La periodista Ninfa Watt analiza, en un acto de CinemaNet, cómo el cine trata el sufrimiento humano
[María Martínez. CinemaNet]
Madrid, 24 enero 2009.- “Hay un final siempre para la esperanza en el dolor. En todo momento, también en ése, el hombre merece respeto” por su dignidad. A esta conclusión se llegó ayer en la conferencia “Dolor, dignidad y cintas de vídeo. La experiencia humana del sufrimiento en el cine”, que pronunció, en el colegio mayor Moncloa, Ninfa Watt, periodista y profesora de Ética y Deontología profesional en la Universidad Pontificia de Salamanca. “El cine sabe contar muy bien la experiencia profunda del dolor humano”, añadió; aunque, como en la vida real, “la clave está en cómo lo afrontamos”.
La periodista empezó su conferencia subrayando, en clave de humor, que el dolor es una experiencia compartida por todos los hombres: “si alguien no sabe lo que es el dolor, si no ha sufrido una enfermedad, la muerte de un ser querido, un desengaño… se ha equivocado de sala”. A partir de ahí, la conferencia se desarrolló en dos momentos. En la primera parte, Watt explicó cómo, en el hombre, las necesidades y los valores están jerarquizados (desde lo fisiológico hasta lo espiritual). El dolor puede afectar de forma distinta en cada uno de estos niveles, pero también, “la persona que se sitúa en un nivel superior es capaz” de sobrellevar el sufrimiento en los niveles inferiores. Con esto no hacía una referencia explícita a la fe, aunque, al final de la conferencia, añadió que, “como cristiana”, situarse en una perspectiva de fe “ayuda a superarlo”, siguiendo “el modelo de Cristo”.
Acto seguido, subrayó que, a pesar de que todas las personas comparten la experiencia de sufrimiento, puede haber una multitud de respuestas. Mientras unas se quedan en el rechazo (incomprensión, negación de su sentido, intentos de escapar, ya sea embotando los sentidos o acabando con la vida del que sufre…); otras, aun “luchando contra lo que se puede luchar, aceptan serenamente lo que no se puede cambiar, aceptándolo y asimilándolo. Así se puede vivir el dolor con esperanza e incluso con alegría, lo cual no quiere decir que se busque ni que se disfrute, ¡qué barbaridad!”
Ninfa Watt dedicó la segunda parte de su intervención a analizar algunas películas que son ejemplo tanto de una como de otra postura. “Mar adentro” (Alejandro Amenábar, 2004), es un ejemplo de huida del dolor “por la supresión y la búsqueda de la muerte”. Watt no quiso analizar el caso concreto de Ramón Sanpedro, “que queda en la intimidad”, pero no por ello dejó de señalar que “el tratamiento que se le da en la película es una apología de la eutanasia, manipuladora y que recurre a los sentimientos” para defender “que la vida no es digna si tiene dolor o enfermedad”. Más reciente es “Camino” (Javier Fesser, 2008), que Watt criticó porque “al principio parece que tiene empatía” por el sufrimiento de la niña, pero “en aras de la búsqueda de la felicidad, ataca a las personas que la encuentran a pesar del dolor. Cuando ve una respuesta trascendente, la explica como el escape de una víctima oprimida por el entorno”.
En el otro extremo se encuentra otra película reciente, “La escafandra y la mariposa”, basada también en un hecho real (Julian Schnabel, 2007), basada también en un hecho real: Jean-Dominique Bauby, editor de “Elle”, que, tras sufrir un infarto cerebral, sufre el síndrome del cautivo, pudiendo mover sólo un párpado pero manteniendo su mente intacta. En el libro que “dictó” con su ojo, afirmaba que el año que había pasado pudiendo mover sólo un ojo había sido el mejor de su vida. Otros ejemplos de películas menos recientes que miran el sufrimiento desde esta perspectiva son “A propósito de Henry” y “Mi pie izquierdo”. La primera narra la historia de un hombre que, por un tiro en la cabeza, “queda roto como ser humano” y tiene que aprender a todo desde cero, lo que le permite “conocerse, perdonar y encontrar otros valores” distintos al éxito.
La segunda, acompaña a un paralítico que sólo puede mover un pie y que, tras “enfrentarse al dolor con rebeldía, tras estar en declive por un abuso del alcohol y el conflicto con su padre”, logra salir adelante. Las tres películas subrayan el papel esencial que juega “el apoyo familiar y terapéutico”; algo que, aseguró Watt, no buscó al seleccionar las películas, sino que simplemente se encontró.
Con motivo del coloquio posterior, la periodista afirmó que, si bien el cine “describe” la realidad, también muestra “lo que proyectamos”, y tanto lo uno como lo otro “se multiplica” cuando pasa por la pantalla grande. Profundizando en el papel de los directores: “No pueden aportar lo que no tienen, pero una duda bien contada es muy válida”. En todo momento, mostró su “enorme respeto por el ser humano que busca y no encuentra. Lo que no puede ser, es el que ataca lo que encuentran otros”.