El mismo autor de la novela se ha encargado de la adaptación cinematográfica y de la dirección, esto último junto con su hermano Stéphane. La puesta en escena es naif -estilo muy acorde a la actriz Audrey Tautou, desde su exitazo en Amélie- para enfatizar, sobre todo, la autenticidad de la pareja protagonista, nada amoldada a los convencionalismos sociales.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: La délicatesse |
SINOPSIS
Nathalie (Audrey Tautou) lo tenía todo para ser feliz: era joven, hermosa y había encontrado el amor. Pero, un día, su marido sufrió una muerte horrible y accidental. Desde entonces ha buscado refugio en el trabajo y ha renunciado a cualquier tipo de relación. Hasta que otro día, sin saber por qué, se ve envuelta por los brazos de Markus (François Damiens), un atípico compañero de trabajo. Juntos vivirán una sorprendente historia sobre el renacimiento y sobre el amor extraño.
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CRÍTICAS
En los últimos años, nos han llegado a la gran pantalla títulos basados en éxitos editoriales franceses que se nutrían de historias cotidianas y sencillas, con un componente romántico y dramático de fondo. La elegancia del erizo de Muriel Barbery o Juntos nada más de Anna Gavalda, serían algunos ejemplos. La delicadeza de David Foenkinos, un fenómeno de ventas en el país galo, se enmarca en esta tendencia.
Curiosamente, el mismo autor de la novela se ha encargado de la adaptación cinematográfica y de la dirección, esto último junto con su hermano Stéphane. La puesta en escena es naif -estilo muy acorde a la actriz Audrey Tautou, desde su exitazo en Amélie- para enfatizar, sobre todo, la autenticidad de la pareja protagonista, nada amoldada a los convencionalismos sociales.
En esta poca ortodoxia del tándem amoroso es donde reside el éxito y el gancho de la historia. Una mujer guapa y con éxito profesional, pero sumida en el dolor por la pérdida de un ser amado, se enamora del hombre con menos papeletas para ser el sustituto. Un chico tosco, con pocas aspiraciones y feo, pero con un gran corazón y delicadeza.
Cine romántico, pero sin el empalague de otros títulos del género, cuyo mayor interés es saltarse los tópicos de chico guapo conoce chica guapa y ambos viven una historia de amor irrepetible. François Damiens, más relegado a papeles secundarios o cómicos por su aspecto, le da las dosis de humor necesarias a La delicadeza.
Nathalie (Audrey Tautou) y François (Pio Marmaï) se conocen en un famoso café de París, comienzan a salir juntos y enseguida se casan. Pero, al poco, él muere atropellado, y ella intenta ahogar su desolación refugiándose en su trabajo como ejecutiva de una empresa sueca. Su jefe, Charles (Bruno Todeschini), que está casado, le lanza los tejos. Pero el corazón de Nathalie vuelve a latir con el hombre aparentemente con menos posibilidades: su subordinado Markus (François Damiens), un sueco sencillo, noble y algo pasmado, que la deslumbra con su tierna delicadeza.
Más de 700.000 ejemplares vendidos, diez de los premios literarios franceses más importantes y su traducción a 15 idiomas avalan la novela de David Foenkinos en que se basa esta deliciosa comedia romántica, con la que debutan como directores de cine el propio autor de la obra y el guión, y su hermano Stéphan.
Su clásica puesta en escena no depara demasiadas sorpresas, quizás se alarga demasiado y a veces padece un montaje deslavazado. Pero facilita el lucimiento del excelente reparto, sobre todo de Audrey Tautou —en un papel frágil, cercano al que interpretó en Amélie— y de un inmenso François Damiens, que llena de humanidad su entrañable caracterización de Markus.
Esos notables resultados formales e interpretativos se asientan en un guión muy sólido, fresco y profundo a la vez, a ratos muy divertido —por situaciones surrealistas y diálogos chispeantes—, y muy emotivo en sus pasajes melodramáticos. En este sentido, es fundamental su perspectiva moral, que acierta al subrayar el sentido purificador del sufrimiento, el valor del cariño de familiares y amigos, y, sobre todo, la necesidad de cimentar el amor en algo más que en la pura atracción física. Todo ello, sin énfasis moralizantes, con delicada sutileza y un rotundo sentido del humor, ambos eficazmente reforzados por las bellas canciones de Emilie Simon.
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