Walt Heyer, autor del artículo que reproducimos a continuación, traducido de The Public Discourse, es un escritor y conferenciante que, impulsado por su propia historia personal como transexual, intenta ayudar a otras personas que se arrepienten de su cambio de sexo.
[Walt Heyer – Original de The Public Discourse, traducción por Religión en Libertad]
A veces me siento como si estuviera atrapado entre la audiencia de una charla promocional de un complejo turístico multipropiedad. ¿Cuándo se acabarán las predecibles frases superficiales? «La chica danesa» está llena de sentimentalismo ñoño y pegajoso, planeada para convencer a los heterosexuales «homofóbicos» y «transfóbicos» de que la dolorosa búsqueda que hace una persona transgénero es realmente una búsqueda sana y valiente para abrazar su verdadero yo. La película está llena de temas de discusión LGBT muy familiares. En un momento clave, el personaje principal exclama: «¡Finalmente soy quien realmente soy!».
«La chica danesa», basada en la novela del mismo título de David Ebershoff y dirigida por Tom Hooper, narra la historia de Lili Elbe, una de las primeras personas que recibió cirugía para reasignación de sexo. El actor principal es Eddie Redmayne en el papel de Einar Wegener/Lili Elbe, la mujer transgénero emergente. Alicia Vikander coprotagoniza la cinta en el papel de Gerda, su devota esposa, que siente un amor profundo por su marido al que permanece fiel en los años de su espiral descendente.
Aunque las actuaciones son buenas, la película al final es poco más que un instrumento de venta de la ideología LGBT. Es cierto que las personas transgénero sufren. Pero la película fracasa al no decir que, demasiado a menudo, los pacientes transgénero siguen sufriendo también después de la cirugía, porque sus problemas psicológicos no han sido tratados. Lo sé por propia experiencia, porque antes yo fui una mujer transgénero y me arrepiento de mi cirugía de reasignación de sexo.
La película está ambientada en Dinamarca, en los años 20. Cuando vemos por primera vez al protagonista, el marido Einar, vemos a un pintor de paisajes estable y brillante, que tiene un cierto éxito en el mundo del arte. No muestra ningún tipo de rareza o tendencia homosexual. Gerda, también ella artista, es una mujer atractiva que ama a su marido, pero que lucha por ser reconocida como artista. Parece ser una pareja enamorada y normal.
Las cosas empiezan a torcerse cuando Gerda necesita una modelo para acabar un cuadro. Le pide a Einar que le ayude posando como una mujer. Obviamente, es la primera vez que Einar hace algo así, por lo que necesita la ayuda de su esposa para ponerse las suaves medias de nylon. Einar se calza las sandalias de encaje, demasiado pequeñas, y adopta una pose femenina para el cuadro. Es un ayudante reticente pero de una manera natural cede a los deseos de Gerda. Lo convierten en un juego divertido, pero es un juego que acaba yendo demasiado lejos.
Gerda capta la excitación de Einar por posar como una mujer y anima a la mujer emergente, a la que en broma llaman Lili, a ser encantadora y bella. Gerda descubre su oculta pasión artística cuando le dibuja y él, a su vez, está extasiado con los dibujos de él como mujer. La bomba ha estallado. Einar se enamora de su imagen como mujer. Esto no es transexualismo, sino fetichismo sexual, causado por la energía y la excitación que el impulso de Gerda ha hecho salir sin ser consciente de ello. Einar se escabulle para vestirse como mujer en privado y explorar la fascinación sexual que le causa vestirse con esas telas sedosas y tan suaves. El término médico para el comportamiento de Einar -un hombre excitado sexualmente por la idea de ser o de convertirse en una mujer- es autoginofilia. Einar cambia el amor marital hacia su mujer por el amor a su propia imagen en un espejo o en un cuadro.
