Reconocido drama que profundiza en los efectos nocivos del divorcio en los cónyuges y en los hijos. Tal vez fatalista en exceso, pero valiente al afrontar un tema tan delicado, una profunda herida que algunos pretenden desdramatizar a pesar de sus devastadoras consecuencias para todas las partes implicadas. A su favor reman la espléndida factura hiperrealista y las buenas interpretaciones.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Le passé. |
SINOPSIS
Después de cuatro años de separación, Ahmad viaja de Teherán a París para iniciar el proceso de divorcio a petición de Marie, su esposa francesa. Durante su breve estancia, descubre la conflictiva relación entre Marie y su hija Lucie. Ahmad se esfuerza en restablecer el vínculo entre madre e hija, pero acaba desvelando un secreto del pasado.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Tras ganar el Premio a la mejor actriz (Bérénice Bejo) en el Festival de Cannes 2013 y optar al Globo de Oro a la mejor película en habla no inglesa y a cinco Premios César —incluido el correspondiente a mejor película—, se estrena en España “El pasado”, la primera película fuera de su país del cineasta iraní Asghar Farhadi (“A propósito de Elly”). En ella profundiza en los efectos nocivos del divorcio en los cónyuges y en los hijos, tema que ya afrontó magistralmente hace tres años en la premiadísima “Nader y Simin, una separación”, Oscar, Globo de Oro e Independent Spirit Award al mejor filme en lengua no inglesa, y Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Berlín 2011, donde el conjunto de sus actores y actrices fue también galardonado con el premio a las mejores interpretaciones masculina y femenina.
Después de cuatro años de separación, el iraní Ahmad (Ali Mosaffa) llega a París desde Teherán, a petición de Marie (Bérénice Bejo), su esposa francesa, una modesta farmacéutica que quiere formalizar el que será su segundo divorcio. Durante su corta estancia, Ahmad descubre la relación conflictiva que Marie mantiene con su hija adolescente, Lucie (Pauline Burlet), fruto de su primer matrimonio. La chica no se lleva bien con el actual novio de su madre, Samir (Tahar Rahim), dueño de una tintorería, cuya esposa está en coma profundo y cuyo pequeño hijo Fouad (Elyes Aguis) malvive con Marie, Lucie y Léa (Jeanne Jestin), la hermana pequeña de ésta. Los esfuerzos de Ahmad para intentar mejorar esas complejas relaciones familiares dejarán al descubierto varios secretos dolorosos.
Quizás “El pasado” se alarga demasiado y carga la mano en el melodrama, cayendo —como ya caía “Nader y Simin, una separación”— en un excesivo fatalismo. Aunque, por otra parte, esa acumulación de desgracias de los personajes es un recurso narrativo muy habitual en el mejor cine iraní. Algunos la considerarán también menos redonda y emotiva que su inmediata antecesora. Pero, como ella, tiene una espléndida factura hiperrealista —aunque con poderosas metáforas visuales, que potencian la intriga—, ofrece interpretaciones memorables —especialmente de Bérénice Bejo, Ali Mosaffa y la joven Pauline Burlet— y acierta plenamente al no caer en el maniqueísmo, dando oportunidad a todos los personajes para que expresen sus propias versiones de los conflictos que padecen. Unos dilemas peliagudos que, con honesta veracidad, muestran la fragilidad humana, el peso de los errores, el lastre del egoísmo, el valor de la verdad…, al tiempo que ponen el dedo en una de las llagas más sangrantes de las sociedades occidentales. Una profunda herida que algunos quieren desdramatizar, presentando el divorcio como algo positivo, sin culpas ni secuelas; pero que, en realidad, genera miles de hijos sin padres, o con madres y padres a trozos, con los consiguientes desajustes afectivos que eso provoca, algunos trágicos, como los que describe “El pasado”.
Por todo lo dicho, hay que poner este nuevo filme de Asghar Farhadi en los primeros puestos de la larga lista de películas que han afrontado el divorcio con valentía desde que el cine es cine, como “Kramer contra Kramer” (1979), de Robert Benton, o la durísima y magistral “Infiel”, dirigida en 2000 por Liv Ullmann a partir de un guión autobiográfico de Ingmar Bergman, que fue pareja de la actriz-directora. Esta última película comenzaba así de rotunda: “Nada hay más doloroso y devastador que el divorcio”. Y le permitió a Liv Ullmann concretar la más certera perspectiva del tema: “La víctima resulta ser la niña —reconocía—, la personita que ha sido utilizada en el juego de los adultos, sentada en medio de un carrusel emocional, sin entender cuál es su verdadero papel en la historia”. Un carrusel emocional que, desgraciadamente, cada vez gira más deprisa.
