que le podían dar era que cambiara de ciudad.

Pero el tema de fondo de la película es la rehabilitación de Houria, no la física sino su recuperación para la vida. Su situación le ha dejado un terrible vacío vital: sin sueños y sin futuro, reconstruida a base de clavos en los huesos y sin habla, otra metáfora potente del aislamiento en que ha quedado sumida, en un país donde las estructuras sociales ahogan a la mujer. Con un gran esfuerzo de superación consigue recuperar el movimiento de las piernas, pero es abriéndose a los demás, olvidándose de su dolor para aliviar el de los otros, cómo consigue recuperar el sentido de la vida. Preciosa lección.

Tal vez se le pueda reprochar a Mounia Meddour que quiera mostrar demasiadas cosas de la situación de su país, (la ineficacia del funcionariado, la injusticia, la emigración, la falta de motivaciones para los jóvenes…), lo cual acaba distrayendo el guion de la auténtica línea argumental. Una situación humana tan potente como la salvación por el amorhubiera merecido que todas las fuerzas se concentraran en el personaje de Houria.

Esto no significa que no sea una buena película, con un contenido humano muy rico, sino que por momentos, con la dispersión de temas, lo esencial pierde un poco de fuerza y de capacidad de impacto.

Como en su anterior película, la directora franco-argelina vuelve a contar con Lyna Koudri, que ya obtuvo el César du meilleur espoir féminin (Equivaldría a nuestro actriz revelación) por su trabajo en Papicha. Una vez más está magnífica, muy bien secundada por Rachida Brakni como su madre y por Hilda Amira Douaouda, su amiga del alma, que sueña con llegar a España. La fotografía de Léo Lefèvre es muy bella; sus colores brillantes, con los omnipresentes reflejos solares, sitúan muy bien al espectador en un país mágico, en contraste con la dura historia de unas mujeres que consiguen, a pesar de todo, elevarse por encima del sufrimiento y luchar por la libertad sin más armas que el esfuerzo, la belleza y la solidaridad.

Aunque todo falle, si se pone mucho amor, mucha entrega y no se escatima el esfuerzo, la vida se llena de sentido hasta los bordes.