Lo último en cines de DC es un entretenimiento efectivo en el que villanos se enfrentan a otros villanos. Sin embargo, mirada de más cerca, «Escuadrón suicida» cruza la línea más peligrosa de lo banal y adolece de numerosos agujeros en su narrativa.
Título Original: Suicide Squad |
SINOPSIS
Tras la aparición de Superman, el gobierno de los EEUU está nervioso por la posibilidad de que haya más metahumanos que puedan vulnerar la seguridad nacional. Con esto en mente, la pérfida Amanda Waller (Viola Davis) logra la aprobación para crear lo que ella llama Fuerza Operativa X: un escuadrón suicida compuesto por supervillanos encarcelados que son forzados a trabajar para el gobierno. El equipo –que, entre otros, incluye a Deadshot (Will Smith) o Harley Quinn (Margot Robbie)- tendrá que enfrentarse a Encantadora (Cara Delevigne), una bruja traída de tiempos pasados con afán de dominación mundial.
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CRÍTICAS
[Guille Altarriba. Colaborador de CinemaNet]
Por ir directamente al hueso: es una lástima, pero “Escuadrón suicida” resulta una película banal y desaprovechada. Dividiremos, por tanto, esta crítica en dos partes para argumentar estos dos apelativos. Primero, “Escuadrón suicida” es una película banal en lo referente a su fondo. La cinta del grupo de villanos apuesta absolutamente por ser un entretenimiento descerebrado, desmarcándose de la tendencia que hasta ahora había seguido DC Comics en su universo fílmico.
Por poner el ejemplo más reciente, recordemos “Batman v Superman”. No era, desde luego, una gran película, pero Zach Snyder y sus guionistas se esforzaban por introducir una cierta reflexión sobre la justicia, el peso de la responsabilidad moral o los prejuicios respecto al diferente. En la película que nos ocupa, el director David Ayer se desentiende de segundas o terceras lecturas y pone en pantalla un espectáculo de pirotecnia con villanos enfrentándose a otros villanos.
El problema, desde el punto de vista de los valores, es que “Escuadrón suicida” no es mero entretenimiento inocente: es banal también en un sentido que invoca al término que acuñó Hannah Arendt, la banalidad del mal. En la película de Ayer no hay un solo personaje que pueda considerarse bueno o justo aplicando un baremo moral –a excepción, tal vez, del Batman de Ben Affleck que aparece en tres breves pero agradecidos cameos-, pero sí que hay unos cuantos de estos “malos” que ejercen de protagonistas.
El problema de presentar como defensores del mundo a un puñado de hijos de puta –me perdonarán la expresión, pero es lo suficientemente gráfica y acertada como para usarla aquí- es la empatía que se genera con el espectador. Por poner un ejemplo, el personaje que ejerce de líder real del grupo es un asesino a sueldo con puntería sobrehumana que recibe el nombre de Deadshot y que interpreta con cara de cansado Will Smith. Deadshot es un enemigo clásico de Batman en los cómics y en la película queda retratado como un tirador frío y cínico, a quien –literalmente- no le tiembla el pulso al matar a cualquiera.
Este asesino, cuyo comportamiento cualquier sistema ético serio vería cuanto menos reprobable, es retratado en “Escuadrón suicida” como un padre atento y un líder carismático –porque de alguna forma ha de conseguir David Ayer que al espectador le preocupe lo que le pase al sicario- sin que cambie su actitud. De hecho, hay una secuencia en la película en la que Deadshot está haciendo los deberes con su hija y bromean acerca de cómo la hipotenusa de un triángulo es lo mismo que la trayectoria de una bala antes de matar a un objetivo desde un tejado. La niña tiene apenas doce años y si esto no es banalizar el asesinato, ya me dirán el qué.
Este patrón se repite en casi todos los personajes, que mantienen esta dualidad de villanos/protagonistas como ocurre con Harley Quinn (la explosiva Margot Robbie), la novia del Joker. En su caso lo banalizado bien podría ser el amor, porque la película parece vender como una relación romántica la que se establece entre Quinn y el Payaso del Crimen -un Jared Leto, por qué no decirlo, menos inspirado que Heath Ledger– cuando en realidad se trata de un caso de sumisión de manual. La arlequina depende emocionalmente de su pareja –a riesgo de estirar demasiado el análisis, el collar que lleva la actriz recuerda poderosamente al de un perro mascota-.
En lo tocante a la segunda parte de esta crítica, la última producción del universo cinematográfico de DC Comics está desaprovechada porque, de entrada, parece tenerlo todo a favor. A saber: un director, David Ayer, más que competente y curtido en rodar films de acción con un toque de profundidad –ahí están “Sabotage” o la más reciente “Corazones de acero” para certificarlo-; un puñado de caras conocidas en plantel –a Will Smith y Margot Robbie se unen Jai Courtney, la supermodelo Cara Delevigne o una inquietante Viola Davis-, y una historia fresca dentro de un terreno tan transitado como el de los superhéroes.
El problema es que, al mezclarlos, los ingredientes no terminan de encajar unos con otros, con lo que sale un cóctel que es, desde luego, potable pero al que se acumulan los “peros”. O, de forma más explícita, es una película entretenida que hace aguas por todas partes. Para empezar, la historia de “Escuadrón suicida” flojea por culpa de la pareja de antagonistas, un desafío endeble que impide crear la tensión necesaria –sí, ya sabemos que en el Hollywood palomitero los protagonistas van a ganar, pero estaría bien verles sudar un poco-.
Otro de los principales problemas tiene que ver con la acumulación de personajes: la fórmula del supergrupo, que en un cómic seriado funciona porque hay espacio de sobra para desarrollar a cada protagonista, en una película es difícil de llevar a cabo. Joss Whedon resolvió la papeleta con notable alto en “Los Vengadores”, pero los personajes de “Escuadrón suicida” no están tratados con el mismo mimo que los de la cinta de Marvel.
Buena parte de este problema se debe a que Whedon, podía ahorrarse las presentaciones al trabajar sobre personajes ya conocidos y queridos por el público –gracias a las películas individuales que precedieron a la grupal-. David Ayer no tiene esa suerte y ha de manejarse con una decena de personajes a los que –con la excepción del Joker, gracias en buena parte al trabajo excepcional de Christopher Nolan– no conoce nadie fuera del círculo de aficionados al cómic. El resultado de tanto freak suelto en pantalla es que la gran mayoría terminan reducidos al cliché y con la profundidad de un papel de fumar.
El diseño de producción intenta arreglar esta situación a través de lo visual: tanto el diseño de vestuario como el maquillaje buscan desesperadamente otorgar carisma a los personajes. Ocurre, no obstante, como con la mona que se viste de seda: cuatro tatuajes no hacen a un personaje molón per se, y pintar la película en gris oscuro y negro no la hace adulta ni trascendente. En definitiva, “Escuadrón suicida” es entretenida como entretenimiento palomitero, sí, pero su planteamiento inherentemente banaliza el mal y su desarrollo presenta agujeros del tamaño de un queso gruyere. Avisados quedan.
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