[Josan Montull – Colaborador de CinemaNet]
Todos somos culpables
El director iraní Asghar Farhadi triunfó hace unos años con el film “Nader y Simin, una separación”, en el que trataba el difícil tema de la familia y las separaciones con toda la carga de dolor que éstas van dejando. Con “El pasado” retoma el mismo tema y lo aborda con otra mirada: la de las causas que llevan al desamor y las consecuencias que provocan las rupturas.
Tras cuatro duros años de vivir separados, Ahmad regresa desde Teherán a París, a petición de Marie, su esposa francesa, para empezar con los trámites de su divorcio. Puesto que no se ha reservado ninguna plaza hotelera, Ahmad tiene que hospedarse en su antigua casa, en la que su ex esposa ha vuelto a organizar su vida. Marie vive con otro hombre, Samir, que está en la casa con su hijo Fouad, de cinco años. En realidad la esposa de Samir está en coma desde que meses antes intentó suicidarse y la relación con Marie le sirve para atenuar el dolor de la enfermedad de su esposa.
En la casa, también hay otras dos niñas, Lea y la adolescente Lucie, hija de Marie y fruto de la rekación de ésta con otro hombre que vive ahora en Alemania. Cuando Ahmad llega a la casa descubre la relación conflictiva que Marie tiene con su hija, Lucie. Ahmad intentará con todas sus fuerzas mejorar esta relación pero también dará a conocer el pasado secreto que ha escondido durante todos estos años.
Una vez en la casa, se pone al descubierto la dura situación familiar y ya no hay escapatoria. La confluencia de personajes heridos y relacionados entre sí, que comparten pasado y desamor va urdiendo una situación en la que mirar atrás es imprescindible.
Y allí surge lo terrible: todos tienen motivos para pedir perdón, todos han cometido errores terribles que cuesta reconocer, todos ha sido egoístas. La película va explorando todos los rincones oscuros de ese pasado, de los porqués de los adultos para engañarse y ser infieles y de las heridas profundas que les deja a ellos y a sus hijos.
Con una sobriedad impecable, Farhadi va narrando una historia utilizando la cámara, la fotografía sin brillo y el trabajo de los actores, de un modo contenido y admirable. No hay efectos especiales ni grandilocuencias, no hay siquiera un melodrama lacrimógeno, hay —eso sí— la historia muy bien contada de un drama humano, tan inmenso como frecuente. El espectador se va adentrando poco a poco en la desdicha y en el pasado de los personajes. El director, sin música y con el ruido de fondo de los coches y los trenes, va tomándose su tiempo para explicarnos la trama en la que se ven envueltos estos personajes.
Los lugares cotidianos se convierten en escenarios donde examinar la conciencia: la cocina, el coche, el baño, el bar… Conforme se va avanzando en el reconocimiento de la propia culpa y vamos conociendo las causas del drama, los personajes tienen la tentación permanente de huir, de la casa, de la esposa, de la madre, de los hijos… de sí mismos. Pero hay, a la vez, una necesidad de escucharse una y otra vez. Quieren pedirse perdón, y no lo saben hacer, quieren ser felices pero no aciertan. Marie está esperando un hijo, pero la esposa de Samir se está muriendo.
En medio de tanto desatino están los niños. Su mirada y sus lágrimas manifiestan que están sufriendo desamparo y sintiéndose perdidos. Pero estos hijos de la infidelidad son a la vez víctimas y verdugos de la situación. Fouad manipula a su padre y a Marie para hacer lo que quiere, es caprichoso y reclama la atención provocando el desconcierto y el disgusto de sus mayores. Lucie tiene escondido un acto que ha desencadenado un drama enorme y que golpea sin piedad a los adultos que le han hecho daño.
La maleta extraviada y rota de Ahmad se convierte en un símbolo de esas vidas de ida y vuelta, rotas, perdiendo contenido a cada paso. Es como si Asghar Farhadi nos dijera una y otra vez que la familia, como la maleta, no hay que soltarla de la mano, que hay que asirla con fuerza, que hay que acompañarla y no puede dejarse olvidada porque acaba rompiéndose.
En la última escena, Samir se pone en el hospital el perfume que le gustaba oler a su esposa, y se acerca a ella para estimular cualquier resquicio de amor en aquel cuerpo que vegeta conectado a las máquinas. En ese plano escuchamos música por primera vez en el film. Es una llamada a la esperanza, a buscar el pasado no para recriminar sino para arrepentirse, a acercarse al otro con el mejor de los perfumes para decir “te quiero” y pedir perdón, a creer que el amor, cuando se cuida, puede resucitar…
En una época como la nuestra, en la que la fidelidad no es un valor en alza y en el que las separaciones, el divorcio y las rupturas sentimentales están a la orden del día y tienen una cierta pátina de modernidad, “El pasado” aparece como un film valiente, humano y hermoso, que hay que ver con calma y con ganas de aprender. Una película, en fin, que es una magnífica lección de buen cine.
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