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Título Original: Wo de fu qin mu qin |
SINOPSIS
Luo Yusheng es un hombre de negocios que regresa a su casa, en el norte de China, para asistir al funeral de su padre, el maestro del pueblo. La obsesión de su anciana madre sobre la escrupulosa observación de los ritos fúnebres le resulta inexplicable, pero acaba comprendiendo que el respeto a las milenarias tradiciones es vital tanto para su madre como para los habitantes del pueblo.
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CRÍTICAS
[Carmen Lucena Hidalgo. Colaboradora de CinemaNet]
La historia de amor que alumbra nuestra existencia
Cuando tenía unos seis o siete años una de mis teorías acerca del pasado fue demolida por datos reales en una cena familiar. Yo creía que cuando mis padres eran jóvenes, todo era en blanco y negro, las fotografías de la época, las películas que les gustaban… eran en blanco y negro. Suele ser común; imaginar así el pasado. Zhang Yimou no es de ese tipo de personas. Él se imagina el pasado en unos colores vivos y táctiles, incluso. El presente, sin embargo, es gris, blanco, negro.
De vez en cuando (muy de vez en cuando) nos da por pensar en el mundo cuando nosotros no existíamos. Cuesta imaginar que unos padres a los que vemos mayores, con problemas, con canas, fueron en algún momento jóvenes y en algún momento, también, se enamoraron. El camino a casa, es, en cierta medida, una de esas reflexiones. Yusheng, interpretado por Sun Hoglei, (que queda en narrador) va al entierro de su padre, y nos cuenta la historia de amor que alumbró su existencia. Casi todo el flash back lo acompaña su voz, el diálogo es escaso y preciso. Cuenta más cosas de las que él o nadie pueda saber, como las reflexiones de su madre en aquellos momentos, pero la dulzura de la historia lo justifica.
En ocasiones como esta me alegro de los malísimos amores a primera vista a los que me ha acostumbrado la industria americana. Me han permitido maravillarme y darme cuenta que es posible mostrar esto de forma creíble y mágica (¿por qué no?). El camino a casa es una oda al amor mostrado en mil detalles pequeños, de esos que nunca se descubren, o qué sólo descubre quién tiene que hacerlo. La figura de la abuela también representa este amor incondicional, pues se quedó ciega de tanto llorar cuando se murió su marido. Cosas como esa, que pueden llevarnos a considerar que los orientales son unos exagerados y unos cursis, deberían llevarnos por otra idea muy perdida en nuestra zona del mapamundi; la delicadeza en el amor; la minuciosidad en los detalles y fidelidad en lo pequeño.
Yimou juega con un simbolismo único en los objetos. El cuenco blanco y azul de la comida es el más llamativo. Sirve para que ella le prepare la comida, y él pueda identificar lo que le ha hecho ella (aunque parezca que no lo aprecia). El cuenco se rompe cuando ella lo hace. El cuenco queda arreglado cuando ya hay esperanzas. La ropa o el pasador, están cargados también de valor.
Con una fotografía muy cuidada y una cámara que adora a Zhang Ziyi (Di Zhao de joven), Yimou consigue que una película lenta no cueste verla. No importa que el guión sea éste u otro, o que la película hubiera sido muda; cada plano era un cuadro costumbrista de colores vivos. La banda sonora es muy apropiada, aunque sea demasiado evidente en algunas ocasiones, como cuando ella corre sola por el camino.
El tema del entierro como punto de partida es recurrente, pero el tinte tradicional, y el tratamiento que se le da (distinto al occidental), lo llena de respeto y trascendencia. Cuando Yusheng emite su última aportación en el camino en el que llevan a su padre a casa, finalmente, parece que todo acaba allí. De hecho, de haber sido una película de cualquier otro sitio, la película hubiera acabado ahí, en el triste blanco y negro. Sin embargo, va más allá, va con el alma de sus padres (presentes ambas) al momento del reencuentro tan esperado. Ella se pone su chaqueta roja y vuelve a la carrera para la escuela, él deja las clases por momentos y se despreocupa del resto de gente que mira alrededor, para salir a su encuentro. Y lejos de ser ñoño, es esperado, compartido. Era de esperar que acabara así, pero lo maravilloso del film es que precisamente, acabe así. Esa imagen era de lógica, no pone ni quita nada (sabemos de sobra que se reencontraron desde el principio) pero pone un broche de oro a la película.
Una historia de amor
Luo Yusheng, un hombre de negocios instalado en la gran ciudad, retorna a su aldea natal para enterrar a su padre. Cuando se reúne con su madre para tal fin, le parece que ella se toma demasiadas molestias al insistir en la solemnidad de las honras fúnebres. Pero pronto se dará cuenta de que tal insistencia es sólo un botón de muestra de la maravillosa historia de amor que han vivido sus padres.
Conmovedora y hermosísima película del director chino Zhang Yimou (Ju Dou, Vivir, La linterna roja). Con una asombrosa sensibilidad, nos cuenta el amor mutuo entre un hombre y una mujer, que podía ser el de nuestros padres o el de cada uno con su esposo o esposa. Está rodada en blanco y negro en los tramos de presente, y en maravilloso color en los flash-back. Apoyada por una bella partitura y grandes interpretaciones, el film ganó el Oso de Plata en Berlín. Supuso el debut cinematográfico de la bella Zhang Ziyi, convertida de la noche a la mañana en una estrella.
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