La narración no pierde vigor en ningún momento y mantiene siempre la atención y la tensión del espectador. A partir de una rigurosísima documentación histórica, recrea uno de los episodios más penosos de la sangrienta persecución religiosa con un enfoque ponderado y nada revanchista, más religioso que denunciatorio, matiza y eleva cada secuencia del sólido guion, de la cuidada puesta en escena y del ágil montaje. Es una película altamente recomendable que nadie debería perderse.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Un dios prohibido. |
SINOPSIS
Verano de 1936, inicios de la Guerra Civil española. La película narra el martirio de 51 miembros de la Comunidad Claretiana de Barbastro (Huesca), deteniéndose en el aspecto humano y religioso de las personas que participaron en este hecho histórico y resaltando la dimensión universal del triunfo del amor sobre la muerte.
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CRÍTICAS
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Julio de 1936. Un grupo de jóvenes seminaristas llega a Barbastro para su etapa de formación en el Seminario de los claretianos. Las noticias que llegan sobre el levantamiento militar y la reacción de diversas capitanías son confusas. La ciudad de Barbastro era un punto estratégico para las fuerzas de la República, porque las tres capitales aragonesas estaban controladas por el bando nacional. El comité revolucionario de la CNT, perfectamente organizado, se hace con el mando absoluto en esa localidad oscense.
El día 20 de ese mismo mes, la casa de la comunidad claretiana fue asaltada por un grupo de anarquistas para practicar un registro y ver si escondían armas. El padre Superior, el Prefecto y el Ecónomo fueron arrestados y el resto de claretianos fueron trasladados al colegio de los Padres Escolapios, donde fueron encerrados en el salón de actos.
El fusilamiento por error de unos anarquistas de Barcelona, provocó el viaje a Barbastro del anarquista Buenaventura Durruti. La situación se había hecho tan tensa que, para demostrar su adhesión a la causa, al comité se vio forzado a cumplir la exigencia de que se pusiese fin a “tantas personas peligrosas”, con referencia explícita al Obispo Asensio y a los sacerdotes en general.
El ambiente en el pueblo era ya tremendamente hostil contra los cuarenta y nueve Misioneros encerrados en el colegio de los Escolapios. Por las ventanas, el populacho trataba de verlos, los insultaban y reclamaban a gritos su muerte. Mientras tanto, en el exterior, las iglesias eran saqueadas e incendiadas y las profanaciones se repetían por doquier.
Los anarquistas buscaban la apostasía de los detenidos y les ofrecían la libertad a cambio de que renegaran de su fe. Les dieron también acceso libre al salón a algunas de las prostitutas que habían llegado de Barcelona con la columna de Durruti, que se dedicaban a acosar a los jóvenes con toda clase de procacidades. Pero todos los Misioneros sin excepción se mantuvieron firmes, con dignidad, dispuestos al martirio, que ya sabían inminente.
En la película aparece también la curiosa figura de “la Trini” apodada “la Pallaresa”, una miliciana tan guapa como atrevida y desvergonzada. Se enamoró perdidamente del estudiante Esteban Casadevall, porque se parecía a su ídolo, el actor Rodolfo Valentino. Su atracción por él no conocía límites y lo asediaba del modo más inesperado. Los compañeros no lo dejaban solo en ningún momento, ante la desesperación de “la Trini”, que no logró conseguir sus propósitos.
Entre los días 2 al 18 de agosto de 1936, fueron todos asesinados, primero los Superiores, luego todos los demás. Entre los estudiantes se encontraban dos argentinos, que fueron liberados debido a su procedencia extranjera. Sus testimonios fueron clave para que se conocieran en pormenor los hechos acaecidos.
