La historia sabe a poco, y aunque quiere hablar de la soledad, la tercera edad, la cibernética y la familia, lo cierto es que el guión se centra en las peripecias y apenas profundiza en las cuestiones más interesantes. No obstante, tratándose de un equipo que debuta en la ficción cinematográfica, se le puede augurar una interesante carrera.
SINOPSIS
Frank es un viejo y solitario cascarrabias que tiene una gran pasión por los libros. De hecho, su única amistad es la que mantiene con una bibliotecaria. Su vida es muy tranquila y rutinaria, pero todo cambia cuando su hijo decide regalarle un robot que se encargará de cuidarle. Por increíble que parezca, el anciano comenzará a hacerse amigo de la máquina y a enseñarle algunas de sus secretas habilidades.
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CRÍTICAS
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Frank, un pintoresco anciano, ladrón de guante blanco “jubilado”, se niega en redondo a seguir el consejo de sus hijos de que abandone su casa para ir vivir a una residencia. El grave problema es que cada día sus pérdidas de memoria son más alarmantes y es incapaz de cuidar de sí mismo. Sus hijos están realmente preocupados con la situación y no saben cómo solucionarla. Hunter, el hijo varón, con un enorme esfuerzo, porque vive muy lejos, va a verlo todas las semanas, limpia y ordena todo lo que puede, y siempre se acaba yendo angustiado y lleno de preocupación por la situación de su padre. Hasta que decide regalarle un robot que se ocupe de las labores del hogar y lo cuide.
Obviamente, en principio Frank se niega a utilizar el aparato, pero pronto descubre que el robot puede ser un cómplice ideal para sus nostálgicos caprichos de rehabilitarse como ladrón. A partir de ese momento, su actitud cambia totalmente, y hasta parece que entre ellos, persona y objeto tecnológico, surge una auténtica “amistad”. El viejo gruñón, deprimido y asustado porque temía estar perdiendo el control de su vida, recobra la alegría de vivir y las energías para proyectar nuevos y magistrales golpes. Y así empiezan una serie de aventuras de los dos “amigos” y la bibliotecaria, de la que Frank está (sigue estando) profundamente enamorado.
La historia, sencilla en su planteamiento, es una comedia amable, con escenas auténticamente deliciosas, que huye en todo momento de retratar con dureza o amargura las limitaciones de la vejez. Frank y el robot nos acaban resultando dos personajes entrañables, que, si bien no nos provocan la carcajada, sí nos mueven a sonreír casi todo el tiempo. El contraste entre el viejo cascarrabias independiente, acostumbrado a hacer siempre lo que quiere, y el bien programado robot que le marca límites y le impone una disciplina inflexible no deja de tener su gracia. Pero el humor, la dulzura, suavidad y hasta ternura con que está dibujado el personaje no eximen al espectador de sentir tristeza a la vista de las renuncias y el desvalimiento que implica la decrepitud.
Frank Langella realiza una gran interpretación y el resto del equipo no le va a la zaga. Es una película de ciencia ficción, pero también de robos, sin dejar de tener por ello una gran carga de humanidad. Un amigo para Frank plantea o, mejor dicho, deja en el aire una serie de cuestiones muy importantes y urgentes para nuestra época. Frank se resistía a abandonar su hogar, erradicarlo de allí era dejarlo definitivamente sin recuerdos. ¿Qué debían hacer los hijos? ¿Abandonar sus trabajos y sus familias para ir a atender a su padre? En una sociedad como la nuestra, con una población de ancianos cada vez más numerosa, ¿debe una generación frenarse totalmente para cuidar de la generación anterior? ¿Han de ser los mayores quienes renuncien a su autonomía y se plieguen a las conveniencias de los jóvenes? ¿Son las residencias el mejor lugar para ser atendidos o no pasan de ser la solución más fácil para que los jóvenes se quiten de en medio a los viejos? ¿Es lo más importante para un anciano estar bien atendido por un “robot” (aunque sea de carne y hueso) o acaso lo es el ámbito de atenciones y cariño de los suyos?
Las nuevas tecnologías son capaces de solucionar muchas situaciones difíciles, pero ¿pueden sustituir el calor de un amigo de verdad? Todos estos temas están discretamente sugeridos en la película, pero no se llega ni a plantear explícitamente ninguno de ellos. Es una auténtica pena.
[Juan Orellana – COPE]
Tras dirigir spots publicitarios, vídeos musicales y el corto de ficción Christopher Ford Sees a Film, el músico y cineasta neoyorquino Jake Schreier debuta en el largometraje con esta singular comedia futurista, galardonada con el Premio Alfred P. Sloan en el Festival de Sundance y con el Gran Premio del Público en el Festival de Sitges. Escrita por el también debutante Christopher D. Ford, relata la historia de Frank (Frank Langella), un anciano con problemas de memoria y una profesionalizada afición al robo. Desesperado con él, su hijo (James Marsden) le regala un robot para que le ayude con las cosas de la casa. Pero Frank tendrá otros planes para el autómata.
La película está correctamente rodada e interpretada, pero tiene lagunas narrativas, que resultan confusas o insuficientemente desarrolladas. Eso hace que nos cueste empatizar con el personaje, cuyo pasado y cuyas motivaciones en el presente no acabamos de comprender del todo. Por otra parte, la historia sabe a poco, y aunque quiere hablar de la soledad, la tercera edad, la cibernética y la familia, lo cierto es que el guión se centra en las peripecias y apenas profundiza en las cuestiones más interesantes. Una pena, ya que tanto el argumento como el género se prestaban fácilmente a propuestas antropológicas de más hondura. No obstante, tratándose de un equipo que debuta en la ficción cinematográfica, se le puede augurar una interesante carrera.
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