Es esta mi primera entrada sobre el fantástico Festival de Cine de Sitges, edición de 2017. Plagado de novedades y de grandes personajes del cine, este año el festival cumple 50 años. Desde CinemaNet, Guillermo Altarriba -que ya nos ha regalado dos artículos sobre Sitges– y yo lo hemos celebrado acudiendo a las películas y eventos más interesantes. Entre estas, hoy quiero comentar una en particular: Dave Made a Maze.
Dave Made a Maze es una de esas pequeñas joyas que pasan por Sitges como una estrella fugaz y que al final nunca vemos en las salas españolas. Dice mucho el hecho de que haya ganado el premio Noves Visions One, que valora aquellas películas arriesgadas, personales y creativas. Su director, Bill Watterson, ha creado una película de coña que tiene a la vez connotaciones de fantasía y cine de horror. Y aun así, nos quiere decir algo, y esconde un tema del que luego hablaremos… Un mal cada vez más habitual en nuestra sociedad del que el monstruoso y divertido laberinto es a la vez consecuencia y símbolo.
(Se avisa al lector de que a lo largo de este artículo pueden encontrarse trazas de spoilers…)
La premisa del film es sencilla: Dave es un artista caótico que nunca acaba lo que empieza. Un día crea un enorme laberinto de cartón y se pierde dentro de él. Su novia Annie y sus amigos deciden entrar a buscarlo, pero al acceder se darán cuenta de que el laberinto es mucho mayor de lo que parecía, mucho más peligroso y mucho más… vivo.
Dave Made a Maze: una ambientación fabulosa y una película de cinéfilos para cinéfilos
Se trata de un film muy particular, por muchas razones. Uno de los aspectos sin duda más logrados es la ambientación. Absolutamente todos los decorados están hechos de papel y cartón. Incluso la sangre de las heridas no es más que papel maché rojo. Los monstruos que aparecen a lo largo del recorrido están también hechos de papel, perdiendo así su aire aterrador y dando una gran comicidad a la película.
Uno de los bichos más destacables es un enorme origami de ave, que les acecha en una escena, o una araña. El final boss, el Minotauro, es el único enemigo que no es de cartón. Esto se debe a que es una metáfora más profunda, y requiere diferenciación. Hay decenas de escenas en el laberinto, y jamás se repite un solo escenario. En un soberbio alarde de creatividad e imaginación, el equipo de la película ha generado un mundo increíblemente auténtico.
Dicho mundo no sirve sino para potenciar la idea principal del film, que luego trataremos: el hombre con grandes capacidades puede perder de vista su objetivo final, su verdadera meta, perdiéndose en pequeños detalles por el camino. Todas esas maravillas que vemos en el laberinto se echan a perder por culpa de la incapacidad del autor para acabar su obra y para controlarla.
Sorprende la cantidad de situaciones y espacios que se pueden crear tan solo usando papel y cartón. En una secuencia incluso vemos a los protagonistas como títeres, para luego volver a ser humanos, y una chica a la que el laberinto absorbe reaparece luego convertida en un monstruo de cartón. Podríamos destacar otra escena en la que hay una sala con una enorme cara en el fondo, estando todo el suelo inundado de origamis y de criaturas de papel vivientes, como una sala de deshechos -los origamis son expulsados por la boca de la cara-.
Para mí, tiene reminiscencias de la sala de residuos de Star Wars: Episodio IV – A New Hope. No sería descabellado, y más aun teniendo en cuenta la gran cantidad de easter eggs que esconde el film. En efecto, Dave Made a Maze contiene numerosas referencias a otras películas. Son guiños del equipo de la película para los fans del cine, compuesto también por verdaderos amantes del Séptimo Arte. En la página de Facebook del film podemos ver algunas de estas referencias, de las que he elegido una en la que vemos un guiño a Raiders of the Lost Ark, Star Wars y Blade Runner:

El tipo de humor de la película es juvenil y friki, y busca dar imagen de inmadurez. El paradigma de este tipo de humor sería el sketch de «Where’s that beard at?: The beard is on the face!», una broma entre los dos protagonistas sobre su costumbre de llevar barba. Podríamos criticar a la película su poca preocupación por los elementos que rodean al mensaje principal y a la decoración, que no debieron parecer esenciales al director. Por ejemplo, a lo largo de la película morirán varias personas, pero dado el aire festivo de la cinta, a nadie le importa, y no hay consecuencias.
Pero hablemos ahora del tema principal de la película, el mal del artista, del hombre renacentista…
El Minotauro, la Procrastinación, y el miedo al fracaso
De un tiempo a esta parte se ha venido generalizando el uso del concepto de procrastinación. Proviene del latín pro- (hacia delante/en favor de) y crastinus (para el día siguiente). Básicamente, procrastinar consiste en ir posponiendo las cosas, en no acabar lo empezado. Este problema es aún más acuciante en las personas creativas, con energía e ideas, porque irán dejando un número creciente de cosas por acabar, empezando sin cesar nuevas actividades, aventuras y proyectos sin cerrar la mayoría de ellos.
La irrupción de Internet y la explosión de la actividad, estrés y posibilidades del mundo contemporáneo han hecho que la procrastinación se propague de manera fulgurante. Cada vez más personas se consideran procrastinadoras, entre ellas el autor de este artículo. Otro ejemplo sería el de tener tres meses para hacer un trabajo, y acabar haciéndolo durante el último mes -con suerte- o en las dos últimas semanas -más probable aún-.
Es un tema que por sí sólo ya daría para un artículo entero. Las razones de la procrastinación son muy diversas. Hay causas externas, como el gran número de estímulos y elementos que nos pueden distraer. Por otro lado refleja incapacidad para la concentración por parte de quién lo sufre. En algunos casos se trata sin duda de un exceso de confianza: se van dejando las cosas porqué se tiene una gran fe en uno mismo y creemos que lo acabaremos resolviendo como sea. En otros casos son fruto del miedo al fracaso, de la falta de seguridad y de confianza en uno mismo.
Dave, el protagonista de la película, es un procrastinador consumado, y no puede dejar de serlo. Nunca consigue acabar nada, y por eso empezó el laberinto, para demostrarse que podría empezar algo y cerrarlo. Durante la película se obcecará en acabarlo, y hasta que no lo consiga la cinta no termina. Pero durante la propia aventura dentro del laberinto, con sus amigos en peligro, Dave se sigue distrayendo constantemente.
Es irresponsable y egoísta, y de nuevo la procrastinación muestra un problema de quien la sufre: la falta de realismo. La fantasía que sustituye a la realidad. El hecho de que Dave acabe su laberinto no deja de ser irónico: el único proyecto que consigue culminar con éxito es, en realidad, algo inútil que no le servirá de nada. No deja de ser de papel y cartón, materiales efímeros, como todo aquello en lo que se embarca Dave.
Así, el laberinto representa cómo Dave está perdido, mientras que el Minotauro representa el miedo al fracaso, la incapacidad de cumplirse como hombre y la condena a quedarse literalmente a medias. Una vez un profesor me dijo con áspera ironía: «El exceso de actividad intelectual produce impotencia». Ese laberinto es el infierno que las personas procrastinadoras, las dispersas y distraídas, deben temer, porque te puedes perder y nunca salir.