La película sigue inexorablemente paso a paso la aparición de Lili, la total desaparición de Einar y la angustia, la soledad y la frustración de su mujer, abandonada, que sufre la pérdida del hombre que una vez fue su marido. Mirar la angustia de esta esposa me recordó otra película, «Una mente maravillosa», en la que una esposa mira impotente a su marido mientras este se hunde, cada vez más profundamente, en su enfermedad mental.
Las experiencias de mi infancia despertaron en mí los mismos deseos que despertaron en Einar. En el caso de Einar, la experiencia de su infancia que influyó en su vida posterior fue el beso de un compañero de juegos porque él era «tan guapo». En mi caso, tuve una abuela que me vestía como una niña en secreto desde que yo tenía cuatro años. Me hacía vestidos y me decía lo «bonita» que estaba cuando me los ponía para ella. Como Einar, me casé con una mujer y viví como un hombre. Como Einar, me vestía de mujer en secreto y con el tiempo empecé a salir vestido de mujer. Yo también me sentía excitado por esa experiencia. Más tarde, mi deseo de ser una mujer se volvió más fuerte y sentí que mi única elección era mi transición a «Laura» (el nombre de mi persona como mujer) para «ser quien realmente soy». Como Lili, deseaba asesinar a mi identidad masculina para que Laura pudiera vivir. Por esto me sometí a una transformación quirúrgica completa.
Tras mi cirugía de reasignación de sexo, viví como una mujer transgénero durante ocho años; una parte de estos años los pasé en San Francisco. Como Einar, inmediatamente después de la cirugía me sentí eufórico por haber hecho mi transición. Sin embargo, este sentimiento desapareció pronto. Con el tiempo descubrí que vivir como una mujer no me daba la paz. Con gran consternación seguía fluctuando entre ser Walt y ser Laura, incluso varias veces al día. Lo que me causó el deseo de cambiar de género no se había resuelto con la cirugía de reasignación de sexo o viviendo como una mujer. Seguía buscando una respuesta.
La película retrata con detalle los profundos problemas emocionales y psicológicos que experimentan las personas transgénero, demostrando lo tremendamente difícil que es diagnosticar y tratar estos casos. Relata muy bien cómo los trastornos de género pueden empezar con lo que parece un pequeño suceso de la infancia, para convertirse en la edad adulta en trastornos severos que, con el tiempo, llevan a la cirugía de reasignación de género. El público contempla a Einar desde que, reticente, se viste de mujer para ayudar a su mujer con un cuadro, hasta que se excita sexualmente ante la idea de vestirse de mujer,disfrutando mientras se convierte en Lili.
En mi caso, la transición me prometía una buena vida, pero después de que la euforia inicial desapareciera, sólo quedó la desesperación. Hasta que tomé la decisión de dejar de vivir como Laura y hacer todo lo posible para volver a ser Walt no hallé la paz. Estar abierto a la posibilidad de volver a ser un hombre cambió todo. Cuando me hicieron un diagnóstico adecuado de mi trastorno disociativo, pude empezar el primer tratamiento efectivo. Tardé varios años, pero a medida que seguía el tratamiento para mi trastorno disociativo, mis deseos de ser una mujer se fueron debilitando hasta que desaparecieron por completo. Supe entonces que la cirugía de reasignación de sexo no hubiera sido necesaria, pero era demasiado tarde. Mi cuerpo estaba mutilado irremediablemente.
El diagnóstico habitual para pacientes que se identifican como transgénero es «disforia de género». Según el DSM-5 (la última edición de Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), la disforia de género se caracteriza por una marcada incongruencia entre el género que uno siente/expresa y el propio sexo biológico, y que tenga una duración de al menos seis meses. A pesar de que no se habla mucho de esto, los estudios demuestran que la mayoría de los pacientes transgénero sufren de otros trastornos comórbidos (y que coexisten).
