Un ejercicio de elegancia formal que permite una aproximación mucho más impresionista y más esencial al alma de los personajes. Pero lo más interesante son los temas que la directora entreteje con ellos en una película esencialmente honesta: no juzga a los personajes pero tampoco confunde el bien con el mal. La atención a lo que sucede los va redimiendo de sus prejuicios y miedos; la fuerza de lo positivo de la realidad va derrotando la amenaza del nihilismo.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Buscando a Eimish. |
SINOPSIS
Es una historia de amor en la que Lucas, nuestro protagonista, emprende un viaje en tren hacia el pasado de su novia, Eimish, para recuperarla. En este recorrido, que le llevará hasta Italia y Alemania, descubrirá quién es realmente Eimish y quién es él. La cinta habla de encontrar tu lugar en el mundo, de intuiciones, del destino y de las energías invisibles que crean lazos entre las personas.
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CRÍTICAS
[Juan Orellana – Pantalla90]
Uno de los temas que cada vez más eclosiona en los guiones del cine actual es la maternidad. En muchos se la plantea como un deseo positivo, pero lleno de incomprensiones en mundo que busca la comodidad más inmediata. Lo que busca Eimish es fundar una familia, una comunidad de amor. Ella vive con su novio Lucas desde hace tiempo. Un día, cuando Lucas vuelve del trabajo, se encuentra con que Eimish se ha marchado. Solamente le ha dejado una nota de despedida. Convencido de que ella se ha vuelto a Alemania con un antiguo novio, emprende una búsqueda desesperada. En el camino va a descubrir cosas muy interesantes sobre Eimish y su pasado.
Este primer largometraje escrito y dirigido por Ana Rodríguez Rosell es, antes que nada, un ejercicio de elegancia formal. Pero ¡ojo!, no hablamos de esteticismo. La directora respeta tanto a sus personajes que ello se traduce en cómo los encuadra, qué tiempo les concede en cada plano, cómo los ilumina… No hay antagonistas: todos los personajes reclaman del espectador su comprensión y para conseguir esa complicidad es decisiva la puesta en escena llena de sensibilidad y de detallismo. Por eso es una película que, tras su apariencia sencilla, esconde una minuciosidad que se desvela mejor al verla por segunda vez. Su estructura de rompecabezas, con muchos y breves flashbacks, no solo sirve al suspense y desvelamiento narrativo de la trama, sino que permite una aproximación mucho más impresionista, y también más esencial, al alma de los personajes.
Pero lo más interesante son los temas que la directora entreteje con sus personajes. Poco a poco se va desvelando la importancia de los vínculos incondicionales, unos vínculos que podríamos llamar familiares aunque no siempre sean biológicos. De hecho, Eimish no se puede apoyar en sus parientes, pero sí en un amigo preocupado por su destino. Por su parte, Lucas sí tiene madre, abuelo… a los que está estrechamente unido, pero no quiere fundar una familia porque sabe que si tiene hijos se acabó el vivir para sí mismo. Su modelo de pareja es hedonista: poder seguir siempre el impulso de sus apetencias. Ambos, Lucas y Eimish, van a hacer un periplo existencial que les lleva a replantearse sus prioridades y la naturaleza de su relación.
La película es esencialmente honesta: no juzga a los personajes pero tampoco confunde el bien con el mal. La atención a lo que sucede va redimiendo a los personajes de sus prejuicios y miedos; la fuerza de lo positivo de la realidad va derrotando la amenaza del nihilismo.
Por ello es comprensible que Buscando a Eimish obtuviera el Premio Signis España en el Festival de Málaga 2012.
[Jeronimo José Martín – COPE]
Después de realizar varios cortos documentales (Yo y mi terraza, Quiero ser una gacela) y de ficción (La musa, Una mujer para Ibu, Nueve, Esta es la noche, ¡Espera Fati!), la madrileña Ana Rodríguez Rosell dirige Buscando a Eimish, su primer largometraje. Se trata de un brillante melodrama sobre la maternidad, las relaciones sentimentales responsables, la amistad y el miedo, que ya ha ganado varios premios en diversos festivales. En concreto, en el Festival de Málaga 2012 obtuvo el Premio Signis, otorgado por la Asociación Católica Mundial para la Comunicación; y recientemente ha ganado los premios a la mejor directora novel y al mejor actor (Oscar Jaenada) en el Evolution Film Festival de Palma de Mallorca.
