Un traidor como los nuestros

Jaime Pérez Laporta

Nací en Madrid, tengo raíces valencianas y me crié en Barcelona. Apolítico, drogadocto y delírico. Si digo tonterías, espero correcciones. Estudié Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra, pero lo de escribir ya me pasaba antes. El cine es el nuevo arte total. Wagner solo era un preludio de Scorsese.

CRÍTICA

«Un traidor como los nuestros» adapta la novela homónima de John le Carré, publicada en 2008. Una historia de espionaje y acción que, por encima de la turbia trama, consigue darle protagonismo a los principios morales. La película vuela sobre todos los thrillers de espionaje, no por ningún mérito técnico, sino por tener héroes morales, en vez de estéticos. Muchas veces nos quedamos demasiado prendados de agentes secretos impasibles, de malos inteligentemente crueles, y de tramas laberínticas.

A parte de la seducción de James Bond o la inmortalidad de Jason Bourne, deberíamos esperar algo más cuando vemos una de espías. Como siempre, y exceptuando el caso de 007, los británicos nos hacen mirar más allá.

En esta cinta de Sussanna White, el espectador jamás sufrirá excesivos sobresaltos, ni los quiebros propios de guionistas empeñados en demostrar cierta inteligencia. Es una obra de acción y tensión, pero no sólo en el escenario físico, sino también en el interior de los personajes; hay reflexiones, y de las profundas.

Está claro que no es una película de espionaje al uso, puesto que sus protagonistas son dos personas corrientes y un mafioso, pero el MI6 interviene decisivamente. De hecho, su figura más visible en esta historia, Hector, va cobrando importancia por momentos, sobre todo, por su progresiva autenticidad. No sólo es un agente, también es una persona.

Y eso es lo novedoso, como venía diciendo, no nos pueden bastar los tiros, siempre hay alguien que los dispara con algo más que un dedo en el gatillo. Desde un punto de vista un poco más crítico, creo que hay aspectos que los guionistas descuidan con respecto al ritmo y la coherencia de la historia. Quizá el origen de estos desaciertos resida en un ligero desequilibrio entre profundidad humana y tensión mundana.

No hay que olvidar que la historia original ha sido concebida como novela. Y, sobre el papel, hay un montón de estimulantes visuales a los que no se puede recurrir. Todo parte de la palabra escrita hacia nuestra mente, y por lo tanto, es más frecuente llegar a la pura reflexión por la palabra que por la imagen.

Si bien hay cosas del guión mejorables, la fotografía es más que aceptable. Pero lo más atractivo, desde el punto de vista puramente cinematográfico, es la interpretación. Todos cumplen con creces representando papeles relativamente difíciles para ser un filme de acción.

Convence la ingenuidad de McGregor combinada con la campechana gracia de Skarsgård. La extraña relación entre un hombre de poesía y un inteligente criminal se basa en la admiración mutua: ambos son hombres de honor (en lo que pueden que no está nada mal). El broche nos lo da Lewis que encarna a la perfección esos ideales que no se pueden disimular por intereses nacionales o mundanos.

Es una buena noticia para el cine que esta película sitúe entre sus protagonistas a una pareja. La relación larga y sufrida entre Gail y Perry no desmerece por su longevidad. En la película se plasma la histotia de los amantes que se desgastan pero siguen teniendo fe en su camino juntos. Que aunque sea un camino (repentinamiente) de acción, no mejora por la adrenalina, sino por demostrar que están a la altura de las circunstancias.

---

¡Debate esta película en nuestros foros!

---