Sinopsis
Ya son muchos los ciudadanos de un pequeño pueblo isleño de Estados Unidos que se han marchado de su hogar para buscar una nueva vida fuera de la comunidad que allí reside. Al borde de la desaparición por falta de trabajo y fluidez económica, la decadente isla solo está residida por unos pocos vecinos empeñados en salvar lo que queda de ella. Al borde de la crisis total, su esperanza en un futuro mejor será renovada por la llegada de un joven y carismático sacerdote católico, que traerá consigo milagros sobrenaturales, inquietantes misterios y un hambre voraz por dar gloria a su iglesia local.
Crítica
Horror, violencia, muerte, pecado, fanatismo, culpa. Perdón, reconciliación, virtud, redención. Son aspectos que se entremezclan con gran acierto en Midnight Mass. Flanagan ofrece al espectador una elaboración de elevada factura tanto a nivel audiovisual como de trasfondo. Haciendo uso de su especialidad en el género, donde ya ha dejado obras para el recuerdo, sobresale dándonos una serie de televisión de terror y religión que no tropieza en clichés ni golpes de efecto para potenciar el atractivo del producto, y tampoco cae en superficialidades, lenguaje grotesco ni banalidad a la hora de abordar realidades trascendentales como Dios, la fe o el amor.
Es difícil, muy difícil, hacer lo que el creador de Misa de medianoche ha conseguido en tan solo siete capítulos de una hora de duración cada uno. Su objetivo, pura fenomenología. Transforma su experiencia personal con la Iglesia católica en un material sin precedentes en el sector cinematográfico. A través del terror existencialista, algún toque de mitología y brotes de fantasía oscura, Flanagan no quiere dar al televidente una respuesta al sentido de la vida, sino mostrar cómo tantas veces la naturaleza herida de la persona se interpone en el plan amoroso de Dios con los hombres. Envidia, codicia, egoísmo, mentira, son grandes pecados que, encabezados por la soberbia, pueden hacer que la obra del Creador pueda quedar distorsionada, cosificada, y malutilizada por los sujetos de la historia de salvación. El director es brillante en ese punto. Es capaz de poner en escena las sombras del corazón humano, la auténtica suciedad que nace del mismo y cómo se manifiesta en el exterior haciendo daño a los de alrededor. Habla del tratamiento que los cristianos hacemos tantas veces de la religión, cómo se utiliza como arma arrojadiza contra el débil. Pero lo hace con mucha elegancia, un estilo muy pulcro y respetuoso. No se deja llevar por convencionalismos, aunque el género lo pida a gritos tantas veces. Y lo que es más inusual, dentro de esa caótica presentación, se desprende un rayo de luz esperanzador, hay belleza detrás. Realmente complicado.
Una de las claves en su éxito, sin duda alguna, es la increíble profundización que existe en los personajes, siendo que cada uno tiene algo que contar, desde una perspectiva, sobre el fondo de la cuestión. Esto se consigue con unos primeros capítulos de pura introducción de las figuras que más tarde protagonizarán el más absoluto de los horrores. Hay que tener paciencia, ir conociéndolos verdaderamente, entender los traumas que cargan en sus hombros, sus motivaciones y esperanzas, la soledad que les invade, y un largo etcétera en la minimalista caracterización que se hace ellos. Se trata de una construcción atmosférica de pura psicología que acrecienta la credibilidad y apuntala el realismo (dentro, obviamente, del formato de ficción). Ayuda, y mucho, la densidad de los diálogos, y también monólogos a cámara (que por cierto gozan de una inmensa riqueza) y los planos secuencia dando cabida a extensas conversaciones. Son muchísimos los detalles técnicos que actúan para dar más sentido al conjunto que se quiere mostrar. La segunda parte de la serie, como no podía ser de otra manera, es la que te lleva al puro género marca de la casa. Uno debe esperar unos cuantos episodios (nombrados a propósito y con sentido con títulos de la Biblia) para empezar a degustar la mayor carga dramática de la obra total. Los milagros sobrenaturales surgen, y con ellos las reacciones de los vecinos de la comunidad, el misterioso sacerdote (sensacional interpretación de
