Sinopsis
Sammy Fabelman descubre el cine desde muy pequeño como algo más que una afición. Su madre Mitzi, pianista y con vocación de artista, le empuja a fomentar el don que tiene el niño, mientras que su padre, Burt, un prestigioso científico, lo apoya, pero lo considera una mera afición. A lo largo de los años, Sammy se convierte en un auténtico documentalista de las aventuras de su familia, lo que le lleva a descubrir algo que no le gustará y que le hará redefinir su relación con sus padres, además de cambiar su futuro.
Crítica
Oda de amor al cine y la familia
En 1952, el niño Sammy Fabelman (un poco conocido Gabriel LaBelle) va por primera vez al cine, con sus padres, para ver El mayor espectáculo del mundo, de Cecil B. DeMille. Pero la escena del brutal accidente de un tren descarrilando, provocado por el choque con un coche que sale por los aires le deja en estado de shock.
Tanto es así que Sam piensa que el único modo de superarlo es reproducir una y otra vez el accidente, en escala miniatura. Con esta idea, pide un tren eléctrico a sus padres que, horrorizados de ver cómo lo destroza, se lo quitan de las manos; hasta que su madre (Michelle Williams) le anima a filmar el accidente, con la cámara de su padre (Paul Dano) y verlo, así, tantas veces como sea necesario. El niño no lo duda ni un segundo: rueda varias escenas, distintos planos, lo monta y, encerrado en un pequeño armario-cuarto oscuro, lo proyecta… en las palmas de su mano. ¡Toda una declaración de intenciones del Midas de Hollywood!
Así es: Steven Spielberg lleva muchos años dejando atónitos a su público contándonos fábulas en las que, de un modo más o menos directo, se asomaba a su intimidad. Con pudor, no se atrevió del todo –como explica– en la magnífica E.T. El extraterrestre (1982); ni en tantas otras como A.I., Inteligencia Artificial (2001), La guerra de los mundos (2005) o, incluso, la todavía insuperable primera parte dinosáurica Parque Jurásico (1993). Temas como la falta del padre o de la madre, el divorcio, la maduración prematura infantil…, llenaban el trasfondo de sus historias, siempre mostrándolo como algo (casi) ajeno a él.
Hoy, el director de Cincinnati ha dado un paso de gigante más y se desnunda, se abre en canal, filmando una carta de amor al cine y a su familia –la que tuvo y la que le hubiera gustado tener. En Los Fabelman, habla de la historia de sus padres y sus tres hermanas, de sus iniciales pinitos como director de cine y esos primeros cortometrajes –como Escape to nowhere, preludio de Salvar al soldado Ryan–, del odio y bullying que sufrió por ser judío, de su encuentro con John Ford y del consejo que le dio y recuerda palabra por palabra…
Steven Spielberg realiza una película prácticamente 100% autobiográfica. En ella el director cuenta lo que los más fans de su filmografía conocían, porque el de Cincinnati ya lo había contado alguna vez, o han visto el fantástico documental de HBO (2017). A pesar de todo, la flauta del Midas de Hollywood vuelve a sonar y atrae la atención magistralmente.
Estamos ante una película muy madura, con la que Spielberg consigue exorcizar el trauma que le supuso el divorcio de sus padres. Y lo hace manteniendo una cierta distancia nada fácil, cuando se trata de una historia tan personal. Su amor por el cine se debatía, en algunos momentos, por el amor que profesaba por su familia. Es lo que se ve en la historia de Sammy, que crece al ritmo que lo hace el espectador. Y al ritmo de la mirada a través del visor de una cámara.
La película es dramática; no edulcora la realidad: tras las sonrisas y situaciones simpáticas y alegres, hay momentos tristes y duros. Pero la poesía con la que filma Spielberg hace que la historia eleve el alma del espectador. En equilibrio. Y sin egos. Con honestidad, humildemente. Con belleza.
En este sentido el guion, coescrito con Tony Kushner, colaborador, también, de Munich (2005) Lincoln (2012) y West Side Story (2021) está muy medido, aunque –es verdad– peca un poco de simplista con los antagonistas: Bennie Loewy (Seth Rogen), el amigo y colega del padre, queda un poco desdibujado y los chavales abusadores del instituto –muy secundarios, eso sí– son bastante al estilo habitual de los “malotes” de Spielberg.
Por otro lado, la actuación de Michelle Williams y Paul Dano, en el papel de los padres, es de diez. Especialmente Williams, nominada al Oscar a mejor actriz, que sabe dar todos los matices necesarios que tiene que tener una artista convencida de la vocación cinematográfica de su hijo, con continuos altibajos depresivos.
También está nominada la banda sonora, obra del inseparable John Williams en el cine de Spielberg. Posiblemente estemos ante una obra magna que, con la de la esperada Indiana Jones y el Dial del Destino, puedan ser como su testamento. Según el realizador, consciente de la próxima jubilación de Williams, después de la quinta de Indy, asegura que “ha sido una forma maravillosa de terminar su carrera como compositor musical”. A pesar de todo, broma Spielberg, “no se sorprendan si lo saco de la jubilación un día, con la siguiente película que haga”.
Veremos.
Por el momento, disfrutemos de Los Fabelman en todos los sentidos. Para el que suscribe, sin duda, una de las mejores de Steven Spielberg. Bien se merecería, por lo menos, los dos grandes Oscar, de los siete por las que ha sido nominada: película y director.
Ficha técnica

- Título Original: The Fabelman
- Dirección: Steven Spielberg
- Guión: Steven Spielberg, Tony Kushner
- País: EE.UU.
- Año: 2022
- Duración: 151' min.
- Género: Drama
- Interpretación: Gabriel LaBelle, Michelle Williams, Seth Rogen, Paul Dano, Judd Hirsch
- Música: John Williams
- Fotografía: Janusz Kaminski
- Estreno en España: 10-02-2023