En Un Dios prohibido se narran hechos que sucedieron en la realidad, pero sin ninguna mirada de rencor hacia los verdugos. Incluso hay episodios que fueron de crueldad extrema y que en la película aparecen sólo insinuados, como el martirio y muerte del obispo Florentino Asensio, un acto de tal ensañamiento que horroriza tan sólo pensarlo. Porque lo de verdad interesa a Pablo Moreno es la talla humana de los mártires de Barbastro, personas de fe que murieron con el nombre de Cristo en los labios, perdonando y amando hasta el último suspiro.
Los mártires de Barbastro fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II en 1992. Cinco años más tarde, lo sería también Ceferino Giménez, “el Pelé”, siendo así el primer gitano martirizado en ser elevado a los altares.
Se trata de un film coral, con gran número de actores, y, sin embargo, ha contado con un presupuesto muy reducido. Pero el resultado es francamente bueno. La trama tiene carácter intimista, se centra sobre todo en las vivencias de los jóvenes misioneros, en todo su proceso interior, desde que empiezan de hacerse cargo de la realidad de la situación en que se encuentran hasta que asumen heroicamente el martirio que les espera. La narración no pierde vigor en ningún momento y mantiene siempre la atención y la tensión del espectador. Es una película altamente recomendable que nadie debería perderse.
[Jerónimo José Martín, COPE]
Fundada en 2006 bajo el impulso del joven cineasta salmantino Pablo Moreno y del sacerdote Juan Carlos Sánchez —rector del Seminario de Ciudad Rodrigo—, Contracorriente Producciones se ha ido consolidando película a película con sus propuestas de nítida inspiración católica. Después de los cortos “Son de paz” (2006), “Tuercas y tornillos” (2009), “Punto muerto” (2010) y “Alba” (2011), y de los largometrajes “Jesús, el peregrino de la luz” (2006), “Talita Kum” (2007), “Pablo de Tarso, el último viaje” (2009), y “Sheol” (2011) —pendiente de estreno—, la productora da un importante paso adelante con “Un Dios prohibido”, también dirigida por Pablo Moreno y producida esta vez con los Misioneros Claretianos.
A partir de una rigurosísima documentación histórica, “Un Dios prohibido” recrea uno de los episodios más penosos de la sangrienta persecución religiosa que se desencadenó en el bando republicano durante la Guerra Civil española de 1936-1939. Se trata del martirio, en agosto de 1936, de Florentino Asensio Barroso (Gabriel Latorre), obispo de Barbastro, Huesca; del laico Ceferino Giménez Malla, alias “El Pelé” (Mauro Muñiz) —el primer beato de raza gitana—; y de 51 miembros de la Comunidad Claretiana de Barbastro, la mayoría de ellos, seminaristas muy jóvenes, procedentes de toda España. En concreto, la película relata pormenorizadamente la detención de todos ellos por la célula anarquista que se hizo con el mando de la ciudad, las crueles torturas físicas, psíquicas y morales a las que fueron sometidos durante su corto cautiverio, y finalmente su asesinato a sangre fría y sin ningún juicio previo. Todos ellos fueron beatificados por Juan Pablo II: los claretianos, en 1992, y el obispo y “El Pelé”, en 1997.
El guionista Juanjo Díaz Polo y el director Pablo Moreno aciertan al tomar como puntos de referencia dos relevantes películas recientes: “De dioses y hombres”, del francés Xavier Beauvois, y “Encontrarás dragones”, del inglés Roland Joffé. De esta manera, “Un Dios prohibido” se centra más en la heroica santidad de los mártires —sobre todo en su amor a Cristo y en su sorprendente capacidad de perdonar— que en el fundamentalismo ateo y en la irracional crueldad de los verdugos, aunque ambas actitudes quedan reflejadas con claridad en la película, sobre todo en la terrible castración, humillación pública y ejecución del obispo de Barbastro.
Este enfoque ponderado y nada revanchista, más religioso que denunciatorio, matiza y eleva cada secuencia del sólido guion, de la cuidada puesta en escena y del ágil montaje, y compensa la evidente falta de medios del filme, así como el carácter un tanto amateur de algunas interpretaciones, sobre todo secundarias.
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