Los protagonistas del filme son Eimish (Manuela Vellés) y Lucas (Óscar Jaenada), dos jóvenes madrileños que llevan un par de años viviendo juntos. Un día, sin previo aviso, Eimish desaparece, y sólo deja a Lucas una escueta nota: “Necesito más. Necesito una familia, pero no con alguien que no quiere tenerla. Te deseo lo mejor”. Alucinado, Lucas reacciona rápidamente, intuye que Eimish ha ido a ver a su antiguo novio Kai (Carlos Leal), y se embarca en un vertiginoso viaje en tren hacia la verdadera personalidad de su novia, que le llevará a Berlín, en Alemania, y a Verona y Borguetto, en Italia. Por el camino, conocerá a Kai, a su sensata mujer Jana (Clara Würnell), al atormentado guitarrista Roberto (Jan Cornet) —que fue íntimo amigo de Eimish—, a un filósofo vagabundo llamado Lupo (Birol Ünel) —que parece de paso hacia una película de Jim Jarmusch o Wim Wenders— y a Valeria (Emma Suárez), la madre de Eimish, cuya existencia era desconocida por Lucas.
Sorprende gratamente la solidez narrativa, interpretativa y dramática de esta película, sobre todo teniendo en cuenta que es el primer largometraje de su directora. Todas las interpretaciones son excelentes, y transmiten emociones muy variadas, confirmando así la calidad del guión y del propio reparto, compuesto por un grupo de actores y actrices heterogéneo, pero muy brillante, sobre todo por la atractiva contención gestual de sus trabajos. Aunque quizás lo más llamativo del filme es la audaz estructura narrativa de su guión, plagado de elegantes idas y venidas en el tiempo, que van fragmentando la información y dosificando las intrigas, al tiempo que enriquecen la linealidad de la trama principal. Tiene un mérito enorme planificar e hilvanar ese minucioso tapiz sin perder un ápice de frescura, sensibilidad y veracidad, es más dando la impresión de estar contando una historia ligera y sencilla.
En todo caso, lo mejor de Buscando a Eimish es que esa solidez narrativa e interpretativa se pone al servicio de una historia bellísima, que indaga a contracorriente, con valentía y optimismo, en el egoísmo y el miedo al compromiso de tantos jóvenes con síndrome de Peter Pan; en el verdadero valor de la familia como “unidad básica de supervivencia”; en el amor de verdad —en las antípodas del sexo de usar y tirar—; en la amistad sin condiciones; en la culpa, el arrepentimiento y el perdón; en la grandeza de la maternidad y la paternidad… En fin, un lúcido repaso, incisivo, profundo y amable, de muchos de los desafíos que plantea a todo el mundo la materializada y hedonista sociedad actual. Hasta se atreve Ana Rodríguez Rosell con una dura crítica al feminismo radical y excluyente, encarnado en el personaje de Valeria, muy bien interpretada por Emma Suárez.
Queda así una pequeña gran película, cercana en sus planteamientos de fondo a otros pequeños grandes filmes españoles recientes, como Cosas que nunca te dije, Solas, Mia Sarah o Bon Appetit. Aunque los referentes más directos de su estilo hispanoindie hay que buscarlos más bien —como ha reconocido su directora— en películas como Once, del irlandés John Carney; Deseando amar (In the Mood for Love), del hongkonés Wong Kar-wai, o El regreso, del ruso Andrei Zvyagintsev, y en las numerosas películas USAindies, que han cambiado el rumbo del cine en los últimos años: Pequeña Miss Sunshine, Bella,Juno, Lars y una chica de verdad, HappyThankYouMorePlease, Ruby Sparks…
De hecho, están incluso en esa misma línea la bella banda sonora de Antonio Escobar y las preciosas canciones folk en inglés de Alondra Bentley y Nine Stories, compuestas expresamente para la película. Por todo lo dicho, sería una injusticia manifiesta que esta espléndida opera prima no optara este año a las principales categorías de los Goya, las Medallas CEC y los demás premios cinematográficos.
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