) va desvelando su propósito para con el pueblo, aparecen seres mitológicos extrañísimos…y mucho más. Cada entrega de 60 minutos es mejor que la anterior, mucho más reflexiva y aterradora, y mientras vas avanzando en el metraje general, más te das cuenta de lo que estamos hechos. Toda la narración va en ese sentido, que te des cuenta. Cada detalle, mirada, comentario, puesta en escena, plano y demás, cobra sentido al final. No hay cabos sueltos. Es lo que hay. Lo aceptas o no, pero es así. Con un guion magnífico y un relato apasionante, el director te lleva de la mano entre el caos más retorcido, pero te lleva. En el camino compartes las angustias de los protagonistas, sus sufrimientos, y después mueres con ellos en una explosión de pecado, que sucede en el último capítulo, una master class sobre cómo cerrar una serie, un episodio que rebosa lirismo y belleza dentro de la muerte.Mención especial al personaje del padre Paul. Es la gran estrella del espectáculo que monta Flanagan, el primer protagonista de la historia, que eleva el discurso a un nivel altísimo. Lleno de complejidades, matices y grises, nunca sabes bien, aunque intuyas algo, por dónde va a salir. Es un hombre justo, pero a la vez guarda un misterio inoportuno. Es bondadoso, pero contradictorio al mismo tiempo. Una caracterización sin igual recreada de forma sublime por
Aunque la serie toque muchos temas relevantes como puede ser el racismo y la convivencia de religiones cristiana y musulmana (en un principio puede parecer un planteamiento más bien tibio), el alcoholismo o la maternidad, quedan en segundo plano para que el argumento principal sea la fe y la salvación del alma. De eso va Midnight Mass, de cómo todo hombre busca el perdón de Dios por las injusticias cometidas, de obra y pensamiento, y cómo somos capaces de reducir la Buena Noticia, que es la clave en este asunto, a una mera proyección del ‘yo’. Es lo que sucede con todos los personajes, cada cual en su esfera de protagonismo, resaltando claro está el arco de redención de Riley, que es precioso, la hipocresía y el fanatismo de
, que en el fondo padece de miedo a la muerte, y la apoteósica doble transformación de monseñor, cometiendo obras de perdición mientras busca un fin honorable y justifica los medios. Evidentemente, en esta esfera debe aparecer, y lo hace, el concepto de masa, el colectivo que irracionalmente se deja llevar por la nueva ideología religiosa. En esta línea, es formidable observar cómo el director convierte, en la misma narración, el significado de los símbolos y efectos del mismo cristianismo, per se buenos, en signos demoníacos, por supuesto malos. He aquí que plasma correctamente en pantalla el sentido de las obras del Demonio, sus propios puntos sobrenaturales y el idioma con el que se expresa. Sin pasar por alto la gran cantidad de metáforas, simbologías y referencias cruzadas que enriquecen la serie.En definitiva, es un producto muy exigente para el espectador, requiere de su participación plena y consciente. Es más, verla con previo desconocimiento de las bases del cristianismo conlleva un entendimiento menor del resultado final. Es verdad que, a pesar de su precisión en tantos temas trascendentales, Flanagan no da con la verdadera tecla de la fe cristiana, lo que supone realmente para una persona seguir a Cristo con todas las consecuencias. Pero queda excusado porque, en gran parte, esta es una realidad que está reservada para la intimidad entre Dios con cada uno. Y tampoco es plenamente preciso con la exposición que uno de los protagonistas hace antes de morir, donde habla de la creación, el cosmos, la naturaleza, ligándolo a Dios pero de una manera extremadamente ecologista y sin poner al hombre en el centro. Esto es peligroso porque es, sino la única, una de las pocas explicitaciones que se permite incluir a modo de mensaje final. Aun así, quedaría como una obra maestra en el género, aunque mucho más completa, un título que se recordará durante muchos años por su calidad en todos los sentidos.
Ficha técnica

- Título Original: Midnight Mass
- Dirección: Mike Flanagan
- Guión: Mike Flanagan
- País: Estados Unidos
- Año: 2021
- Duración: 60 min.
- Género: Terror, sobrenatural, religión
- Interpretación: Hamish Linklater, Kate Siegel, Zach Gilford, Annabeth Gish, Michael Trucco, Samantha Sloyan, Henry Thomas, Rahul Abburi, Crystal Balint, Matt Biedel, Alex Essoe, Rahul Kohli, Kristin Lehman
- Productora: Coproducción Estados Unidos-Canadá; Intrepid Pictures. Distribuidora: Netflix
- Música: The Newton Brothers
- Fotografía: Michael Fimognari
- Estreno en España: 2021
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