Sinopsis
Japón, devastado tras el final de la II Guerra Mundial, entra en crisis tras la aparición de un monstruo atómico.
Crítica
Godzilla: Minus One | Deseo de vivir
Se acaba de estrenar en Netflix Godzilla: Minus One, la última película del famoso monstruo japonés, que ganó el Oscar a los mejores efectos especiales la pasada edición. Es indudable el despliegue técnico de la película y el realismo con el que consigue hacernos creer en un monstruo mutante que emerge del fondo del Océano Pacífico, sobre todo teniendo encuentra su ínfimo presupuesto, menor a 15 millones de dólares.
Puede parecer mucho, pero si lo comparamos por ejemplo con Godzilla vs Kong (155 millones de dólares) o con Eternals de Marvel (236.2 millones de dólares) vemos la dimensión del logro de Godzilla Minus One. Relativo a su coste, obtendría una ganancia diez veces su coste, mientras que ambas películas anteriormente mencionadas los ingresos no llegan al doble de lo que costó.
En un momento en el que Hollywood está teniendo muchas dificultades para salir del modelo de gastarse millonadas en películas apendas recuperando gastos, Godzilla Minus One aparece como un pequeño milagro cinematográfico.
El simbolismo de los efectos especiales
Nadie da crédito a los efectos especiales logrados con tal presupuesto, pero estos efectos especiales no son ni de lejos el mayor logro de esta película, pues no son para nada efectos especiales aislados del argumento, sino que consideramos que son consecuencia de un fuerte componente simbólico.
En primer lugar el primer Godzilla apareció en 1954, 9 años después de la doble hecatombe nuclear que sufrió Japón al finalizar la II Guerra Mundial. EEUU había lanzado una bomba con una capacidad mortífera nunca vista. Este hecho no sólo provocó la rendición de Japón sino una herida y un miedo que corrían el riesgo de bloquear toda una generación a la hora de empezar de nuevo o crear una identidad desde el victimismo como han hecho otros países.
Godzilla siempre había sido el avatar del terror nuclear y la película, un modo de exteriorizar esta angustia e intentar interiorizarla y vencerla.
Esta nueva película se ha estrenado casi 80 años más tarde de aquellos hechos, pero quizás podríamos relacionarla con algunos miedos de la sociedad actual. En este sentido, el filme propone una original y bella propuesta. En la sociedad del bienestar que Japón generó después de la II Guerra Mundial, 80 años más tarde, el gran peligro no es exterior sino interior: unas tasas de natalidad que impiden el relevo generacional y una sociedad que no encuentra las ganas de vivir.
Un kamikaze fallido
El protagonista es un kamikaze fallido de la II Guerra Mundial (aquellos pilotos que se lanzaban suicidándose contra los barcos americanos) que no ha cumplido su misión y al principio de la película parece que tiene la oportunidad de matar a Godzilla, pero se bloquea y no consigue disparar. Se siente decepcionado consigo mismo por no atreverse a arriesgarse por aquello que se considera correcto.
Al volver a su pueblo natal se verá incapaz de retomar su vida en medio de una ruina externa e interna, hasta que se encuentra con una mujer que ha acogido una bebé que no es suyo y él, a su vez, decide ayudarlas formando una peculiar familia, que sin serlo formalmente sus vínculos se basan en acogerse los unos a los otros por una gracia de las circunstancias y por ser útiles los unos a los otros en la lucha por vivir.
Ya no se trata de una entrega formal, de algo que debe hacerse, sino de una entrega voluntaria, no basada en el deber sino en el amor y el acogimiento, lleno de límites pero también de perdón y querer el bien del otro. Y de este pequeño gesto nace un modo diferente del protagonista de relacionarse con la realidad.
Pero esta pequeña amistad naciente se ve amenazada por el monstruo, que es una amenaza exterior pero también la amenaza que genera en el protagonista de arriesgar o comprometerse con nada, debido a su «guerra interior», como él mismo dice.
Porque aún con esta nueva familia, en su corazón, esconde un deseo de morir, un castigo mínimo para un cobarde, un final a una vida sin dignidad por sus actos. Sin duda podemos ver en su mirada el resultado de una cultura de la muerte que utiliza soldados como bombas y les convence de que esa deshumanización es lo que les da dignidad.
Esta falta de ganas de vivir se verán aumentadas y desafiadas por un monstruo grandioso y aterrador, que además de estar realmente bien hecho manifiesta de un modo perfecto como es capaz de destruir un orden técnico, formal, calculado. Cuando han de decidir como vencer a Godzilla, las armas convencionales no sirven, solo le hacen más fuerte, han de pensar un nuevo modo de vencerlo.
La tecnología no sirve de nada sin un espíritu que la anima y le da sentido. Cómo con Godzilla no cualquier cosa bastará para volver a desear vivir y cuando le enfrenta al final tendrá que hacerlo partiendo de un amor. Este amor lleno de gratuidad transforma a éste padre y a todos los que les rodean con los que formará una comunidad unida para vencer a Godzilla y a sus fantasmas, pues no se trata de sacrificar vidas sino de salvarlas, afirmando el bien que somos cada uno.
Solo a través de un deseo y una entrega libres entre nosotros, colaborando y afirmando la vida, pueden vencer al monstruo. Uno es infinitamente más fuerte cuando ama que cuando odia.
(Una crítica de Borja Baeza y Joan Aicart)
Ficha técnica

- Título Original: Gojira -1.0
- Dirección: Takashi Yamazaki
- Guión: Takashi Yamazaki
- País: Japón
- Año: 2023
- Duración: 119 min.
- Género: Fantástico, acción
- Interpretación: Minami Hamabe, Ryūnosuke Kamiki, Yuki Yamada
- Productora: Robot Communications Inc., Toho (Distribuye: Netflix)
- Música: Naoki Sato
- Fotografía: Kôzô Shibasaki
- Estreno en España: 1 de junio 2024