Eran Riklis vuelve a la dirección con Mis hijos, una tragicomedia que aborda la complejidad de las relaciones entre árabes e israelíes en los años 80 y 90. El director israelí vuelve a poner su punto de mira en el conflicto que asola su país desde hace décadas y reivindica la posibilidad de una convivencia pacífica.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Dancing Arabs. |
SINOPSIS
Eyad, que creció en una pequeña ciudad árabe de Israel, ha conseguido entrar en un prestigioso internado judío en Jerusalén. Es el primer árabe que estudia allí por lo que intenta desesperadamente encajar con sus compañeros y con la nueva sociedad. Pero cuando se descubre que tiene una relación con Naomi, una joven judía, se verá obligado a abandonar la escuela. En ese momento Eyad se da cuenta que tendrá que sacrificar su auténtica identidad para ser aceptado. Ante estos acontecimientos, tendrá que tomar la decisión que cambiará su vida para siempre.
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CRÍTICAS
[Pablo Gugel – Colaborador de Cinemanet]
El cine israelí se podría calificar de auténtico desconocido para muchos. Muy pocas películas llegan a España, y aún menos tienen algo de repercusión en la cartelera nacional. De entre este anonimato, sobresale la figura del director Eran Riklis que con su película del 2008, Los limoneros, consiguió hacerse un nombre entre la crítica europea. Tras la fallida El viaje del director de recursos humanos (2010), Riklis vuelve a la escena mediática con Mis hijos, una tragicomedia que, al igual que todas sus películas, describe el conflicto árabe-israelí en la cotidianidad que viven sus personajes.
La historia de Mis hijos está basada en la novela Árabes danzantes del escritor palestino Sayed Kashua, que también es guionista de la película, y se sitúa en la década de los 80 y principios de los 90, años en los que ocurrió la Guerra del Líbano y la Primera Intifada. Narra la historia de Eyad (Tawfeek Barhom), un joven árabe de gran inteligencia que vive en la ciudad de Tira junto a su familia hasta que, gracias a una beca, es admitido en un prestigioso y exclusivo colegio judío en Jerusalén. A partir de entonces su vida cambia completamente cuando conoce a Naomi (Daniel Kitsis), una joven judía, y a Yonatan (Michael Moshonov), un chico que padece una enfermedad degenerativa y del que se hará cargo inscrito en el programa de voluntariado del colegio.
Durante todo el filme, conceptos como el amor, la familia, la amistad y los cambios de la adolescencia se entrecruzan en el guion. La historia de Eyad con Naomi, una relación imposible víctima de los prejuicios de la sociedad, y el lazo de unión que se crea entre el protagonista y Yonatan, dos chicos en apariencia opuestos, son las tramas principales de la película. Sin embargo, en el transcurrir de esas situaciones el director Eran Riklis transmite un mensaje claro: la convivencia entre árabes y judíos debe ser posible. Unos y otros no son tan diferentes de lo que la sociedad los ha hecho ser.
La construcción de la película es sorprendente. Mis hijos comienza como una comedia costumbrista con gags humorísticos, algunos con más acierto que otros, que plantean la relación entre árabes e israelíes en un tono amable y desenfadado, pero se torna en drama desde que Eyad se muda a Jerusalén. Allí, sus intentos por encajar con el resto de la sociedad judía le harán replantearse su identidad para siempre. La ambivalencia entre mantenerse fiel a sus raíces familiares y lo que siente por las personas nuevas que aparecen en su vida marca el carácter del protagonista, interpretado con gran fuerza interior, aunque en ocasiones con excesiva inexpresividad, por Tawfeek Barhom.
Mis hijos es otro ejemplo más de cine reivindicativo. Judíos y árabes llevan más de cincuenta años en conflicto y no parece que vaya a haber una resolución a corto plazo. Riklis ofrece en su película una visión dulce de las relaciones entre unos y otros, una visión que podría no estar alejada de la realidad si ambos se lo propusieran. Mis hijos propone que la convivencia pacífica es posible más allá de las creencias de cada uno.
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