La película no muestra los trastornos comórbidos de Einer con bastante claridad. Primero, vemos la aparición de la autoginofilia, un trastorno sexual mental en el cual Einar se convierte en el objeto de su propio afecto en la identidad de Lili. Después de satisfacerse y alimentarse durante un tiempo con este trastorno, hay una escalada que lleva a Einar a una obsesión narcisista de autosatisfacción en detrimento de la relación con su esposa. Vemos el deseo emergente de Einar de llegar a convertirse en la mujer que Gerda ha pintado tan maravillosamente en sus cuadros. El deseo se convierte en obsesión. Sus nuevas emociones, muy poderosas, cambian su visión de él mismo como hombre. Con el tiempo, Lili se disocia de Einar y las dos personas coexisten dentro de una. A esto se le llama trastorno disociativo. Desenfrenada, Lili toma el control y convierte a Einar en el cuadro de Lili, la mujer.
Lili dice que Einar está muerto y olvidado. Esta declaración demuestra más un trastorno que una realidad, porque Einar está ahí de pie, hablando. Yo hice declaraciones similares sobre Walt. Dije que quería que Walt muriera y llevé a cabo un funeral para Walt, así Laura podría vivir sin el estorbo de Walt. Era una mente trastornada la que hablaba. Como luego se vio, yo también tenía un trastorno comórbido.
Los realizadores de «La chica danesa» están claramente intentando vender la popular idea de que dentro de Einar había una chica atrapada desde siempre. No os dejéis engañar por el «argumento comercial». Observad bien y veréis una serie de trastornos mentales mal interpretados y sin diagnosticar que llevaron a Einar a convertirse en Lili, la mujer transgénero. Las personas transgénero no nacen así; evolucionan a partir de experienciasque modelan sus emociones y deseos.
Al final de la película, mientras aparecían los títulos de crédito, me volví hacia la señora de mediana edad sentada a mi lado y le pregunté su opinión. Me dijo: «¡Parece propaganda! Vivo en un vecindario en el que gente con necesidad de atención psiquiátrica vagabundea por la calle, pero nadie les ayuda».
En un cierto modo, estas palabras se pueden aplicar también a las personas transgénero: necesitan atención psiquiátrica real, pero a menudo no tienen a nadie que las ayude. Más del 60% de los pacientes con disforia de género sufren por la existencia de trastornos comórbidos, entre los que se incluyen disociación, fetichismo sexual como la autoginofilia y trastornos del comportamiento como la depresión. En casi todos los casos estos trastornos podrían resolverse sin intervención quirúrgica si los pacientes recibieran el tratamiento adecuado, que incluye psicoterapia y medicación.
Una encuesta de 2011 demostró que el 41% de las personas transgénero declararon haber intentado el suicidio al menos una vez. El dolor y los suicidios fueron citados por primera vez en 1979 por un médico de la clínica de género Harry Benjamin, el endocrinólogo Charles Ihlenfeld. Seis años después de haber administrado terapia hormonal cruzada a quinientos pacientes transgénero, el Dr. Ihlenfeld declaró que el 80% de las personas que querían la cirugía de reasignación de sexo no deberían recibirla. ¿Por qué? Por el alto índice de suicidios entre la población transgénero postcirugía. Y los más sorprendente, el Dr. Ihlenfeld declaró que nunca se planeó que la cirugía transgénero fuera la solución para toda la vida, sino sólo un alivio temporal.
Aunque sus intenciones sean buenas, muchos activistas en favor de la aceptación del transgénero están evitando en realidad que las personas transgénero reciban la ayuda que necesitan. Debido a la falta de tratamiento adecuado de los trastornos mentales, es muy probable que los altos índices de suicidio entre las personas transgénero continúen.
El autor Walt Heyer habla de la transexualidad como si fuese un experto por haberla vivido en primera persona, sin embargo, reconoce al mismo tiempo que nunca fue transexual, que simplemente padecía diversos trastornos no diagnosticados… Está claro que el autor no conoce la transexualidad y no está en disposición de hablar de ella, pues sólo se trata de alguien que creyó vivirla a causa de algún trastorno.
Por favor, datos científicos, no opiniones basadas en el odio por errores propios.
