Géminis

Jaume Figa i Vaello

Doctor en Comunicación y Ciencias Sociales, con la tesis "La amistad en el cine de Pixar. La noción aristotélica de amistad como clave de análisis cinematográfico". Comunicación Audiovisual en la Universidad de Navarra. Trabajo en DirCom de UIC Barcelona. Autor de varios libros (y algunos, en proyecto). Me encanta el arte de la entrevista. Mi otro gran amor es el cine, sobre todo el de animación. Cuando en mis blogs hablo de lo que veo, busco añadir un apunte humanista. Porque existe.

Henry Brogan (Will Smith) es un francotirador de los buenos: un sicario. Trabaja para el Gobierno de los Estados Unidos y todas sus misiones son de éxito seguro porque, a la hora de eliminar –matar– sus objetivos, es el mejor. Pero la conciencia, tras más de 70 “trabajos”, empieza a hacer mella y decide jubilarse y buscar un poco de paz.

Lo que no esperaba es que fuera engañado en su último encargo: acabar con la vida de un supuesto terrorista que, en realidad, es un bioquímico relacionado con un alto secreto promovido por su mismo gobierno. Al descubrir la verdad, Brogan se convierte en el nuevo objetivo.

El director de esta película, Ang Lee, obtuvo un gran prestigio con Tigre y dragón y, más tarde, con títulos tan dispares como Sentido y sensibilidad, Brokeback Mountain y La vida de Pi. En todas ellas, Lee contaba historias de siempre, de un modo nuevo que sorprendió. Con la primera, de hecho, consiguió nada más y nada menos que cuatro Oscar, encabezado por el de mejor película de habla no inglesa. Y Brokeback Mountain y La vida de Pi le dieron sendos Oscar al mejor director.

Por otro lado, además de contar historias mil veces contadas, de un modo distinto, este director chino les da un cierto toque –o un mucho, principalmente en el caso de La vida de Pi– de profundidad. Se ve que los temas antropológicos le preocupan.

Géminis tiene un poco de cal y otro de arena. Donde la “cal” es la historia, y la “arena”, la profundidad. No obstante, con esta nueva película se ha dejado llevar demasiado por la espectacularidad, aún a pesar de que toca temas de mucho calado, por los tiempos que corren. Para seguir con la metáfora: hay poca cal, y la arena se resiente.

Estamos, pues, ante una película de acción que es entretenida, sí. Y al estilo de las películas de espías y agentes secretos –una de cuyos exponentes más recientes es Misión: imposible. Fallout– nos lleva por distintos países del mundo para desentrañar el por qué de la nueva situación. Pero no llega ni a los talones de la mencionada: los personajes son planos –especialmente el malo de la historia, encarnado por Clive Owen–, diálogos demasiado evidentes y situaciones más bien predecibles.

A pesar de todo, se deja ver y tiene algún momento realmente trepidante (como la persecución de motos en Cartagena de Indias). La originalidad de Lee se muestra aquí en que se ha atrevido con la recreación de un personaje real –el propio Will Smith veintitantos años más joven–, a través de CGI motion capture, al que da un coprotagonismo no poco importante. En este sentido, supera –y sale airoso, pienso– a los que ya lo habían puesto en práctica en otras películas –tan solo unos minutos de metraje–, como Star Wars. Los últimos Jedi, o en la tercera parte de Los juegos del hambre.

También le gusta mucho, a Lee, usar las nuevas tecnologías y Géminis no podía ser excepción: proyectada a 120 frames por segundo, en 3D y 4K. La pena es que los cines no están preparados para ello. Para el 3D sí que lo están, pero, a excepción de las escenas de tiros que parece que te den a ti, no aporta demasiado a la historia.

¿Qué pasa con la “arena”? Pues que Ang Lee plantea temas muy interesantes sobre los límites de la clonación –humana, este caso– y qué papel tiene la libertad personal en nuestro actuar. Algo que, con el transhumanismo tan en voga, es de mucha actualidad. Este es el punto que da mayor interés a Géminis.

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