Sinopsis
Durante la celebración de un bar mitzvah en una sinagoga de una pequeña comunidad judía ortodoxa se produce el derrumbe del balcón que acoge a las mujeres. La propia esposa del anciano rabino queda en coma en el hospital, mientras los demás intentan iniciar cuanto antes las obras de reconstrucción. Entre los numerosos obstáculos que deberán superar se encuentra la aparición de un joven rabino que asume su liderazgo espiritual, pero que al mismo tiempo y en su afán de respetar escrupulosamente la letra de la ley tratará de imponer una estricta visión de los preceptos religiosos.
Crítica
Feminismo y rigorismo
La opera prima del realizador israelí Emil Ben-Shimon supone una nueva adaptación de la comedia griega Lisístrata, escrita por Aristófanes en los siglo V-IV a.C.. El argumento es bien conocido: las mujeres, encabezadas por Lisístrata, se niegan a mantener cualquier contacto con sus maridos con el objetivo de poner fin a las guerras del Peloponeso.
Desde entonces, esta historia entró en el caldero de las narraciones para servir de modelo a otras, como el caso de la que nos ocupa. Baste citar, por ejemplo, la reciente La fuente de las mujeres (2011) del realizador rumano Radu Mihaileanu, con la que guarda no pocas similitudes. Si en aquélla la batalla de sexos y tradiciones se centraba en el mundo musulmán contándonos la lucha de unas mujeres contra sus maridos y el imán para lograr que el agua potable llegase a la aldea desde un pozo lejano, en ésta tenemos a unas mujeres judías enfrentadas a sus maridos y al rabino para recuperar el lugar que les corresponde dentro de la sinagoga. El punto de unión en ambas es la lucha conjunta por un derecho legítimo y el reconocimiento de la dignidad de la persona más que una demanda material.
La acción se desarrolla en el pequeño barrio Bucharian de Jerusalén, la ciudad de las tres religiones. La representación de la acción logra introducirnos en la vida cotidiana de este barrio, donde los rezos de los judíos se entremezclan con los sonidos de fondo de las campanas o de las llamadas a la oración de los musulmanes. Todo ello logra sacar lustre a los rincones más vistosos desde el punto de vista turístico, de ahí el gran número de apoyos que concita la película en los créditos iniciales.
Esta vida apacible se pone a prueba cuando se produce el mencionado accidente, pero donde más vemos sus efectos es en el terremoto que va a suponer para la comunidad, sus matrimonios y familias, en los que también surgen las grietas. La película sabe realizar una crítica ponderada de algunos temas que en estos tiempos de corrección exasperante podrían haber resultado más polémicos. Y lo logra gracias al uso de un humor inteligente en los momentos adecuados y a unas buenas interpretaciones, donde destacan especialmente las de ellas al llevar el peso de la acción.
Etti (Evelin Hagoel) es nuestra particular Lisístrata, la encarga de hacer entrar en razón a su marido Zion (Igal Naor) y de liderar a las otras mujeres en su particular cruzada contra el rabino David (Aviv Alush). Etti alzará la voz dentro una comunidad que tratará de recuperar sus tradiciones, no de sustituirlas o anularlas. Su personaje quizá sea en esto el alter ego de la propia guionista de la película (Shlomit Nehama) quien, en una entrevista, reconocía que la idea de la historia partió de un recuerdo de su infancia, cuando tras vivir en este mismo barrio de Jerusalén y regresar años más tarde pudo comprobar cómo se había extendido una interpretación más rigurosa de los preceptos judíos.
En los diálogos se reconoce, sin duda, el valor de las tradiciones, la familia, la comunidad y la práctica religiosa, porque lo que de verdad critica la película es la interpretación rigorista de la religión, y no la religión en sí misma. Por eso podríamos decir que, en líneas generales, estamos ante una película de temática feminista en un contexto religioso, pero un feminismo igualitario que no casa con ciertos estándares occidentales actuales para los que seguramente el desenlace será altamente insatisfactorio. En cualquier caso, aquí nos encontramos ante reivindicaciones justas que realzan la dignidad de toda persona. Una dignidad que puede verse amenazada cuando se imponen interpretaciones legalistas que no entienden que es la norma la que debe adaptarse a la persona, y no la persona a la norma.
Y, por qué no decirlo, también se aprecia una nostalgia por la comunión con el hombre y la armonía de las relaciones familiares y sociales. Sin embargo, lo diferencial de esta búsqueda es que no pretende romper el marco, sino recuperarla a través precisamente de la familia, el valor del matrimonio y la amistad, reconociendo el valor infinito de cada persona. Al igual que en el canto de las mujeres en la conclusión de la citada La fuente de las mujeres, las de esta comunidad judía podrían unirse en las estrofas:
“Más caliente que el sol/El hombre/Un verdadero león/En todo vigoroso, el hombre/Se me ha aparecido en mi sueño/Y me ha develado sus secretos, el hombre/Me ha prometido habitar en lo más profundo de mí/Acariciando mis suspiros y mi cuerpo/La fuente de las mujeres es el amor”
Ficha técnica
- Título Original: Ismach Hatani
- Dirección: Emil Ben-Shimon
- Guión: Shlomit Nehama
- País: Israel
- Año: 2016
- Duración: 96 min. min.
- Género: Drama, Comedia
- Interpretación: Avraham Aviv Alush, Yafit Asulin, Orna Banai, Itzik Cohen, Sharon Elimelech, Evelin Hagoel, Igal Naor, Einat Saruf, Herzl Tobey, Haim Zanati
- Productora: Pie Films
- Música: Ahuva Ozeri, Shaul Besser
- Fotografía: Ziv Berkovich
- Estreno en España: 17 de marzo de 2017
Desde tiempos antiguos, estas flores fueron consideradas símbolo de
suerte, felicidad y riqueza y una de las primeras plantas medicinales empleadas en la medicina tradicional china.