Totalmente de acuerdo con Lucas. No se puede aplicar un caso concreto como general. La inmensa mayoría de transexuales siempre desean el sexo que siempre sintieron, no cambian su identidad sexual mental, cambian su cuerpo, la identidad sexual del cuerpo solamente, porque además la de la mente es que no se puede cambiar, naces así, si no sería más fácil cambiar la mente en vez del cuerpo, pero el cerebro no cambia y la persona está en la mente. Los transexuales arrepentidos en realidad nunca fueron transexuales reales serían algo parecido como con un poco de hombre en realidad pero muy femeninos casi mujer pero sin serlo ni tampoco del todo hombres, o intersexuales mentalmente, o asexuales, queer, se expresan como tercer sexo, o los que sólo cambian su género pero no su sexo que es algo como travesti, por lo tanto hay distintos grados en la sexualidad y se puede dar no tener un cerebro del todo hombre o del todo mujer, pero los transexuales sí saben lo que son desde siempre. Está incluso comprobado que tienen un cerebro del sexo contrario a su sexo biológico mediante estudios de anatomía por imagen de aparatos médicos o con disecciones reales en cerebros de muertos haciendo comparaciones de hombres y mujeres cisgénero y transexuales. Se debió a una alteración hormonal fetal de hormonas sexuales contrarias al sexo biológico y que cambió la sexualidad del cerebro y también sexualizó el cuerpo de base contrariamente a los genitales porque éstos se desarrollan más tarde con sus gónadas aunque tampoco son del otro extremo sexual, sí en la forma pero no de manera del todo completa en el tamaño, aunque no se suele notar mucho, con las hormonas tienen cambios más fáciles que si fueran personas no transexuales. También es muy importante la edad de inicio de las hormonas para poder aprovechar el desarrollo del cuerpo en la juventud, y lo mejor sería como se está empezando a hacer parar la pubertad biológica e iniciar tratamientos cuanto antes para tener mejores resultados físicos y poder desarrollar también la persona y hacer vida normal y social , además de ahorrarse muchos problemas psicológicos y pérdida de años, algunos con secuelas de por vida y también contar como secuelas físicas la falta de buena definición sexual por no haber aprovechado el desarrollo natural en su edad. Lo del arrepentimiento con la cirugía en transexuales, de hom a mujer, las de verdad, que les pasa a algunas tiene más que ver con que la operación no es de resultado exitoso sensorialmente, se podría hacer mejor pero tampoco entienden del todo muchos cirujanos, porque por ejemplo no hay que recortar terminaciones nerviosas aunque sea para empequeñecer y quedar mejor estéticamente, hay que dejar todas las terminaciones nerviosas que sean homólogos a las de una mujer aunque esté agrandado el tejido, por ejemplo se puede recortar la parte del tronco del pene porque es básicamente tejido masculino sin terminaciones, pero no recortar el glande en su mayoría porque un glande de clítoris en la mujer no es algo recortado sino que no ha crecido entonces se tiene que desarrollar otra técnica para empequeñecer y que mantenga la sensibilidad, además el pene es básicamente el tronco y el glande quedaría como un bulto no como un pene, luego con la parte de la piel que sobra se hace la vagina que la sensibilidad se basa en estar situada dentro , una vagina normal no tiene apenas terminaciones nerviosas, lo complicado más bien es la vulva y principio de la vagina, por eso sería el colmo quitar sensibilidad en lo que sería el clítoris aunque sea grande la sensación es lo importante y ahí ya no hay pene más bien un clítoris con glande masculino. No tiene que quedar perfecto y nosotros sexualmente no lo somos ni nunca lo fuimos, tiene que quedar funcional, sensible y lo mejor que se pueda, importante son las hormonas a tiempo que influyen mucho. Y lo cierto es que haciéndolo estudiado y conservador no queda tan mal y mucho menos sensorialmente, hay que saber de homología y analogía para la cirugía de genitales y para saber usarlos y lo mejor es siempre la homología.