El título parece el de una comedia romántica, pero es todo lo contrario. Ésta es la primera película de la serie de artículos sobre cine y terrorismo; una historia profunda y reveladora sobre conflictos que, a pesar de producirse a kilómetros de distancia, han tenido consecuencias en suelo europeo.
Un repaso al cine del inicio del siglo XXI sobre la guerras en Oriente Medio y el terrorismo islamista
[Jaime A. Pérez Laporta. Colaborador de Cinemanet]
Dijo de esta película un gran gurú de El País que era un “canto militarista”. Me parece una crítica poco audaz, aunque no mentirosa, para cualquier filme americano que contenga algo de acción. No estamos aquí para hacer crítica de la crítica y sangre de la sangre, pero sería bueno reconocer que la cinta puede ir más allá de los himnos fanfarrones que se canta a sí misma,y tan a menudo, la sociedad americana; para eso sí que estamos aquí.
El coronel Childer, un sacrificado marine a quien da vida Samuel L. Jackson, ordena un fuego a discreción contra una multitud manifestante en una operación de rescate a un diplomático americano en Oriente Medio. El conflicto se salda con tres marines muertos y un gran número de civiles acribillados entre los que no se encuentra ningún arma excepto en algunas azoteas cercanas. El juicio militar es inevitable.
El defensor de Childer, un abogado del cuerpo de marines interpretado por Tommy Lee Jones, es un amigo de juventud del coronel que le debe la vida desde la guerra de Vietnam. El fiscal (Guy Pearce) es un joven oficial que parece asqueado ante la excesiva actuación de las fuerzas armadas de Estados Unidos en el extranjero y no está dispuesto a soportar, además, la inmunidad de aquellos que deshonran el cuerpo de marines que él tanto estima.
Desde «Senderos de Gloria», es decir, desde el inicio del conflicto en Vietnam, el cine ha mirado siempre con recelo las guerras y, sobre todo, aquellas en las que estuviese implicado Estados Unidos (es decir, en la gran mayoría). Y ya en el siglo XXI, con Iraq como epicentro de grandes catástrofes, nos encontramos con «Reglas de compromiso», que es un intento de condensar, en el simple juicio a un marine, el dilema que ya venía cociéndose en las entrañas de la sociedad norte-americana tiempo atrás: ¿debe actuar el ejército allí donde se vejen los principios democráticos o es todo una excusa para demostrar la propia fuerza y complacer intereses particulares?
En definitiva, nosotros, como europeos en la OTAN, estamos metidos en este lío por culpa de políticas pasadas y es justo que nos preguntemos por ellas. Sin embargo, la película no intenta resolver el gran puzzle que supone la convivencia y competencia entre grandes civilizaciones, pero sí pretende dar una respuesta parcial. Del veredicto con respecto al caso Childer depende una cierta aceptación y comprensión de las guerras en Oriente Medio.
La obra de William Friedkin intenta generar cierto debate (y por eso el escenario principal es un juicio) para que el espectador pueda actuar en su interior como jurado. Hay un factor que hoy nos asusta afrontar, y que incluso en esta película tan “patriótica” (como dirían algunos) resulta un hueso duro de roer: la posición hostil del enemigo justifica la autodefensa.
Es cierto que, cuando miramos las guerras provocadas por Occidente, debemos llevarnos las manos a la cabeza, muchas veces nos lo recuerda el Papa Francisco. Es un deber ético medir los medios para dicha autodefensa, pero no lo es, ni mucho menos, renunciar a vivir o a luchar. Y aun así, diariamente pueden oírse y leerse falsas actitudes pacifistas (ya las veremos más adelante).
Como ya pudo leerse en el primer artículo de este ciclo, la auto-crítica no debe inundarlo todo y evitar que hagamos crítica al supuesto enemigo, y con ‘crítica’ me refiero a comprobar si viene a matarnos a todos. Solemos contemplar los atentados terroristas del extremismo islámico como actos aislados de reivindicación, y no nos percatamos de que son, en realidad, pequeños trazos de un plan mayor. Una especie de guerra total, de la que habla un experto en geo-política nada sospechoso de ser un fascista, como es Jorge Vestrynge, podría haber explotado ya.
Creo que esta película debe verse en estos tiempos tan cínicos y auto-flagelantes para Occidente, y no porque debamos alabar todos los actos de nuestros gobiernos. Una multitud acribillada es terriblemente triste, pero siempre hay que entender todos los factores que dan lugar a ese desastre antes de realizar la condena, para que sea más justa, incluso (y sobre todo) cuando ésta deba ser más intransigente con la violencia.
Yo vi esta película el año pasado y puedo decir que es un descarado panfleto pro-militar plagado de agujeros de lógica y que toma al espectador por estúpido. Está lleno de lagunas argumentales y contradicciones que lastran cualquier intento de analizar el contenido con seriedad, además de enaltecer de forma atroz las conductas violentas e invasivas de los marines.
vean un análisis más detallado aquí:
https://www.filmaffinity.com/es/reviews/1/772676.html?orderby=5
No es verdad lo que dices: la acción que se defiende en la película no es atroz, es en defensa propia. La película demuestra que algunos, como el autor del análisis que recomiendas, se enfadan cuando les plantean el problema de una violencia necesaria. Yo creo que es un tema que hay que revisar, porque nos hemos vuelto muy pudorosos y violentamente pacifistas, cuando lo lógico es defenderse y defender al colectivo al que perteneces, si hay peligro. Un saludo y gracias por debatir.